El párroco de A Barca cuando ardió la iglesia: «Unha desgraza así non a tiven na vida»

Juan Ventura Lado Alvela
j. v. lado CEE / LA VOZ

GALICIA

XESÚS BÚA

El religioso muxián recuerda el impacto de la catástrofe «para os muxiáns e para moita xente de fóra» y cómo han ido recuperándose del golpe en estos últimos años

03 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

«Aquilo foi tremendo. Sempre houbo cousas, dificultades, cuestións persoais, pero unha desgraza así non a tiven na vida», señala el párroco de Muxía, Manuel Liñeiro Lema (Moraime, 1929) al echar la vista atrás hacia las Navidades del 2013, cuando vio su amado santuario de Nosa Señora da Virxe da Barca primero devastado por un pavoroso incendio, y días después atacado por los temporales.

Nada más alertarlo a primera hora de la mañana de aquel fatídico 25 de diciembre se percató de que todo estaba perdido. Solo le quedaba el consuelo de saber que, «por sorte, non houbo ningunha desgraza persoal» y que la talla gótica original de la Virxe da Barca estaba a buen recaudo fuera del templo. «Ao abrir a porta da sancristía xa veu cara a min unha grande laparada de lume. Non había posibilidade de entrar nin de facer nada, porque aínda os incendios no monte, con todo verde, son moi difíciles de parar, para canto máis alí dentro con todo seco», explica el religioso, pese a lo cual está muy agradecido por el esfuerzo de Protección Civil, bomberos, Concello y vecinos en general. «Foi algo moi duro para os muxiáns e para outra moita xente de fóra de Muxía, porque á Barca veñen persoas de moitas partes. A Barca é de todos», añade.

Gracias a aquel trabajo contrarreloj en el que los profesionales y voluntarios salían de la iglesia cubiertos de hollín, se pudieron recuperar algunas piezas, como obras de arte o las réplicas de barcos que ahora vuelven a lucir colgadas del santuario, con alguna incorporación nueva.

«O resto do que había na sancristía: roupa, manteis, pezas de prata... Perdeuse todo, como o estandarte, que non se vía moito, porque só saía o día da procesión, pero estivo unha relixiosa traballando máis de 20 anos nel», cita Liñeiro, como prueba de la devoción y la entrega que muchas personas tienen hacia la Virxe da Barca, lo que les ha permitido nutrir el santuario durante decenios con obras de gran valor artesanal.

En lo económico ya es distinto, porque muchas de las buenas intenciones quedaron en «promesas» y después de «o primeiro golpe, que iso cubriuno o seguro» y el apoyo del Arzobispado, el resto ha tenido que ir asumiéndolo la parroquia «cos donativos e mesmo cun crédito que tivemos que pedir». Dinero que les ha permitido recuperar una parte importante de lo que había, aunque le falten elementos fundamentales, como el retablo barroco del altar mayor, al que ahora suple una imagen en gran formato, del fotógrafo colaborador de La Voz Xesús Búa.

Respecto a la gestión de las obras y actuaciones posteriores, el religioso no quiere levantar más polémica, aunque sigue convencido de que si se hubiesen protegido los muros, incluso con una capa de cemento provisional en la cubierta, se habrían evitado muchos problemas de humedades. «Niso estamos aínda agora peor que antes, porque a cuberta é moi grande, a auga baixa pola parede que non está ben encintada e un muro de dous metros de grosor non dá secado en todo o verán da auga que acumula no inverno, nin con deshumidificadores nin con nada», apunta, por lo que ve complicado que se pueda instalar un nuevo retablo en el santuario en un plazo corto.

Así, cuatro años después de ver la iglesia pasto de las llamas y que solo unos días más tarde, en Reyes, el mar partiese la Pedra de Abalar y rodease el templo llevándose por delante el muro perimetral, a Liñeiro le queda el recuerdo de «aquel vento tremendo, moito frío» y una sensación de devastación de la que nunca pensó que pudieran recuperarse. Sin embargo, y aunque les queda mucho por hacer, «o importante é que se puido volver abrir», porque realmente llegó a pensar que habían perdido A Barca para muchos años.