Quién es quién en el clan Santórum

Javier Romero Doniz
Javier Romero VIGO / AROUSA / LA VOZ

GALICIA

Santórum, a la derecha, con los dos guardia civiles a los que corrompió
Santórum, a la derecha, con los dos guardia civiles a los que corrompió RAMON LEIRO

El fugado Juan Carlos se rodeó de su hermano, pareja, cuñado y hasta un constructor de planeadoras para crear un primer anillo de confianza; los otros arrestados, todos en prisión, cierran la banda

16 jun 2023 . Actualizado a las 19:55 h.

Juan Carlos Santórum se movió hasta su fuga en una corriente Citroën Berlingo y, a ojos del fisco, cotizaba como un asalariado más de El Diablo Estudios S.L. Una discreta pyme ubicada en la céntrica plaza do Parque de Vilanova de Arousa y de oferta concreta: «Todo tipo de actividades relacionadas con la grabación y edición musical, de vídeo y/o de informática. Fabricación de aparatos receptores de radio y televisión».

De mandamás, como administrador, figura Sergio Fontao Oliveira. Emilio Xosé Rodríguez Castro, cuñado de Santórum, y Pablo García Villadeamigo completaban la plantilla hasta el 26 de abril. El último zarpazo al narcotráfico, con 4.500 kilos de cocaína incautados, fue la puntilla de El Diablo Estudios y destapó un sistema de organización criminal basado en lazos sanguíneos y lealtades aparentemente inquebrantables. Un clan en toda regla, hermético y de roles claramente definidos.

De ahí que El Diablo Estudios S.L. se considere policialmente «una tapadera de la organización que facilita a sus miembros cobertura legal para justificar los ingresos procedentes de actividades ilícitas». Incluso el organigrama supone otro elemento de despiste por la figura del administrador. Sergio Fontao consta de responsable pero, ya en la banda de Santórum, ni llega a lugarteniente. Lo único seguro es que Juan Carlos no realizaba actividad laboral alguna ni tiene vínculos con dicho sector musical. Lo suyo fue siempre la náutica y pilotar, de ahí que a sus 40 años recién cumplidos acumule media vida en el filo de la navaja desde los inicios en el hachís. Su jefe entonces era Manuel Charlín Gama, el patriarca. Luego llegó Patoco y su all star de lancheros, donde Santórum ejercía de becario. Pasaron los años y se emancipó para acabar de jefe en connivencia con su hermano Ricardo, menos visible pero con idéntico mando en plaza.  

Juzgado 3 de Vigo

El principio del fin para los Santórum se fechó el 3 de julio del 2019. Una cita en un bar de Vigo encendió la mecha de las diligencias compartidas entre la Policía Nacional y el Servicio de Vigilancia Aduanera. Juan Carlos se vio con el constructor de planeadoras Fidel Barroso, considerado «no solo el fabricante de lanchas para la organización, sino que es el nexo de unión entre la rama de proveedores de la sustancia estupefaciente y los transportistas (clan Santórum)». Lo siguiente fue constatar el alcance de la organización con cinco naves industriales. Una, en Rubiáns (Vilagarcía), pertenece a Promociones Ría de Arosa y Vigo S.L. Figura a nombre de la pareja de Juan Carlos y a la vez hermana de su lugarteniente, Emilio Xosé Rodríguez Castro. Otra evidencia de la naturaleza opaca del clan. Ya el 23 de octubre, Fidel Martínez probó una lancha en el puerto de Bouzas (Vigo) junto a Santórum, su cuñado y el ya mencionado Sergio Fontao. La planeadora pertenece a Promociones Ría de Arosa y Vigo.

