Las rimas sonoras entre 1914 y 2014

La Voz

INTERNACIONAL

El interés por la guerra se debe a que el mundo vive hoy una situación parecida

28 jun 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

¿Cómo explicar el interés que despierta la Primera Guerra Mundial? ¿Es una moda editorial que se agotará con el centenario o nos dice algo más sobre nuestra época? Los que se ocuparon de la cuestión señalan que se le presta tanta atención porque el mundo de hoy y el de hace cien años no son iguales, pero riman. Los cambios recientes en la distribución del poder global hacen que la contienda parezca ahora más actual o cercana de lo que parecía hace veinte o treinta años, pese a que entonces estaba más próxima en el tiempo.

La «pax americana» que salió de la Segunda Guerra Mundial sufre un desgaste similar al que padecía el Concierto de Europa pactado en el Congreso de Viena en torno al que se organizó el orden postnapoleónico. Del mundo estable bipolar con conflictos localizados típico de la Guerra Fría se está pasando a otro multipolar e inestable, que se caracteriza por el desplazamiento de la potencia dominante por otra en ascenso, en el que aparecen crisis descontroladas en regiones de importancia estratégica.

En este esquema, EE.UU. sería la Inglaterra de hace cien años y China, la Alemania del káiser Guillermo. La norteamericana es hoy una economía endeudada como la británica tras 1914, y China un país acreedor como el EE.UU. de hace un siglo. Los chinos están creando colonias subrepticias en África y parte de América Latina en busca de materias primas para alimentar su crecimiento. La necesidad de asegurar las rutas marítimas y el miedo a quedar encerrados por sus competidores los están conduciendo a una ampliación de su poder naval, comparable a la que acometieron los alemanes para contrarrestar el dominio británico en el mar.

Va acompañada por un despegue de los gastos de defensa en toda Asia que evoca la carrera armamentista de la Europa de principios de siglo. Hay que añadir a eso un auge del nacionalismo parecido al del Viejo Continente en vísperas de 1914. No se debe olvidar el aire de familia entre la hostilidad franco-alemana de antaño y el enconamiento sino-nipón de hoy. En los dos casos existe un agravio causado por una herida bélica mal cicatrizada.

Incluso la confianza en que estas corrientes no desembocarán de ningún modo en una tragedia como la de hace cien años remite a una creencia extendida entonces. Como señala Elizabeth MacMillan, aquella fue una edad dorada para el comercio, con descubrimientos científicos, avances tecnológicos, progresos sociales y audacias culturales que no desmerecen los de hoy. Uno de los libros más leídos de la época, La Gran Ilusión de Norman Angell, argumentaba que los lazos de interdependencia entre naciones creados por la economía eran irreversibles y condenaban la guerra al baúl de la historia.

Un último asunto que explica el interés por la contienda en Europa. La conmemoración del centenario pone de relieve la dificultad de encajar en una narrativa común las distintas experiencias nacionales de lo ocurrido. La UE cuenta con una moneda única, comparte normas jurídicas y se dirige a una mayor integración política, pero no logra conjuntar las memorias de los socios. Siguen separadas por los recuerdos opuestos de lo que se hizo entonces, sin que se les oponga un relato trasnacional que genere un sentido compartido.

Para británicos y franceses, es un momento de gran importancia simbólica que viene como anillo al dedo a sus dirigentes para restaurar sus tambaleantes identidades nacionales: no sería de extrañar que cedan al auge del nacionalismo para intentar rehabilitarse y recuperar fuelle ante sus opiniones públicas. Alemania, que ha optado por una aparente discreción, tampoco está libre de pecado. Como señalan varios observadores, vive un momento de revisión que tiene por fin diluir su culpa. Una encuesta del mes de enero revela que solo 19 de cada 100 alemanes consideran responsable a su país de aquella hecatombe. Si como muestran las cifras de ventas, solo leen a autores que se muestrn comprensivos con el papel que jugó Berlín, ese porcentaje no tardará en descender más.