Se compran y se venden trabajos

a. sevilla / t. montero RIBEIRA, SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

Ed Carosía

Una decena de páginas web ofrecen servicios de expertos en las diferentes ramas del conocimiento para asesorar e incluso redactar proyectos académicos completos

24 feb 2018 . Actualizado a las 18:59 h.

En realidad, siempre ha existido. Pero lo que antes se hacía en la cafetería de la facultad, a lo que se llegaba mediante el boca a boca, se hace ahora a plena luz en Internet. El mercado de la compra-venta de trabajos académicos existe. No hace falta más que una búsqueda en Google para descubrir todas las opciones que tienen los universitarios de todo el país para que otra persona escriba sus trabajos de final de grado o máster. Más de una decena de páginas web ofrecen servicios de expertos en las diferentes ramas de conocimiento. Además, dan asesoramiento, así como la redacción completa de cada proyecto.

Todos ofertan textos a medida y es el propio interesado el que puede proponer el tema sobre el que versará. La confidencialidad es otra de las máximas que asegura y también se afirma que el trabajo será único, por lo que estará libre de plagios. El coste varía según la extensión, aunque, de manera aproximada, un trabajo fin de grado de 50 páginas rondaría los 600-700 euros.

El pago, en ciertos casos, se puede hacer de forma fragmentada, según el interesado va recibiendo los diferentes capítulos del proyecto. Para preparar la exposición, varias compañías ofrecen clases a través de Internet para que el cliente aprenda a defender su tesis.

A este tipo de negocios han accedido en alguna ocasión alrededor del 5 % de los universitarios. La cifra no es cien por cien real. Es lo que tienen los mercados negros. Pero sí bastante aproximada. Lo explican los miembros del grupo de investigación Educación y Ciudadanía de la Universidad de las Islas Baleares, que han participado en un proyecto sobre la honestidad académica y que maneja tanto una encuesta realizada entre los estudiantes de su universidad como otra realizada entre alumnos de toda España. ¿Conclusión? El 3,3 % de los universitarios reconocieron haber pagado a otro para que le hiciese un trabajo académico y más de un 23 % admiten haberlos redactado para otros compañeros, de su curso o de otros.

¿Ocurre en Galicia? Sí. Ocurre. Pero los casos son pocos. Al menos es lo que ocurre en la universidad con más estudiantes de las tres, la compostelana. Su vicerrectora de Comunicación, Rosa Crujeiras, utiliza la palabra «anecdóticos» y afirma que los estudiantes son honestos en su inmensa mayoría. Lo que no existe por el momento es una estadística pormenorizada. Llegará con el tiempo, cuando se puedan extraer cifras representativas gracias al software antiplagio implantado en las tres universidades.

El problema es que este software solo detecta trabajos copiados de otras fuentes. No sirve para los que se realizan a la carta, porque en realidad son originales. Es una evolución de las prácticas fraudulentas para, precisamente, saltarse las herramientas contra el plagio, como el programa que ya se usa en Galicia.

Desde el primer curso se explican a los alumnos las consecuencias del fraude

Las universidades están comenzando a tomar medidas para tratar de evitar el plagio en los trabajos académicos. En el caso de la compraventa de trabajos, práctica en la que no existe el plagio, solo queda apelar a la honestidad e insistir a los universitarios en la importancia de evitar el fraude en su trayectoria académica. Se hace ya. Desde el primer curso se les explican las consecuencias del plagio -las más habituales, el suspenso de la asignatura y hasta apertura de expediente- no solo en los trabajos de fin de grado o de fin de máster, sino también en los de cada una de las asignaturas de las que se compone la carrera.

Según el artículo de investigación de la Universidad de las Islas Baleares, ese 5 % de alumnos que han participado en el mercado negro de trabajos no es apenas nada en comparación con lo que ocurre en el mundo anglosajón. Las tasas en los macroestudios que se han realizado en esos países arrojan cifras del 16 % de estudiantes dentro del negocio de la compra-venta de trabajos académicos.

«Me fui a Roma con los 550 euros que me pagaron»

Eduardo Sánchez es el seudónimo de un vecino de Barbanza que hizo por encargo un trabajo fin de grado (TFG): «Me hacía falta el dinero y no lo dudé. Me fui a Roma con los 550 euros que me pagaron». Encontró el anuncio en un foro de Internet: «El interesado buscaba un licenciado en Historia. Yo no lo soy, le mentí, aunque tampoco me pidió más explicaciones».

Entablaron una extraña relación a través de correos electrónicos para avanzar con el proyecto: «Me mandó las normas que tenía que seguir. Daba la impresión de que todo estaba reescrito para que no localizase la universidad a la que pertenecía. No llegué ni a saber su nombre».

Le puso de plazo hasta julio y él aprovechó la biblioteca de la Facultad de Historia de la USC para hacer el trabajo. «Le iba mandando mis avances. No me pagó hasta el final. Llegué a pensar que podía estar haciendo el canelo, pero, bueno, me gustaba hacerlo». El trabajo versaba sobre Escipión, general de la República romana: «Me dijo que estaba trabajando y que no tenía tiempo».

Cuando el proyecto estaba listo, el barbanzano intentó que el estudiante le hiciese una transferencia a su cuenta: «No quiso. Me dijo que venía por mi casa. No sabía quién era y me dio algo de reparo. Al final, echamos la tarde, leímos el trabajo. Le dije dónde tenía que hacer hincapié en la exposición del texto. Estaba bien hecho, me esmeré».

Habían pactado 500 euros, pero le dio 550: «Le gustó, pero me obligó a borrar los archivos que tenía en el ordenador y los correos que nos habíamos enviado. No volví a verlo, ni por foros ni en ningún lado. Tampoco me dijo si estudiaba en Santiago o en otra universidad. Era una persona taciturna, un personaje de los que velan por Internet». El último mensaje que recibió por correo fue semanas más tarde. Le dijo que todo había salido bien: «Creo que sacó un 9».