«La catástrofe pudo evitarse, aunque esos hechos nunca se controlan al 100%»

maría cedrón LA VOZ / REDACCIÓN

INTERNACIONAL

Lo ocurrido alerta sobre la urgencia de tener planes preventivos

20 mar 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

La lluvia indiscriminada de informaciones sobre la catástrofe ocurrida en Japón hace nueve días ha desatado un estado de incertidumbre que ha dado la vuelta al mundo. El temor ante lo que pueda pasar ahora y las consecuencias que puedan acarrear en el futuro las fugas de radiactividad registradas en la central de Fukushima han reabierto el debate en torno al mantenimiento o no de las centrales nucleares como fuente de producción de energía eléctrica. La reacción en cadena de distintos países como Alemania, España o incluso China es una prueba del desconcierto. Pero cinco especialistas reunidos por La Voz van más allá. Recuerdan en un multidisciplinar debate que los cambios de timón no deben de hacerse en caliente, han de ser actuaciones meditadas y consultadas con expertos en la materia.

Y abren también otros frentes que, a su juicio, deberían revisarse ahora. El respeto a unas normas urbanísticas, que han de estar basadas en nuevos descubrimientos geológicos desconocidos en el momento de construcción de centrales como Fukushima o Garoña; la necesaria renovación de las plantas nucleares mediante la elaboración de un plan realizado a años vista o, incluso, la sustitución por otras fuentes de energía alternativa como defienden colectivos ecologistas como Verdegaia, son algunos de ellos.

Pero tampoco obvian otros aspectos importantes como primar la seguridad sobre cualquier otro motivo económico a la hora de actuar ante una catástrofe; la realización de una correcta educación cívica para poder responder con eficacia ante accidentes de este tipo, o la importancia de ofrecer una buena información sobre cómo funciona y qué es la energía nuclear. Todos ellos son parte de esos temas que no deberían arrinconarse a la hora de analizar lo ocurrido en el Estado del Sol Naciente. Porque, como concluyen, lo que ha pasado en Japón «pudo haberse evitado, aunque una catástrofe nunca se puede controlar al 100%». Además, hacen un llamamiento para que esto se interprete como una lección magistral que abra un nuevo debate en Galicia. La pregunta es: ¿Está la comunidad preparada para atender emergencias y realizar una evacuación?.

Japón está en una zona de alto riesgo sísmico. Los japoneses lo saben, pero el único problema es que no se puede predecir cuándo va a ocurrir un terremoto. Para el catedrático de Geología de la Universidade da Coruña Juan Ramón Vidal Romaní el problema está en que no se adoptaron las medidas oportunas para evitar el elevado número de víctimas provocadas por el posterior tsunami. «Haber realizado las construcciones en lugares quince metros más elevados hubiera bastado para salvar a esa gente», apunta el geólogo.

Y no culpa de ello a sus colegas nipones, ni tampoco a los arquitectos. Porque la mayor parte de los edificios fueron capaces de soportar el azote de magnitud 9 en la escala Richter. «Lo advirtieron, pero la culpa es de los políticos porque podemos avisar de que esas cosas van a ocurrir, pero la prisa que tenemos y la codicia por hacer negocios hacen que buena parte de las veces esas advertencias no se tengan en cuenta», apunta.

Esas indicaciones valen también para cuestionar el lugar en el que está levantada la central de Fukushima, una planta con media docena de reactores en la que el primero comenzó a operar en 1971 y que tiene el mismo modo de funcionamiento que la española de Garoña. «Está colocada al lado del mar para ahorrar los costes de tener que instalar unas torres de refrigeración necesarias en caso de estar ubicada más alta», apunta el catedrático de Estructuras de la UDC Juan Bautista Pérez Valcárcel. E incluso va más allá al apuntar que cuando «el urbanismo estropea algo no hay arquitectura que lo arregle. Luego cada vez que ocurren hechos de este tipo nos sorprende».

Como ejemplo, echa mano de la historia y recuerda el terremoto de Kobe, donde murieron en torno a 6.400 personas. «Una de las autopistas que aparecían destrozadas en las fotos estaba levantada justo a los dos lados de una falla. Lo sabían los que la hicieron, pero que fuera a ocurrir un terremoto justo en ese lugar es algo que no debieron llegar a cuestionarse», explica este experto.

