Merkel se la juega en Hamburgo

juan carlos barrena BERLÍN / COLPISA

INTERNACIONAL

AMELIE QUERFURTH | afp

La cumbre del G-20 pondrá a prueba su habilidad ante Trump, Putin y Erdogan

03 jul 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

La fiesta de la cooperación y el entendimiento que Angela Merkel pretende celebrar esta semana como anfitriona de la cumbre del G-20 en Hamburgo se presenta llena de riesgos y amenaza con acabar en fracaso. No solo por la disposición de los movimientos de protesta a sabotear con todos los medios a su alcance la reunión, sino por la actitud de varios asistentes que podrían dar al traste con las que Merkel ya calificó como «complicadas negociaciones». La política aislacionista y proteccionista de Donald Trump; los esfuerzos de su colega ruso, Vladímir Putin, por dividir a Occidente, y el empeño del turco Erdogan en agravar aún más las castigadas relaciones entre Berlín y Ankara suponen retos de enorme complejidad.

No faltan antecedentes preocupantes. La cumbre del G-7 en la localidad italiana de Taormina en mayo acabó como una reunión de seis contra uno después de que Trump confirmara que su país había decidido abandonar el Acuerdo de París contra el cambio climático. Y las promesas que hizo en Sicilia de que EE.UU. se sumaría a la lucha contra el proteccionismo y las prácticas comerciales incorrectas han quedado en papel mojado. Desde entonces no han hecho sino crecer las diferencias entre Washington y Europa, así como con el resto de los países del G-20. Entre otras medidas, EE.UU. estudia introducir tasas aduaneras para primar sus productos frente a los extranjeros, pretende dictar nuevas sanciones contra Irán pese al acuerdo para detener el programa nuclear y exige que Europa compre más gas norteamericano en vez del de procedencia rusa. Las acusaciones de competencia desleal que Trump reparte a diestro y siniestro se han extendido recientemente al acero chino: los alemanes temen que aproveche el foro de Hamburgo para exigir medidas que el resto de los más de 30 países e instituciones invitados no desean.

Alemania quiere evitar que la reunión, que se celebra viernes y sábado, se convierta en un «todos contra Trump» ante las diferencias, no solo comerciales, sino medioambientales, financieras y en materia de inmigración y refugiados. La canciller preparó la cita a conciencia y cuenta con poderosos aliados para este objetivo. Desde el presidente chino, Xi Jinping, y el primer ministro indio, Narendra Modi, con quienes celebró sendas reuniones preparatorias, a los miembros europeos del G-20, con los que se reunió la semana pasada en Berlín y de los que partió un mensaje de cerrada unidad en materia de protección medioambiental, libre comercio y ayuda al desarrollo.

Los esfuerzos de la canciller para conseguir el éxito en Hamburgo quedaron igualmente patentes en mayo cuando se desplazó a Sochi después de dos años sin visitar Rusia por el conflicto de Ucrania. «La política internacional significa buscar una y otra vez el diálogo», comentó entonces sobre su decisión de visitar al presidente ruso, consciente de que las relaciones alemanas y europeas con Moscú no se encuentran en su mejor momento. Las sanciones dictadas contra Rusia por la invasión de Crimea y la guerra ucraniana, el respaldo de Putin al régimen de Al Asad en Siria y la presunta intervención de piratas informáticos rusos en las campañas electorales de países occidentales han enfriado el vínculo entre Putin y Merkel. En su visita obtuvo por lo menos la promesa de que la delegación rusa se comportará de manera constructiva y el propio jefe del Kremlin aseguró que su país «está dispuesto a apoyar a la presidencia del G-20».

No menos imprevisible que Trump o Putin resulta el presidente turco Erdogan. Las relaciones turco-germanas se encuentran en crisis desde que el Bundestag aprobó el pasado año una resolución que condenó el genocidio armenio hace cien años y por las consecuencias del fallido golpe de Estado del que pronto se cumplirá un año. El incómodo estadista solicitó esta semana celebrar un mitin con sus compatriotas residentes en este país, toda una provocación para el Gobierno de Merkel, que rechazó la petición de manera tajante.