Una lucense pagó 3.000 euros a sus inquilinos para poder recuperar su piso

GALICIA

ALBERTO LÓPEZ

Se lo alquiló a una pareja que metió en la casa a otras tres y a varios niños

23 ene 2018 . Actualizado a las 15:55 h.

La sindicalista lucense Carmen Aira puso su piso en alquiler en el mes de octubre a través de un portal de Internet. Acaba de recuperarlo tras pagarle 3.000 euros a la mujer de nacionalidad rumana con la que firmó un contrato a finales de ese mes. Le abonó esa cantidad sin recibir ni una sola mensualidad, salvo la que depositó con la fianza, después de que le llegaran recibos de calefacción, luz y gas por más de 1.000 euros y de que la inquilina le advirtiera que si no le abonaba 3.000 euros no le dejaba libre la casa hasta que no tuviera sentencia judicial en la mano, es decir, que iba a vivir seis meses más gratis. La avisó además de que tenía a un profesional de la abogacía a su disposición, que le cobraba muy poco y que estaba muy habituado a hacer frente a los procedimientos de desahucio, según explicó la afectada, que tiene miedo a represalias.

Este caso no es uno de los 310 de viviendas ocupadas que llegaron a los juzgados gallegos durante el pasado año. Aira no inició el procedimiento de desahucio, porque, según señaló, supondría seis meses más con el piso en manos de los inquilinos, pero no descarta emprender otros procedimientos penales contra la mujer con la que firmó el contrato.

«Varias veces chamáronme os veciños porque pensaban que tiraban tabiques» Carmen Aira calcula los gastos que le acarreó alquilar el piso: «Entre os 3.000 euros que lle dei baixo coacción, os recibos, o que non me pagou e o que lle teño que pagar ao avogado, roldan os 7.000 euros». Quedan por cuantificar los destrozos causados, que no son tan importantes como en otros casos. «Porque lle paguei o que me pediu para marchar. Se chego a esperar a sentenza, serían moitos máis cartos, porque a saber cómo deixarían a casa». «Varias veces -añadió- chamáronme os veciños porque escoitaban ruídos como se estivesen tirando tabiques».

Aira tenía varios candidatos para alquilar su piso, pero se decidió a firmar el contrato con una mujer extranjera, de unos 30 años, de aspecto cuidado. «Eu era sabedora da súa nacionalidade, e se llo aluguei a ela foi -explicó- porque son consciente da xenofobia que dificulta que moitas familias de fóra poidan atopar unha vivenda». «Neste caso -añadió-, chamémoslle M. M., está a facerlles un fraco favor aos seus compatriotas».

Los inquilinos, en otro piso

M. M., que se trasladó a otra vivienda en el mismo barrio de Lugo, unas calles más abajo, cuando habló con Carmen Aira le comentó que el piso lo quería para ella y para su compañero. «Chegaron a vivir catro parellas e unha morea de nenos, que deixaban as bicicletas no garaxe e non permitían pasar os coches». «Foi a policía ao bloque porque, despois de que unha veciña lles recriminase que non puidera sacar o coche, aparecéronlle os faros rotos».

Aira pudo recuperar su piso y cambiar las cerraduras después de pagar los 3.000 euros. Un notario hizo inventario y levantó acta del estado del piso, en el que quedaron daños menores, como huellas en las puertas de haber colocado candados para cerrar algunas habitaciones, que pudieron haber estado subarrendadas. En las zonas comunes de la comunidad también tuvieron que cambiar las cerraduras.

La sindicalista aseguró que se había sentido desprotegida por parte de las Administraciones.

La propietaria, que tiene miedo, no quiere que pueda ocurrirles lo mismo a otros propietarios

Junto al contrato de alquiler, Aira y la inquilina acordaron un inventario de los muebles, que dejaba cosas personales dentro y que le tendría que permitir el acceso a la casa para retirarlas y un plazo de dos días para cambiar los recibos de nombre.

El primer día que fue a retirar los efectos y el único que la dejaron entrar ya le abrió la puerta otra persona diferente a la inquilina. Le dijo que esta se había desplazado a una boda fuera de Lugo y que tenían que retrasar el cambio de titularidad de los recibos. A la semana siguiente la disculpa fue un viaje a Rumanía. «A partir de aí xa empecei a sospeitar. Xa non pagaron o mes de decembro e cando empezaron a chegar os recibos púxenme en contacto cun avogado para iniciar o procedemento de desafiuzamento».

De calefacción le pasaron a su cuenta un cargo de 390 euros en noviembre y 432 en diciembre «Tiñan a calefacción a tope día e noite e andaban en camiseta e coas fiestras de par en par». De luz tuvo que pagar 154 euros y de gas 102. Todavía le faltan por llegar algunos recibos.

Carmen Aira se decidió a denunciar públicamente lo ocurrido porque quiere advertir a otras posibles víctimas para que no caigan como ella en una misma trampa que le ha causado tantos quebraderos de cabeza y gastos. También reconoce que tiene miedo a que sus antiguos inquilinos o personas próximas a ellos quieran vengarse al verse ahora al descubierto. El piso no está vacío, por temor a que puedan volver a entrar sus antiguos moradores como okupas.