Galicia tiene una escasa probabilidad de sufrir un terremoto igual al de Japón. «Pero puede ocurrir -explica el geólogo-. Los japoneses tampoco esperaban un terremoto que llegara a alcanzar el nivel 9, pero llegó». A su juicio, es importante hacer planes de prevención porque hay muchos tipos de alarmas que aquí en Galicia no están previstas. «Cómo se sacaría, por ejemplo, a la población de A Coruña en caso de haber una emergencia de este tipo o incluso una menor», apunta. Ante estos escenarios, lo mejor es prevenir, añade. Pero no es el único que habla de probabilidades de ese tipo. El catedrático de Física Nuclear de la USC Ignacio Durán pone otro ejemplo. «Podemos imaginar de repente un gran terremoto en la comunidad y que provoque una fisura en las presas de los cañones del Sil, en la Ribeira Sacra, ¿Cuál es el plan de evacuación?», se pregunta. En este sentido, los expertos coinciden en que las autoridades políticas deberían hacer más caso a las advertencias de los técnicos y también aprovechar el conocimiento y la investigación que se realiza en las universidades.

En este sentido, el profesor de la USC explica luego que en su laboratorio realizan investigaciones en las que realizan mediciones de la radiactividad que tienen los alimentos. «Hasta que no ocurre algo como esto, a nivel oficial lo que piensan es que la investigación no vale para nada», explica.

Fukushima «sobrevivió» al terremoto y al posterior tsunami. No lograron derribarla, pero el maremoto la dejó herida. El problema le sobrevino por una falta de refrigeración del núcleo de un reactor, algo que luego fue contagiándose a otros. La avería fue producto del fallo eléctrico que impidió trabajar a los generadores encargados de hacer llegar el agua al corazón del reactor. Desde que las aguas de la gran ola tocaron a la central hasta que los técnicos comenzaron a utilizar métodos alternativos para enfriar el núcleo pasó un tiempo.

El hecho de que la utilización de agua marina daña los reactores y los deja inservibles hace sospechar a algunos de estos expertos, aunque como apunta el catedrático de Física Nuclear de la USC Ignacio Durán, «parece que tenían previsto que dejara de funcionar en tres semanas». El retraso les permite abrir otra puerta para el debate. Es quién ha de decidir qué hacer en ese tipo de casos. El profesor Pérez Valcárcel explica que «alguien tomó la decisión de no refrigerar con agua de mar en un primer momento. Más que el debate sobre tener energía nuclear o no, debemos incidir en que este tipo de decisiones no las puede tomar la empresa mirando la cartera de beneficios. Hay que diseñar una serie de protocolos y respetarlos». A su juicio, han de cumplirse y «pierdes lo que tengas que perder porque hay determinadas actuaciones empresariales que afectan a todos».

En este sentido, el catedrático de Sociología de la UDC, el profesor Benjamín González, insta al Estado a responsabilizarse en ese tipo de casos. «Tiene que controlar eso. Pero no hay responsabilidad política», comenta. Haciendo una lectura de conjunto también dice que «existe un problema de control social» y recuerda que «en el momento de la planificación los que sufren las consecuencias son los ciudadanos».

Para el portavoz de Enerxía del grupo ecologista Verdegaia, lo ocurrido en Japón con las centrales nucleares muestra que no se tuvieron en cuenta los riesgos que tenían. «No seu día houbo un debate en Xapón, pero non se tiveron en conta os riscos e a enerxía nuclear intrinsecamente é perigosa. Este suceso é un elemento a ter en conta á hora de valorar o que interesa ou non. Habendo outras opcións enerxéticas non temos por que asumir que poñan unha central nuclear», explica.

Hay escenas como las vividas en los aeropuertos japoneses que fomentan todavía más la sensación de temor. El propio mar, cuando entró el tsunami, barrió hacia el océano desechos radiactivos. «Está claro que, de repente, dicen que hay un escape de cloro en Santiago y, probablemente, vaya a otro lugar, a casa de una hermana», comenta el profesor Ignacio Durán, que explica que las reacciones que se están viendo son normales. Pero con la cautela que hay que tener en estos casos, también explica en relación, por ejemplo, a esos restos que llevó el agua que «divididas las toneladas vertidas por los metros cúbicos de mar y la capacidad de limpieza de este, el problema es despreciable». Aunque eso, matiza, no quiere decir que haya que pasar por alto esos sucesos porque de ninguna manera se pueden permitir.

En cuanto al efecto de la radiación, los expertos explican que este radica en la cantidad percibida y el tiempo expuesto. En este sentido, ponen el ejemplo de los radiólogos de los años cincuenta. «Ninguno llegó a finalizar el XX, pero hoy en día su trabajo se realiza en unas circunstancias diferentes. Los tiempos están medidos», comentan.

