Orden de alejamiento para Serbia

Miguel A. Murado

INTERNACIONAL

No hay alternativa a la independencia tras el maltrato sufrido durante 20 años por parte de Belgrado, que dejó sin buena parte de sus derechos a los albanokosovares

17 feb 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Zapatero se equivoca, pero esta vez la oposición no se lo echará en cara, porque cometen el mismo error de interpretación que él. La independencia de Kosovo, que se espera que se proclame hoy, no solo es inevitable, es que ya es una realidad desde hace años.

Kosovo ha sido un país desde el momento en que el Ejército serbio tuvo que abandonarlo en 1999 tras la intervención de la OTAN. Proclamar su soberanía será un puro formulismo, y prueba de ello es que apenas se le ha dado importancia. Ayer, a pocas horas de la declaración de independencia, Kosovo ni siquiera se había molestado en elegir una bandera o de componer un himno. La prioridad es otra: lograr que lo que va a ser, inevitablemente, un parto por cesárea sea al menos un parto sin dolor.

La oposición de Rusia es un obstáculo, pero Estados Unidos, el Reino Unido y Alemania ya han decidido anotarlo en la cuenta de sus desencuentros con Vladimir Putin, quien probablemente se lo hará pagar en otro lado (quizá en el asunto del despliegue de misiles). Se cuenta con que Serbia, tal y como ha prometido, no intervenga militarmente. Pero el efecto de la secesión en su electorado se verá pronto, en las elecciones municipales de mayo, que pueden muy bien ser la tumba del Gobierno supuestamente proeuropeo de Boris Tadic.

El Partido Radical Serbio, presidido provisionalmente por el extremista Nikolic (su presidente oficial, Vojka Seselj está siendo juzgado por genocidio en La Haya) podría hacerse con el poder. Quienes se preguntan por qué los albano-kosovares no están dispuestos a aceptar ni siquiera una autonomía dentro de Serbia deberían asistir a un mitin de Nikolic. Es probable un giro de Serbia hacia el paneslavismo. Ahora mismo, Rusia ya controla la economía serbia, y Gazprom, el gigante ruso del petróleo, acaba de hacerse con el monopolio energético en el país.

El nuevo Kosovo no nace de pie, que duda cabe. Se da por hecho que los serbokosovares que viven en enclaves a lo largo del país se irán marchando paulatinamente, y la fuerza de policía que va a enviar a toda prisa la UE no podrá hacer otra cosa que regular esa inmigración en masa.

El problema más serio se dará en el área de Mitrovica, donde el río Ibar hace de frontera para la única región de mayoría serbia en Kosovo. Los serbokosovares y Belgrado ya han anunciado su intención de celebrar allí las elecciones municipales serbias y se habla de la formación de un parlamento propio. La partición quizás fuese una buena solución para estas comarcas, pero esto plantearía el problema de las regiones del sur de Serbia propiamente dicha, Bujanovac y Presevo, donde hay una minoría albanesa a la que quizás se forzaría a emigrar a Kosovo.

Ajustes de cuentas

Aunque ni Kosovo ni Serbia quieran un conflicto, los disturbios y los ajustes de cuentas no serán fáciles de evitar. Existen otros peligros: las minorías albanesas de las vecinas Montenegro y Macedonia podrían crear parlamentos autónomos e intentar integrarse en Kosovo y la República Serbo-Bosnia podría intentar unirse a Serbia, desestabilizando de nuevo la situación. Pero ambas cosas son improbables.

En todo caso, no existe alternativa para la independencia. Durante veinte años, el Gobierno de Belgrado maltrató sistemáticamente a la población albanesa de Kosovo, la cual, a pesar de constituir el 90% del total, fue desprovista de buena parte de sus derechos. Sus universidades fueron cerradas, se prohibió su lengua y se estableció un régimen de segregación en el que existían autobuses, escuelas y hasta lavabos públicos segregados para albanokosovares y serbokosovares.

La autonomía que ofrece Serbia es la que Kosovo ya tenía en 1990, cuando Slobodan Milosevic la anuló de un plumazo. Kosovo es un precedente, sí, tal y como dicen España, Bulgaria o Grecia, pero lo es de lo que le ocurre a un país incapaz de respetar a todos sus ciudadanos e impone por la fuerza la cultura de unos sobre la de los otros. Como los maltratadores, llega un punto en que ya no se puede creer en su promesa de reformarse y se impone la orden de alejamiento. Dicho un tanto brutalmente, Serbia se lo ha buscado.