Las lágrimas del corazón celeste

x.r.c. VIGO

GRADA DE RÍO

Oscar Vázquez

Aspas, que cumplía 300 partidos, volvió al rescate y de nuevo fue determinante, por goles e influencia

31 mar 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Nunca le había marcado al Villarreal en Liga, uno de los tres equipos que se le resistían en la élite del fútbol español, pero eligió el momento más necesario para hacerlo, cuando el Celta se jugaba la vida y estaba con la soga del descenso al cuello y apretada. Iago Aspas (Moaña, 1987), que cumplía 300 partidos con el primero equipo, lo hizo por partida doble, en ambos casos a balón parado. Primero de falta desde una de sus posiciones predilectas (la media luna) y después de penalti engañando por completo a Sergio Asenjo, aunque el golpeo no fue del todo ortodoxo. En total, y pese a estar tres meses parado, ya suma 12 goles. Y de paso arrastró a Maxi Gómez para que pusiera fue a su sequía con uno de los artes que mejor domina, el remate de cabeza.

Su actuación, cumpliendo las expectativas de un celtismo que le idolatra, como final de un calvario de tres meses por una lesión en el gemelo, le llevaron al llanto en el banquillo cuando fue relevado en el minuto 89. Iago no vio los minutos finales, se dedicó a llorar sin consuelo recordando por todo lo que había pasado desde aquel 22 de diciembre: «Sufrimos muchísimo en este tiempo, mi familia sabe lo que he aguantado en los tres últimos meses sin poder ayudar a mis compañeros», comentó en primer lugar antes de poner en valor el papel del celtismo. «No nos merecemos a esta afición porque estábamos a cuatro puntos de la permanencia, sin ganar en los últimos meses, nos hacen este recibimiento, este jaleo después de ir perdiendo 0-2 en casa jugándonos la vida y creo que gracias a ellos hemos remontado, nos han dado ese aliento», sentenció.

Iago, como el equipo, fue de menos a más. Le costó entrar en el partido después de tanta inactividad, mandó un aviso en forma de tiro cruzado antes del descanso y volvió de nuevo en plan salvador, como en el 2009 y el 2013, tras el descanso para liderar la remontada. «Las sensaciones no habían sido tan malas como el marcador había dicho porque de un córner y de una contra se pusieron 0-2 pero hemos seguido creyendo con más ganas que fútbol». Porque el de Moaña, como el resto jugó las liberado en la reanudación, convirtiéndose en una pesadilla para la zaga amarilla. Además estuvo de lo más certero, con un 100 %: dos tiros entre los tres palos y dos goles. Y otro por encima del larguero. También con un 77 % de acierto en el pase (30 de 39).

Aunque más allá de los números está su influencia en el juego. Él hace mejores a todos, aunque como de costumbre, para el moañés solo exista el colectivo. «Creo que es un punto de inflexión que necesita la plantilla, tenemos otro partido importantísimo el miércoles, tenemos la salvación en nuestra mano y dependemos de nosotros mismos».

Por eso quiere aparcar el monumento que proponen algunos. «Ya hablaremos a final de temporada cuando nos salvemos». Esa es su tarea.