La caída del «rey David»

Miguel A. Murado

INTERNACIONAL

11 nov 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Hay algo irónico en el hecho de que el jefe del espionaje norteamericano tenga que dimitir precisamente por guardar un secreto, pero en realidad es por no haber sabido guardarlo. Cuando era comandante de las tropas norteamericanas en Irak, y más tarde en Afganistán, la vida privada del general David Petraeus estaba protegida por la reverencia que se reserva en Estados Unidos a los héroes militares. Pero cuando accedió a la dirección de la CIA hace año y medio, la cosa cambió sin que él, por lo visto, se diese cuenta. En la comunidad de inteligencia, una relación extra-matrimonial se considera un riesgo para la seguridad porque convierte al jefe de los servicios secretos en posible sujeto de un chantaje.

Pero es sobre todo la personalidad de la que se sospecha que es su amante lo que obligó al FBI a iniciar la investigación que ha fulminado la carrera de Petraeus en la CIA. Ayer empezaba a trascender que Paula Broadwell, su biógrafa y protegida desde que se conocieron en el 2006, no solo había intentado acceder al correo electrónico del general sin su permiso (posiblemente solo para satisfacer su curiosidad) sino que habría estado enviando mensajes amenazantes a algunas personas de su entorno con las que estaba enfrentada.

Broadwell, que está vinculada al ejército (es mayor de la reserva) y a la inteligencia militar, no es precisamente una persona discreta. De joven sirvió de modelo para la publicidad de un fabricante de ametralladoras y recientemente, mientras hacía la promoción de su biografía del general, su desparpajo al hablar de su relación en el biografiado dejó ya a muchos con la sospecha de que, además de escribir sobre la vida de Petraeus, Paula estaba participando en ella muy activamente.

Y sin embargo, no serán pocos los que, en la Casa Blanca, se alegren de la caída de quien la prensa conocía como «Rey David». La realidad de Petraeus era la de un general perfeccionista cuyo prestigio se hinchó artificialmente para tratar de darle al menos un final en positivo al desastre de Irak y Afganistán. Una vez forjado el mito, Obama trató de aprovecharse de él poniéndolo al frente de la CIA, pero desde el primer momento se hizo evidente que no era idóneo para ese puesto.

Los numerosos errores de inteligencia durante la primavera árabe desembocaron en la trágica muerte del embajador norteamericano en Libia, precisamente cuando estaba bajo la protección de la Agencia. La semana que viene Petraeus tenía que declarar ante el Congreso sobre este asunto y algunos han llegado a sospechar si todo esto no será un medio de impedir que lo haga. Es poco probable que esa sea la razón, pero quizás sí explique el momento elegido. En todo caso, Petraeus puede conservar su apodo.

También el rey David lo perdió todo por su infidelidad con Betsabé.