El «Titanic» conservador se hunde

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ELECCIONES EN REINO UNIDO Los «tories» han perdido terreno en toda la sociedad británica, incluida la clase media, su principal bastión En 1997, el desastre conservador en las urnas tuvo causas diversas: los constantes escándalos en el partido, la política europea y el deseo de cambio en el electorado después de 18 años de gobiernos «tories». Cuatro años después de la debacle, William Hague no ha atinado con las directrices y no ha sabido ganar terreno al Nuevo Laborismo. También esta vez los motivos son varios: Europa; la derechización del partido con la consiguiente cesión del centro político a los laboristas; un líder con escaso atractivo y una campaña electoral errática. Aunque sin decirlo, los conservadores son conscientes de la nueva derrota electoral que se les avecina.

05 jun 2001 . Actualizado a las 07:00 h.

¿Qué les sucede a los conservadores que se ven obligados a recurrir a la ex-primera ministra Margaret Thatcher, la Momia, que lleva diez años jubilada, en un intento por ganar un puñado de votos? Es un ejemplo de la situación de crisis que atraviesa el conservadurismo. Las encuestas ponen de relieve que los tories han perdido terreno en todas las clases sociales británicas, incluida la clase media -el bastión del thatcherismo- donde el 40% vota por los laboristas. Además, sólo el 41% de los votantes conservadores opinan que Hague sería el mejor primer ministro, lo que supone la peor imagen política desde que Michael Foot lideraba el laborismo en 1983. Esta situación ha conducido a que la moral de las bases del partido se encuentre por los suelos. Valores anacrónicos Los conservadores no han sabido crear un programa político que pueda sustituir al que les ha sido arrebatado por el laborismo. Por el contrario, desde el inicio de la campaña electoral, Hague y sus seguidores adoptaban valores anacrónicos, como utilizar mano dura con los emigrantes -proponen recluir a todos los exiliados en centros penitenciarios y estudiar caso por caso para o concederles permiso de estancia o repatriarles a sus países-. Para el tema europeo, utilizaron a Margaret Thatcher, pero se les fue de mano, ya que calificó de «blanda» la postura de su jefe de partido, que propone salvar la libra al menos por cinco años. La ex-primera ministra preconiza un rotundo rechazo a la adhesión al euro. Para colmo de males, al Partido Conservador no se le augura presencia en todo el territorio. En escocia, por ejemplo, no tienen ni un solo parlamentario y las encuestas le auguran menos votos que en 1997. Hague, en el colmo de la desesperación, ha tenido que echar mano del voto del miedo al advertir del peligro de una mayoría aplastante laboristas porque, como decía Thatcher, «pondría en peligro la democracia». También, el líder conservador sugiere que las elecciones del jueves son en realidad un referéndum sobre el euro, cuando en realidad habrá una consulta popular al respecto en un año. Siguiendo esta campaña tremendista, Hague advirtió ayer mismo que los laboristas planean una segunda oleada de matanzas de animales por la fiebre aftosa. Es decir, los conservadores, llevados por el pánico, han desperdiciado la campaña electoral para exponer sus argumentos ideológicos o su programa político. En definitiva, tal como indicaba el periodista norteamericano y autor de Colores Primarios, Joe Klein, «lo peor de todo es que los conservadores están desesperados y se les nota, saltan de una política a otra, no tienen una respuesta al laborismo, se acabó el juego para ellos».