Ahondando un poco en el problema, el experto nuclear avanza y dibuja el peor escenario. Sería que se produjese un derrame de plutonio. «Implicaría una catástrofe», al tiempo que habla de lo que ocurrió en Palomares. «Cayeron dos bombas con plutonio enriquecido. La alerta ante las centrales no ha de ser mayor a que haya un avión sobrevolando el espacio aéreo con ese tipo de bombas». Y también hace un inciso para explicar cómo se actuó ante la emergencia en Palomares. «Fueron expropiadas 2.000 hectáreas de terreno, que ahora son reserva de la biosfera. Claro, no se puede ir a tomar el sol. La diferencia es lo que implicaría en una isla la expropiación de terreno. El peligro que se corre es que no se vaya a dejar hacer la actuación precisa», apunta.

La gran pregunta que se hace el físico nuclear Ignacio Durán es qué hacía abierta en el 2011 la central de Fukushima. A su juicio, ha quedado demostrado que una central de tecnología de agua en ebullición como esa, con solo dos espitas por las que liberar el vapor en lugar de cinco, como tienen ahora las instalaciones modernas, no puede soportar la cantidad de hidrógeno generado tras haberse disociado los componentes del agua al haber alcanzado esta una temperatura muy elevada. La tecnología que utilizan, por tanto, «está obsoleta», comenta. En este sentido, apunta que es cuando ocurren cosas como esta cuando se ve que «la codicia y la ambición es constante y la sociedad tiene que estar vigilante para mantener los controles». Y apunta que «es grotesco que en un estado donde hay en torno a unas cincuenta centrales nucleares, algunas de nueva generación, tengan otras donde la cantidad de energía eléctrica producida es mucho menor y el coste elevado». Por eso, reivindica «la elaboración de un plan de renovación de centrales programado».

Contrario al uso de la energía nuclear por ser «perigosa», frente a la elaboración de un plan de modernización de centrales, Veiras insta a promover el ahorro energético «e haxa unha potenciación das enerxías renovables».

Las catástrofes se construyen socialmente. En el caso de lo ocurrido en Japón durante los días pasados, a juicio del profesor Benjamín González, donde mayor catástrofe se ha producido es en Europa. Todo eso choca con la actitud de los japoneses, que no han exteriorizado una actitud de pánico. «Al contrario -matiza este profesor -, se ha visto cómo la ayuda y el altruismo son valores emergentes. Ahí se sabe mucho cómo reaccionar ante estos casos». Pero esa no es una percepción unánime. Para Veiras, «ás veces por riba do civismo, o que vexo é unha actitude de resignación e non cuestionan a actitude dos poderes públicos».

Pero más preocupante que la propia reacción en Europa quizá sea que «el estrés causado sea deliberado», apunta el profesor Pérez Valcárcel. Donde coinciden todos los participantes en el encuentro es en calificar como muy desafortunadas las declaraciones realizadas a principios de semana por el comisario europeo de Energía, Gunther Oettinger, en las que hablaba de «apocalipsis» para referirse al desastre de Japón. Algunas informaciones incluso las tacharon de electoralistas al ser interpretadas como un apoyo para la canciller alemana. «Hablar aquí de apocalipsis es una total irresponsabilidad», explica González. Y destaca que ahora «hemos de estar ocupados, no preocupados». En este sentido, apunta que «los miedos se curan con información y en España tenemos una cultura nuclear muy escasa».

DEBATE el problema de japón visto desde galicia

Xosé Veiras

Responsable de Enerxía de la asociación ecologista Verdegaia

Ahorro energético y la utilización de energías renovables son el eje de su trabajo.

Juan Ramón Vidal Romaní

Catedrático de Geología

Profesor en la Universidade da Coruña, es también director del Instituto Xeolóxico Parga Pondal.

Juan Bautista Pérez Valcárcel

Catedrático de Estructuras Profesor en la Escuela de Arquitectura de la Universidade da Coruña, es licenciado en Física.

Ignacio Durán

Catedrático de Física Nuclear

Profesor en la Universidade de Santiago e investigador, centra su trabajo, además de la docencia, en medir la radiación en alimentos.

Benjamín González Rodríguez

Catedrático de Sociología Profesor en la Universidade da Coruña, investiga la comunicación de catástrofes.

«Isto hai que telo en conta á hora de valorar se interesa a enerxía nuclear»

«La codicia hace que muchas advertencias no se tengan en cuenta»

«Con esto se ha visto que la ayuda y el altruismo son valores emergentes»

«Los miedos se curan con información. La cultura nuclear es escasa»

«Construir en lugares unos 15 metros más elevados hubiera bastado para salvar a esa gente»

«¿Cómo sacaríamos a la población de A Coruña en caso de una emergencia?»

«Hay órdenes que no puede dar una empresa mirando la cartera de beneficios»

«El peligro que se corre es que no se deje hacer la actuación precisa»

«Hay que hacer un plan de renovación de centrales»

«El alarmismo no ayuda a gestionar catástrofes»