La verdadera comida basura

Jorge Casanova
Jorge Casanova REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

Paco Rodríguez

En Galicia también se hurga en los contenedores, aunque la creciente cobertura benéfica consigue que muy pocos lo hagan para alimentarse

27 dic 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Aunque finalmente la muerte de una familia sevillana el pasado 14 de diciembre no estuvo relacionada con la ingestión de alimentos como se especuló en un principio, la noticia conmocionó a toda España y puso otra vez de manifiesto la profundidad de una crisis que obliga a familias enteras a aprovisionarse en los contenedores de basura. Sin embargo, ¿realmente hay gente que se alimente de los desperdicios de restaurantes y supermercados? «Sí que la hay, no tiene más que darse una vuelta a la hora en que cierran los comercios para darse cuenta», explica el encargado de un céntrico supermercado de A Coruña. El empleado admite que hace tiempo que tomó la determinación de no tirar a la basura productos dentro de su envase: «Los abrimos antes de tirarlos precisamente para evitar que la gente los coja si los encuentra envasados».

«Yo no me lo creo», apunta un transeúnte: «En España, afortunadamente, nadie se muere de hambre porque hay comedores sociales por todas partes, y en Galicia, más». Hablamos a la puerta de la Cocina Económica, esperando turno para entrar a comer. Dice haber recorrido media España y saber de lo que habla. «Hay mucha gente que rebusca en la basura, pero no para encontrar comida. Le sorprendería la cantidad de cosas que pueden encontrarse en un contenedor».

«Nunca lo haría»

Un poco más allá, una joven madre con una niña pequeña espera el mismo turno para comer: «No, no, nunca se me ocurriría ir a un contenedor de basura a buscar comida, aunque conozco a una familia que lo hace. Pero ya iban antes de la crisis». Esta joven, integrada en una familia que sobrevive con una risga de su padre, asegura que hay fórmulas para alimentarse sin tener que rebuscar entre los contenedores: «Venimos todos los días a comer aquí y también recibimos algo del banco de alimentos. Unas semanas quedas mejor y otras peor».

Amadora Núñez, responsable del Banco de Alimentos de Lugo, también opina que muy poca gente busca comida entre la basura: «Hace un par de años se hablaba más de eso, se veía más. Pero yo creo que ahora apenas sucede. Desde luego, nadie que venga por aquí se va de vacío, aunque hay un protocolo que incluye visitar antes al asistente social». Efectivamente, el encargado del supermercado coruñés confirma que hace dos años la presión sobre los despojos que iban a la basura era sustancialmente mayor: «Aquí llegó a haber hasta peleas para recoger lo que se tiraba, pero eso ya no ocurre».

En ese mismo supermercado, hacemos guardia una noche de esta semana para confirmar el interés que despierta la basura del céntrico comercio. Poco antes de las nueve y media de una noche fría, aunque sin lluvia, los empleados sacan a la calle tres contenedores de basura, ante la indiferencia del escaso personal que circula por la calle. Solo se acercan vecinos a depositar sus propias bolsas hasta que, poco después de las diez, un indigente encapuchado acude a abrir los contenedores: «¿Que vou estar facendo, pois buscar comida. Non vou estar aquí por gusto, ¿non?». Tiene 65 años pero no cobra jubilación pese a haber cotizado durante décadas, según dice. Fue peón, chófer, pintor... Lo cuenta mientras hurga dentro de las bolsas y remueve un olor pestilente.

-¿Y suele encontrar algo?

-Bueno, a veces te encuentras un choricillo o un salchichoncete...

Pero no será esa noche o, al menos, no en ese contenedor. Lo más comestible que consigue aflorar son unas raspas malolientes de jamón. El hombre cierra la tapa y enfila la calle arriba en lo que seguramente es su ruta habitual. Nadie más pasará en la próxima hora para interesarse por lo que hay en los contenedores contiguos al supermercado.

En la calle hay quien cuenta que ciertas firmas rocían sus desperdicios con lejía antes de cerrar las bolsas para evitar que la gente coja comida en mal estado. Sea cierto o no, el rumor está bastante corrido entre quienes viven en la calle, un colectivo que rara vez se apoya en los bancos de alimentos porque no tienen ningún lugar donde calentarse la leche o cocer la pasta que les pudieran distribuir. Una parte importante del colectivo que acude a diario a los comedores sociales vive en habitaciones sin derecho a cocina, con lo que tampoco pueden beneficiarse de ese reparto. Pero de ahí a acudir al contenedor de basura para alimentarse hay un largo trecho.

El encargado de un súper: «Hace dos años había peleas por los contenedores»

«A veces te encuentras un choricillo o un salchichoncete», dice un indigente