Feijoo: «No puedo fallarles a los gallegos»

Juan María Capeáns Garrido
Juan Capeáns SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

Gladys Vázquez / Álex López-Benito

El presidente de la Xunta esgrime su compromiso electoral hasta el 2020 para no entrar en la batalla sucesoria del PP y se compromete a defender España y la Constitución desde Galicia

19 jun 2018 . Actualizado a las 09:26 h.

El presidente de la Xunta seguirá siendo presidente de la Xunta. Ocho minutos le llevó a Alberto Núñez Feijoo revelar esta aparente obviedad tras la que ha tenido que existir una profunda reflexión, a tenor de la emoción con la que fue encarando las frases que encerraban un hecho tan insólito en estos tiempos como es escuchar a un político cumpliendo su palabra: «En el año 2016 pedí a los gallegos su confianza. Me comprometí con ellos hasta el 2020. Les transmití mi ilusión y confianza. Los gallegos nos han respondido con su voto mayoritario, con una mayoría excepcional, y yo, sin haber completado mi compromiso, no puedo fallarles a los gallegos, porque sería fallarme también a mí mismo».

Era la frase en mayúsculas, la que estaba marcada en un discurso que, a pesar de pronunciar en castellano, seguro que no entendieron demasiado bien aquellos que no siguieron en el 2016 la sencilla pero efectiva idea que le llevó a su tercera mayoría absoluta: Galicia, Galicia, Galicia. Al acabar el párrafo, bebió, hizo su característico gesto de recolocarse las gafas y se secó dos lágrimas. «Bueno, ya lo he dicho».

Feijoo, con la voz más entera, habló unos siete minutos más, en los que no abundó en nuevas razones, aunque sí reconoció que no hubiese transmitido un buen mensaje si el nuevo presidente del PP accede al cargo faltando a la palabra dada «a miles de ciudadanos por los que hoy soy algo en Galicia». A partir de ese momento pasó al ataque y enarboló su coherencia, una de las palabras más repetidas y con la que consiguió arrancar los primeros aplausos, que rompieron la evidente tensión del ambiente: «Intento ser coherente con mi opinión y con mis actos, tanto los pasados como los presentes». Fue la última frase que dijo con entereza y que también podrá servir para alimentar la tesis de que no da el salto a Madrid para evitar la trituradora mediática que le anunciaban desde las trincheras enemigas. 

Críticas sin nombres propios

Liberado de su reflexión personal, regresó el Feijoo de los fines de semana, el que se pone tras un atril con las siglas del PP a analizar la actualidad. Pero, sabedor de que su mensaje estaba siendo seguido por receptores no habituales, obvió nombres que tampoco hacían falta. Si había que hablar de incoherencia, ahí está a su juicio el Gobierno de Pedro Sánchez, que pactó a cualquier precio con quien dijo que no lo iba a hacer; o el oportunismo de los que se mueven a golpe de «veleta demoscópica y para ponerse medallas», en clara referencia a Ciudadanos. Y tampoco es excesivamente sagaz interpretar que al hablar del mal que están haciendo los egos en la política actual se refería a Pablo Iglesias. 

Política nacional desde Galicia

Evitó los nombres propios, también al referirse al futuro que le espera a su partido. «Estamos ante una importante posibilidad de ampliar nuestra grandeza. Tenemos futuro y tenemos personas muy capaces de liderar una nueva etapa, con acierto», advirtió como líder a los afiliados sin dar más pistas sobre sus preferencias. Y dejó sus últimos mensajes para reforzar su decisión, convencido de que «la grandeza del PP va más allá de su presencia en la capital de España y del Gobierno de la nación», esgrimió, para advertir que se puede hacer política nacional sin tener que pasar «por el puente aéreo Madrid-Barcelona».

Sus últimas frases, ya con los periodistas radiofónicos y de televisión cantando sus crónicas para toda España, fueron para defender la Constitución, como siempre ha hecho, pero con una perspectiva distinta: «Voy a seguir trabajando por el PP, pero desde el PPdeG». 

El hotel para dar pasos adelante le sirvió esta vez para un punto y seguido

Se sabía que el anuncio, el que fuera, se iba a producir en un acto del PP, pero no se conocía ni la fecha, ni el lugar. El momento escogido dio lugar a varias interpretaciones, pero el espacio físico bien podría pasar desapercibido. El hotel AC Palacio del Carmen fue el lugar en el que Feijoo anunció en el 2005 que se presentaba para suceder a Manuel Fraga al frente del PPdeG. Y en este mismo enclave transmitió a los suyos que sí, que se presentaba una tercera vez, para alivio entonces de los presentes.

En el gesto del centenar de personas que tenían una silla en los jardines se mezclaba la tensión y una cierta decepción o compasión, imposible de discernir, al ver al «jefe» sufriendo en una situación en la que suele ser firme, resolutivo y punzante. Ayer zozobró, como el corazón de muchos de los que acudieron a la cita sin saber en qué momento tenían que aplaudir o llorar. Algunos pensaban que al acabar les iban a pedir un aval. No fue el caso.

Una pequeña parte del auditorio conocía el nudo y el desenlace. Primeros espadas lo supieron solo unos minutos antes de entrar. Otros tuvieron que preguntar en medio del discurso: «¿Se queda, no?», tal fue su habilidad para pasar por encima de la decisión sin una negativa que le cerraría las puertas para siempre. 

Mimos y reacciones

Tras unos segundos eternos, se bajó del atril para dejarse mimar por los suyos. Los secundarios, todavía estupefactos, comenzaron a digerir el discurso. Y empezaron las fotos, los abrazos y el «seguimos trabajando», un clásico. Feijoo intentó saludar a todos, pero en los corrillos ya se hablaba del futuro sobre si volverá al mismo hotel para presentarse una cuarta vez en Galicia; sobre si el tren volverá a pasar en el 2020 porque las cosas «están muy feas» en Madrid; y venga selfis, y palmadas y más fotografías... En el perímetro del barullo, lejos del núcleo de decisión, fuera del foco de las cámaras, también hubo alguno que aprovechó la oportunidad para expresar su preocupación: «Pues a ver a quién ponemos ahora allá».