Los 29 gallegos de los gulags de Stalin

GALICIA

Los prisioneros gallegos trabajaban como esclavos en los campos de concentración soviéticos
Los prisioneros gallegos trabajaban como esclavos en los campos de concentración soviéticos

Lucharon contra la España fascista pero en Rusia no encontraron la tierra prometida, sino la pesadilla soviética

19 ago 2019 . Actualizado a las 23:24 h.

La reciente inclusión en el Boletín Oficial del Estado (BOE) de los 109 gallegos fallecidos en los campos nazis -básicamente, en el austríaco de Mauthausen y en su subcampo de Gusen- reflota la historia de otros 29 nombres. Ellos pertenecen a otra lista, más desconocida si cabe. La de los gallegos republicanos confinados en los gulags de Stalin. Los que no murieron, trabajaron durante más de una década como esclavos en los campos dispersos por la estepa rusa. Cómo fueron a parar ahí es la pregunta que, seguro, se formulaban cada día de su calvario.

Tarjeta postal. El buque de fondo es el Cabo San Agustín, en el que viajaban buena parte de los gallegos republicanos apresados en Odesa, en el mar Negro, y enviados a los gulags. La tarjeta es de 1947. En ella, la Federación Española de Deportados e Internados Políticos insta a liberación de los marinos del mercante español
Tarjeta postal. El buque de fondo es el Cabo San Agustín, en el que viajaban buena parte de los gallegos republicanos apresados en Odesa, en el mar Negro, y enviados a los gulags. La tarjeta es de 1947. En ella, la Federación Española de Deportados e Internados Políticos insta a liberación de los marinos del mercante español

«Foron vítimas de dous totalitarismos. O de Franco e o de Stalin. A súa culpa? Ter ideas avanzas e ser demócratas», cuenta el Catedrático de Historia Contemporánea de la USC, Lourenzo Fernández Prieto. El grupo Histagra, de su facultad, llegó a las vidas de estos gallegos de forma colateral, «mentres investigabamos ás vítimas da represión franquista. Caemos na conta de que eles o eran, só que a moitos quilómetros de distancia», apunta Gustavo Hervella, colaborador de Fernández Prieto en el proyecto Nomes e Voces.

Carta de un gallego. La mayoría de los republicanos gallegos confinados en los campos rusos, como el marino de A Pobra do Brollón Pedro Armesto, sobrevivieron. Muchos  regresaron en 1954 en el barco Semíramis, junto a los soldados de la División Azul. Se calcula que dos docenas de estos voluntarios de la unidad militar también eran gallegos
Carta de un gallego. La mayoría de los republicanos gallegos confinados en los campos rusos, como el marino de A Pobra do Brollón Pedro Armesto, sobrevivieron. Muchos regresaron en 1954 en el barco Semíramis, junto a los soldados de la División Azul. Se calcula que dos docenas de estos voluntarios de la unidad militar también eran gallegos

En este trabajo han conseguido contrastar las identidades y el destino de 24 gallegos. Recurrieron a registros civiles, causas militares, fuentes orales y a la prensa. Otras investigaciones, la de la escritora Luiza Iordache -a partir de las fichas de los españoles facilitadas por el Gobierno de la exrepública soviética de Kazajistán en el 2013- y la de otro historiador de la USC, Xosé Manoel Núñez Seixas, completan un tapiz que, de momento, se compone de 29 fichas. «De seguro, houbo máis», admite Hervella.

El barco fatídico

Cuando se repasan sus oficios, llama la atención que el grueso de estos prisioneros eran marineros. De Vilagarcía de Arousa, Catoira, Ribeira, A Pobra do Caramiñal, Ferrol, Viveiro, Pontedeume, Pontevedra o A Coruña. «Case todos eran tripulantes da embarcación Cabo San Agustín. Hai que ter en conta que boa parte da Mariña española era republicana. Cabo San Agustín foi un dos mercantes enviados a Odesa a recoller cargamento da URSS. No 39 o fin da Guerra Civil píllaos no mar Negro. Stalin dálles a elixir: ou volver á España de Franco ou quedar. Inxenuos, pensaron que a opción era real. A maioría dixo volver á Galicia. O que pasou é que os encerraron nos gulags», detalla Núñez Seixas, que coordinó en el Consello da Cultura Galega el Repertorio biobibliográfico do exilio galego.

Como el de Nomes e Voces, ambos documentos se pueden consultar en Internet. Sus protagonistas son el marinero de A Coruña Rosendo Martínez Ermo, muerto en el gulag de Norilsk; José Plata Loira, marino de Pontevedra con un final idéntico; el piloto de aviación de Viana do Bolo José Romero Carreira o el médico catalán nacido en Vigo Julián Fuster Ribó.

Rusia no facilita los archivos

«Os arquivos militares soviéticos son de moi difícil aceso, sobre todo, desde que Putin chegou ao poder. Isto é o que pode motivar algúns bailes de números», explica Núñez Seixas, que subraya: «Non podemos obsesionarnos coas cifras. É máis importante a información cualitativa».

«Pensaban en Rusia como aquela idea do paraíso prometido do proletariado. Alí atoparon outro réxime totalitario», desliza Andrés Domínguez Almansa, integrante del grupo Histagra. El campo de concentración soviético de Karagandá (Kazajistán) fue el que retuvo a más gallegos. El destino quiso que allí compartieran cautiverio con los que, en casa, eran sus «enemigos».

Los gallegos de la División Azul

Además de los republicanos, en los gulags estuvieron prisioneros unos 450 soldados españoles de la División Azul. «Non os incluímos no mesmo listado porque foron combatentes capturados no campo de batalla en chan ruso», justifica Domínguez Almansa. «Moitos eran voluntarios que ían só pola paga, outros falanxistas convencidos. Ficaron nun limbo xurídico. España non lle declarara a guerra á URSS, pero formaban parte do exército regular alemán», cuenta Núñez Seixas, autor de Camarada Invierno, sobre la unidad militar.

En 1954, tras unas negociaciones, «crese -dice Núñez Seixas- que os intercambios comercias entre España e a URSS comezaron despois disto», 286 supervivientes divisionarios retornaron al puerto de Barcelona en el Semíramis. «O 12 % eran galegos», aclara el historiador. A bordo, iban algunos de los republicanos capturados. «A convivencia foi boa no gulag, mesmo colaboraron entre eles», añade.

«Nós non somos nin os nosos pais nin os nosos avós. O importante de recuperar estas historias é ver o mal que foron capaces de facer as persoas e que, por sorte, melloramos bastante este mundo», concluye Fernández Prieto.