Aprender a ser madre tras el coma

Toni Silva A CORUÑA / LA VOZ

GALICIA

Después de dar a luz, Silvia sufrió una brutal subida de tensión que estuvo a punto de costarle la vida. Las secuelas le impiden atender a su propia hija

08 nov 2014 . Actualizado a las 08:37 h.

En abril de este año, Silvia Maroño esperaba el nacimiento de su hija a la vez que preparaba su boda con Sergio para el 25 de julio. A día de hoy, la boda aún no se ha celebrado y Silvia ha de recibir tantas atenciones como su hija Yanira, a la que aún no ha podido ni cambiar un pañal.

Porque esta joven madre de 23 años del municipio coruñés de Vilarmaior sufrió una fuerte crisis a los cuatro días de dar a luz. Apenas llevaba 24 horas en su casa y comenzó a convulsionar. La familia pidió entonces una ambulancia medicalizada, pero esta, según relatan, no solo no reunía esas condiciones, sino que tardó «más de media hora». Sergio, el novio de Silvia, intentó durante agónicos minutos que su pareja respirase todo ese tiempo. Finalmente llegó la ambulancia requerida y la joven entró en el Hospital A Coruña una hora y tres cuartos después del inicio de las convulsiones.

Así, la recién estrenada maternidad de Silvia se interrumpía abruptamente para abrir un largo período de atenciones sanitarias y un proceso judicial contra el Sergas. Porque además del episodio de la ambulancia, la familia de la joven considera que Silvia recibió el alta a destiempo, dada la obesidad que padece, así como no haber recibido una medicación que previene coágulos de sangre.

La joven madre estuvo doce días en coma, otros dos en la uci y luego en planta hasta el 23 de mayo. De ahí fue trasladada al cercano hospital de Oza, donde pasó otras tres semanas. El 13 de junio regresó a su hogar, iniciando un lento camino de recuperación de las secuelas de aquella crisis que estuvo a punto de acabar con su vida. «El pulmón quedó saturado de saliva aquel día y el cerebro estuvo no se sabe cuánto tiempo sin oxígeno», relata Fina Crespo, la madre de Silvia, que ha tenido que multiplicarse para atender a hija y nieta, además de sus obligaciones laborales. Sospechan que Silvia sufrió una eclampsia, «una subida de tensión brutal» de la que era candidata a padecer debido a la suma de parto y obesidad. De este modo, la joven de Vilarmaior aún no ha podido vestir ni desvestir a su hija, de siete meses. Y así seguirá hasta que sea capaz de vestirse ella misma. «Va mejorando, pero todavía necesita mucha ayuda», insiste Fina. En lugar de atender a su niña, Silvia reparte buena parte de su tiempo en acudir a rehabilitación, terapia ocupacional, fisioterapia e incluso al logopeda. «Tiene algunas secuelas en el habla, tartamudea desde que volvió a hablar y eso hace que opte por no abrir la boca, le da vergüenza», añade la madre, quien la acompaña siempre, también a sus clases de peluquería. «Obviamente, no ha podido presentarse a los exámenes prácticos».

La memoria, intacta

Lo que aquella subida de tensión no atacó fue la memoria. «Desde que regresó del coma siempre fue consciente de todo, al principio a mí y al resto de la familia nos hablaba con la vista, era desesperante para ella verse con una parte del cuerpo paralizado y no poder reaccionar», señala Fina, quien también ejerce el papel de portavoz de su hija.

Dado que el tema ha entrado en los tribunales -con la petición de un delito de lesiones imprudentes-, el Sergas declina ofrecer su versión de las convulsiones sufridas así como el retraso de la ambulancia. La representante legal de Silvia Maroño considera que su clienta «nunca debió abandonar el hospital sin que se le hubiera recetado ese anticoagulante, es evidente que con esa medicación hoy estaría disfrutando de su hija con total normalidad».

Esa es la nueva meta de Silvia, disfrutar de Yanira, el estímulo que la empuja cada día en el engorroso circuito de fisios y logopedas. «Si quiere hacer pública su historia es para evitar que otras mujeres sufran lo mismo», dice Fina, la madre, mientras mira el reloj. «Llegamos tarde a clase», se despide.