No les manden cestas de Navidad

Juan María Capeáns Garrido
juan capeáns SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

PRADERO

El código ético de la Xunta cumple cuatro años y, al menos a la vista, ha logrado erradicar los regalos a los altos cargos

24 nov 2018 . Actualizado a las 13:11 h.

¿Cuánto vale una litografía de un artista desconocido? ¿80 euros? ¿800? ¿Debe aceptar un cargo público un décimo de lotería que puede resultar premiado? Son algunas de las dudas que asaltan, cada vez menos, a los responsables de la Dirección Xeral de Avaliación e Reforma Administrativa, que es el departamento autonómico encargado de pasarle el escáner ético a cada obsequio que llega a la Xunta, y que desde el 2014 tiene su propio librillo de actuación: «Ante la duda, se integran en el Patrimonio», aseguran desde Vicepresidencia, donde también deciden si se ceden a oenegés y bancos de alimentos en el caso de tratarse de productos perecederos.

Es la confirmación definitiva del ocaso de la cesta de Navidad, que en los tiempos de gloria fue el regalo de cortesía por excelencia con la clase política por estas fechas. Por las residencias presidenciales de Roxos y de Monte Pío, y también por los domicilios particulares de conselleiros de todos los colores, llegaron a desfilar decenas de repartidores cargados con viandas, latas, patas de jamón, dulces y botellas de vino. Hasta que todo se avinagró con las escuchas telefónicas judiciales desveladas en plena crisis, que provocaron que el tribunal popular, soberano, mordiese en la yugular de la moral política. Ante la exasperante lentitud de la Justicia, el exigente código ético es, probablemente, la mayor conquista alcanzada por la ciudadanía gallega indignada a raíz de la operación Pokémon.

Entre los últimos obsequios recibidos había un reloj Tissot y objetos de la firma Montblanc Hace cuatro años Feijoo optó por sacarse el incómodo problema de encima y decidió que el que quiera llegar a Navidad con un sueldo público que se pague el turrón, y más si es el más caro del mundo, porque puso el precio de corte en 90 euros. Ese es el valor máximo por el que el político o alto cargo gallego agasajado puede entender que se trata de una «costumbre social de cortesía», por lo que no ha de informar de su recepción. Tampoco tienen que elevar la consulta cuando se trate de artículos de escasa entidad, como agendas, bolígrafos o calendarios, pero sí las atenciones desmedidas que se puedan recibir por la asistencia a actos. Es el caso de un juego de oficina de la firma Montblanc, que excedía sin duda ese umbral, igual que un reloj de bolsillo Tissot, una insignia de brillantes o un busto de Eduardo Pondal.

Con estos parámetros se ha movido la Xunta en estos cuatro años -en Europa el límite está en 150 euros- y, a pesar de que la decisión se divulgó adecuadamente, han seguido llegando obsequios. Hasta esta semana el departamento encargado de las valoraciones ha analizado 221 expedientes por regalos recibidos por altos cargos, de los que un 25 % resultaron tener un valor superior al autorizado. El declive es evidente: en el 2015 aparecieron 95 obsequios, y en lo que va de año, 12.

Pensar que todos los altos cargos han tenido presente el código ético en los últimos años puede ser inocente, tanto como que alguna empresa o particular siga enviando regalos de cierto valor, un gesto que empieza a enmarcarse más en el despiste que en un interés real por influir, porque la recepción de paquetes genera ahora «verdadera incomodidad», según un alto funcionario. Otra cosa es lo que ocurra en la soledad del despacho o cuando el paquete llega a la vivienda particular. Ante la duda, lo más eficaz es regalar libros o discos, pero que no sean de oro

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