Ocho pisos en brazos para acostar a su niño con parálisis cerebral y un 100 % de discapacidad: «Le cambiamos el pañal en el garaje»

GALICIA

La familia de Mario Henok, que depende de una silla de ruedas adaptada que pesa 20 kilos, lo subió por las escaleras al no funcionar el ascensor como consecuencia del apagón en A Coruña
30 abr 2025 . Actualizado a las 13:26 h.Cuando la parálisis cerebral hace a un hijo dependiente de una silla de ruedas eléctrica adaptada no cabe la opción de sentarse con él en el sofá hasta que vuelva la luz. De la silla hay que llevarlo a la cama, y viceversa. Con ese inconveniente y con el de vivir en un octavo piso con el ascensor inoperativo se encontró ayer la familia de José Luis Fernández Gallego y Paula Fernández Amboage, que subieron a pulso a su hijo Mario Henok hasta el ático de A Coruña en el que residen en la zona de San Roque. A este hijo, de 11 años y origen etíope, se une Álex Tuan, de 6, al que adoptaron en Vietnam en el 2020, siete años después que a Mario.
«Mario llegó a las seis de la tarde del colegio. Va a Aspace, y afortunadamente allí tienen generador propio, por lo que ellos no notaron la incidencia», cuenta su padre, que no obstante asegura que lo complicado llegó para ellos después, a su regreso: «Nunca habíamos tenido que subir los ocho pisos sin ascensor, no nos había pasado en los siete años que llevamos viviendo aquí, pero siempre tiene que haber una primera vez para todo».
El niño pesa 23 kilos y no dispone de la movilidad necesaria como para poder ayudar a hacer más liviana la subida. Su silla adaptada, en la que cuenta con una tableta integrada que le sirve para comunicarse a través de la vista, pesa otros 20 kilos. Afortunadamente, su madre lo subió en el colo hasta casa, pero disponen de un garaje donde pudieron guardar la silla durante toda la noche para evitar subir de nuevo los ocho pisos cargando con ella. Sin embargo, la espera hasta poder llevar a casa a Mario no fue tan sencilla.
«Estiramos la hora de subirlo hasta las ocho y media, para que fuese prácticamente la hora de acostarlo, para que pudiera estar en la silla durante el resto de la tarde, también con la esperanza de que entre tanto volviera la luz. Mientras tanto, lo cambiamos en el garaje —el niño no tiene control de esfínteres—», indica José Luis.
Una vez salvadas las barreras físicas y estando ya los cuatro en casa, aprovecharon que aún había luz para poder acostar a los niños. «Álex nos confesó después que estaba un poco preocupado, imagino que por vivir una situación extraña y porque nos veía a nosotros, y cómo todas las rutinas cambiaban. Pero al final fue todo bien, quedó todo solventado», aseguran los padres, que una vez salvadas todas las barreras físicas pudieron al fin meter en cama a sus dos hijos y subir por la mañana la silla de ruedas en el ascensor.