Las reuniones fueron a más con la incorporación de nuevos sospechosos: los hermanos Pablo y Marcos García Villadeamigo -apodados los Canarios-, José Ramón Maquieira, los pilotos Braulio Vázquez e Ismael Cores y José Yamandú Reboiras. Encuentros y más encuentros, recados, gestiones, idas y venidas en discretos vehículos adoptando medidas de seguridad hasta el punto de acomodarse en la paranoia. Todo para operar en las naves de Sanxenxo, Vigo, Mos, Tomiño, O Grove y Portugal, incluso galpones en la playa del Castelete (Vilanova). Pero la prueba definitiva de que algo gordo se cocía llegó entre el 24 y el 25 de febrero. Ocurrió en un bar del perímetro de Vigo próximo a la empresa de Fidel Fernández, que acompañaba a Juan Carlos, su cuñado, Fontao y Maquieira. Frente a ellos uno de los considerados proveedores, Sergio Rodríguez Tadín, gallego, experto en hachís y con residencia habitual en Barcelona. Junto a ellos, un «traficante de drogas de la zona de Cádiz y piloto de planeadoras».

El baile de lanchas desplazadas entre las naves investigadas, con el uso de una gabarra, cabezas tractoras y sistemas de contravigilancia suponen el enésimo indicio incriminatorio. También «el lenguaje empleado en los contactos telefónicos, siempre deliberadamente críptico», concluye la investigación. Incluso Fidel contrata en Portugal un transporte para enviar semirrígidas a Málaga con la mayor discreción. Fidel se descubre igualmente el 13 de marzo al citarse con Santórum en las inmediaciones de Sanxenxo. Llegó al encuentro acompañado de los considerados proveedores de la mercancía: el ya citado Sergio Tadín y Abdellah El Kamouni Morad. Por encima de ellos, un espectro de números de teléfono en los que tan solo se escucha hablar en clave y con pronunciado acento de Sudamérica.

Organizar semejante infraestructura de planeadoras implicó exponerse en pleno confinamiento. El 14 de abril visitaron playas en Dorrón y Bordóns (Sanxenxo) y Samieira (Poio) como opciones para la descarga. Se constata igualmente que la nave de Tomiño, en el polígono industrial El Sobral, tiene acceso directo al embarcadero del río Miño. Ya de regreso a Arousa los multó la Guardia Civil por saltarse el estado de alarma. Sancionó a Juan Carlos, su cuñado Braulio Vázquez, Ismael Cores y Fontao. Dio igual, Santórum y su cuñado regresaron al día siguiente con un remolque enganchado al coche. Ya el día 21, cinco antes de las detenciones, resulta evidente que todo se acelera con la compra de 2.000 litros de combustible: «No es una cantidad relacionada con las actividades diarias de cualquier ciudadano, sino que es la cantidad que se baraja en el narcotráfico para alimentar lanchas rápidas», añade la investigación. 

Últimos flecos

El reparto de teléfonos satelitales se efectuó al día siguiente. Juan Carlos ordenó a Pablo García la entrega de varios a un desconocido. Ya por la tarde, Santórum y sus lancheros «acordaron incluso las cantidades que debían ir en cada una de las embarcaciones» pertrechadas para salir desde diferentes puntos del litoral. Se constata igualmente que Juan Carlos se hace cargo de pagar los alquileres de cada nave. Incluso se observa como entre sus planes figura vigilar, como viene siendo norma habitual, las patrulleras que el Servicio de Vigilancia Aduanera posee en Marín. «Pretenden detectar algún movimiento que les pueda alertar de que se encuentran pendientes de algún operativo encaminado hacia su interceptación». Lo siguiente fue hacer acopio de alimentos y agua, incluso verter por el sumidero el combustible sobrante y deshacerse de más pruebas. Daba igual, el día 25 cayó el alijo de cuatro toneladas y media en alta mar a bordo del Karar. Al día siguiente, en su Arousa natal, el clan Santórum fue detrás.

A Juan Carlos le constan dos números de teléfono móvil, uno español y otro portugués. Otra evidencia de su pasión por el país vecino. También se sabe que planeó una posible huida por mar. Se lo comentó a Fontao pocas horas antes de explotarse la investigación. «Si hubiera algún problema iría a Esteiro (Muros) para ocultar la mercancía de manera segura en una cueva existente y esperar a que la vigilancia aminorase para con posterioridad recoger la cocaína». Solo la idea permite calibrar la percepción que Santórum tiene del litoral gallego y sus distancias, playas, calas, puertos e incluso cuevas. Escondites naturales hasta ahora más propios de piratas que de narcos.