Akihito acaba con siglos de tradición al pedir el relevo como emperador

Sara R. Estella TOKIO / E. LA VOZ

INTERNACIONAL

TORU HANAI | Reuters

El Parlamento de Japón debe aprobar una reforma que le permita abdicar en vida

09 ago 2016 . Actualizado a las 01:16 h.

Con las palabras medidas para no lanzar un mensaje directo para el que no tiene competencia política, el emperador de Japón dio a entender su deseo de abdicar. A través de un mensaje televisado de apenas diez minutos de duración, Akihito, de 82 años, expresó ayer su preocupación para continuar cumpliendo con sus obligaciones como soberano de la dinastía hereditaria más antigua del mundo. En un gesto nada habitual, el máximo representante del milenario Trono del Crisantemo, admitió que su avanzada edad y su deteriorada salud le impidan «seguir asumiendo responsabilidades importantes». «Cuando un emperador enferma o su estado de salud es grave, me preocupa que, como ha sucedido en el pasado, la sociedad entre en punto muerto», señaló.

Este mensaje llega apenas un mes después de que varios medios de comunicación nipones adelantaran el deseo de abdicar del soberano. Sin embargo, esa ambigüedad en las palabras de Akihito se debe a que la ley que regula el sistema imperial desde 1947 no contempla la abdicación en vida, por lo que el Parlamento tiene que intervenir para modificarla. La Constitución japonesa define al emperador como «símbolo del Estado y de la unidad del pueblo» pero no le otorga poder político. Ahora el Legislativo nipón deberá iniciar el proceso para reformar la ley por la que se rige la casa imperial para facilitar la abdicación de Akihito en favor de su hijo Naruhito, de 56 años de edad.

Inmediatamente después de la intervención del soberano, el primer ministro, Shinzo Abe, aseguró que tiene en cuenta las palabras del emperador: «Tenemos que estudiar seriamente qué podemos hacer en respuesta a las preocupaciones del emperador».

La primera desde 1817

El de este lunes fue el segundo mensaje televisado que el emperador dirige a la nación. El anterior fue el que se emitió en respuesta al terremoto y tsunami que azotaron al país y que provocaron el desastre de la central de Fukushima en el 2011. Akihito ascendió al trono del Crisantemo en enero de 1989 al morir su padre, Hirohito. Su decisión de renunciar al trono resulta insólita en la historia reciente del país. La última ocasión en la que abdicó un soberano del país del Sol Naciente se remonta a 1817, cuando el emperador Kokaku.

Aunque la decisión del emperador sorprendió a los japoneses, lo cierto es que al anunciarse la inusual comparecencia no había dudas del contenido de la misma. La mayoría de la exigente población nipona apoya y entiende la postura del emperador. Según una encuesta reciente, el 85,7 % de los japoneses aceptaría una abdicación, mientras que el 10 % prefiere que no haya cambios.

El Trono del Crisantemo se moderniza

El «emperador discreto» quiere retirarse tal y como llegó al trono hace casi tres décadas, sin sobresaltos ni estridencias pero fiel a su tendencia modernizadora. Cuando eso ocurra, será despedido con honores por un pueblo del que ha sabido ganarse su cariño a pesar de las dificultades por las que ha pasado durante sus casi tres décadas de reinado.

A diferencia de sus antecesores, Akihito llegó al trono sin el halo de divinidad debido a que a su padre, Hirohito, se le retiró tras la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial. Pronto se enfrentó al estallido de la burbuja inmobiliaria y a la crisis financiera que sacudió Asia en los años 90. Pese a las dificultades, supo conectar con su pueblo, el mismo que asistía atónico a decisiones como romper con las tradiciones al casarse con una plebeya, educar a su hijo él mismo y ahora desencadenar la modificación de la estricta ley nipona.

Akihito siempre defendió el «cumplimiento de la paz» y se esforzó por cerrar las heridas abiertas por la guerra lamentando las atrocidades cometidas por las tropas japonesas. El verano pasado incluso llegó a expresar sus «profundos remordimientos» por esos actos.

Según los expertos, su hijo seguirá su estela. Naruhito, de 56 años, ha hecho varios llamamientos para que la dinastía nipona se adapte al siglo XXI. «Habrá que redefinir los límites de las obligaciones imperiales para que se adapten a los cambios de nuestro tiempo», afirmó hace unos años. Unas obligaciones que el 85 por ciento de la población considera que son excesivas.

El gesto de pedir el relevo por parte del emperador Akihito tiene precedentes muy recientes en las monarquías europeas.

El último, en junio de 2014, fue precisamente el rey Juan Carlos I que abdicó en favor de su hijo el hoy rey Felipe VI. Antes, Beatriz de Holanda y Alberto II de Bélgica cedieron la corona a sus respectivos hijos, Guillermo de Holanda y Felipe de Bélgica. La excepción es la de la reina Isabel II de Inglaterra. A sus 90 años no se vislumbra su abdicación en el horizonte y sigue considerando el trono como «un regalo de Dios».