Que primero fue la corrupción y después llegó la ORA lo sabe hasta Bárcenas. Pero es de tal magnitud la cadena de favores en torno a este ¿servicio público? ideado presuntamente para resolver los problemas de aparcamiento en las ciudades, que una cosa (la corrupción) se confunde con la otra (la ordenanza). Quizás por eso los ciudadanos se muestren cada día más remisos a sacar el tique para aparcar el coche. Porque, ¿a dónde se va ese dinero?, ¿a pagar las nóminas de personas previamente enchufadas por un acto de caridad de algún político?, ¿a la compra de un Rolex?... Lo que se conoce del sumario de la Pokemon debería sacar los colores a los grandes partidos. Casi sucede lo contrario. Se ha puesto en marcha una extraña corriente de comprensión hacia muchos de los políticos cazados con el smartphone en la mano, convirtiendo así en gestos de humanidad lo que antes llamábamos enchufismo. Y casi siempre de fondo, la ORA. La línea azul con la que se han cruzado demasiadas líneas rojas. ¿Qué va a suceder ahora? En el plano judicial, se verá. En el político, vista la reacción de los dirigentes del PP y el PSOE, no se espera gran cosa. Quizás se guarden las apariencias con uno o dos tirones de orejas. Y punto y seguido. En fin, tanta ordenanza para regular el tráfico cuando lo que de verdad habría que regular de una vez por todas es el tráfico... de influencias.