En el alcalde de Roma, elegido para dirigir el nuevo Partido Democrático, están depositadas las esperanzas de muchos que confían en una renovación de la política
16 oct 2007 . Actualizado a las 02:00 h.A Walter Veltroni, alcalde de Roma, le gusta llevarse bien con todos. Tal vez por eso invitó a entrar en el nuevo Partido Democrático italiano a Veronica Lario, esposa de Silvio Berlusconi, rival de la nueva formación. Las elecciones primarias del domingo han demostrado que es un personaje que gusta al haber logrado más de un 75% de los votos. Este romano de nacimiento y de corazón está contento con el resultado que lo confirma como líder del partido que nace de la unión de Demócratas de Izquierda, la Quercia y La Margarita.
Nacido en 1955, casado y con dos hijas, Veltroni es hijo de un conocido periodista. Muy joven empezó a militar en la Federación Juvenil Comunista. Su primer cargo, concejal de Roma con el Partido Comunista Italiano (PCI), lo obtuvo con 21 años, y con 32 entró en el Parlamento. Cuando en 1989 Achille Occhetto decidió transformar el viejo PCI en el Partido Democrático de Izquierda, Veltroni estaba a su lado. Con el primer Gobierno de Romano Prodi, en 1986, ocupó la cartera de Bienes Culturales y una vicepresidencia. Desde el 2001 es alcalde de Roma. En el 2006 renovó su mandato con más del 61% de los votos.
Entre uno y otro cargo político, Veltroni ha tenido tiempo para dirigir el periódico del PCI, L'Unitá, y escribir numerosos libros, desde ensayos hasta novelas de gran éxito. Apasionado del cine, es suya la idea del festival Cinema, la fiesta del cine, con el que Roma intenta igualarse a Venecia. Gran animador cultural de la capital, ha fomentado la celebración de diversos eventos, como las Noches Blancas. Su perenne sonrisa y su afabilidad han atraído a los votantes de izquierda moderada y a muchos simpatizantes de derechas que alaban su gestión en Roma.
Siempre se ha sentido cercano a los jóvenes, a los que ha involucrado en diversos proyectos y con los que ha viajado a África y a Auschwitz. Tras realizar un corto con adolescentes, no dudó en doblar al alcalde de la película de animación de Disney, Chicken Little.
En el PC sin ser comunista
Sus detractores dicen de él que se afana demasiado en gustar a todos. La izquierda le ha criticado sus relaciones con el Vaticano. Fue él, que siempre se ha declarado ateo, quien nombró ciudadano de honor de Roma al papa Juan Pablo II. Aún habiendo militado en el PCI, dice que no ha sido nunca comunista. Muchos aún le reprochan sus palabras de 1995: «Se podía estar en el PCI sin ser comunista.»
Sabe como dirigirse a la gente transmitiendo tranquilidad y serenidad, y convenciendo con sus palabras. Tal vez lo que los italianos, cansados de los histrionismos de Berlusconi y otros líderes políticos, necesitan. Muchos ciudadanos han puesto en él las esperanzas para llevar a cabo las ansiadas reformas prometidas por el centroizquierda en la primavera del 2006. Es el hombre del consenso.