¿Mano tendida o pulso?

INTERNACIONAL

08 jun 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

«Crimea fue, es y será ucraniana», decía ayer en su discurso de toma de posesión el nuevo presidente electo del país, Petro Poroshenko. Como tantas veces, la solemnidad sirve para disimular la realidad. Crimea fue, pero no es ya ucraniana, y aunque el futuro es un tiempo tan largo que admite cualquier vaticinio, el más probable es que no vuelva a serlo pronto. Pero eso, lógicamente, Poroshenko no podía admitirlo en su primer día. Su prioridad era otra: garantizarse el apoyo de las otras facciones. El nuevo presidente no cuenta con grupo parlamentario propio y ha tenido que confirmar en su puesto al actual primer ministro, Arseni Yatseniuk, que pertenece al partido de su rival, Yulia Timoshenko. Ayer, en su investidura, a Poroshenko le aplaudían entusiasmados incluso los diputados huérfanos del partido de un enemigo aún mayor, el depuesto presidente Yanukóvich. Es una situación anómala que refleja tanto el hecho de que Ucrania está en una situación de emergencia como el de que los partidos de la Rada no representan ideologías sino intereses personales cambiantes.

Poroshenko no tenía más remedio que reafirmar su deseo de recuperar Crimea precisamente porque muchos temen que sea eso lo que acabe sacrificando en una negociación con Rusia que se prevé comience hoy mismo. En el reciente encuentro que tuvieron el nuevo presidente ucraniano y Vladimir Putin en las playas de Normandía, rodeados de recuerdos de otra guerra, la prensa habló de «mano tendida». Pero cuando uno tiende la mano no siempre es para chocar las cinco, a veces es para echar un pulso. Moscú sabe que, antes o después, los rebeldes del este no podrán resistir las embestidas del Ejército y las milicias nacionalistas ucranianas. El FMI y la Unión Europea ya están ultimando el mecanismo de rescate de la deuda que Kiev tiene contraída con Rusia, otra de sus bazas para presionarles. Si el Kremlin quiere lograr la federalización y, sobre todo, el reconocimiento -aunque sea implícito- de su anexión de Crimea, este es el momento.

Tampoco Poroshenko ha tendido la mano a los rebeldes del este, como han interpretado muchos. La oferta de negociación de la que habló en su investidura está condicionada a que depongan las armas y la «descentralización» que ha prometido es una simple reestructuración administrativa -posiblemente siguiendo el modelo polaco, como barajaban sus asesores durante la campaña. En el Este, sin embargo, ya no se conforman más que con la federalización o la independencia. Ahora se trata de ver quién logra doblar la muñeca al otro antes.