La conducta de los responsables, más errática que el rumbo

GALICIA

12 nov 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

«Un petrolero a la deriva amenaza a Galicia con otra gran marea negra», así titulaba este diario en primera página el 13 de noviembre del 2002. Lo que ocurrió después es bien conocido, cuatro hilillos de plastilina causaron un desastre ambiental sin precedentes, cuyas imágenes dieron la vuelta al mundo bajo el símbolo de una marea blanca de voluntarios sobre fondo negro. Transcurridos once años, los pasados meses hemos asistido a un juicio que cada mañana nos ha sorprendido con nuevas declaraciones que ponen de manifiesto que, independientemente de las responsabilidades penales, las cosas difícilmente se pudieron hacer peor.

Vaya por delante que, en mi opinión, el buque debió refugiarse en la costa, pero he de aclarar que me baso, exclusivamente, en el sentido común. Mi experiencia en el rescate de petroleros es nula y dudo que mejore. El problema es que, siguiendo las sesiones en este diario, tengo la impresión de que mi ignorancia es comparable a la de muchos de los protagonistas de aquellos días. Vayamos al asunto.

Hemos leído que el delegado del Gobierno estaba empeñado en alejar el buque, que las reuniones «fueron un monólogo» y que de todas las opciones posibles se eligió «la de mayor riesgo». Cada uno puede sacar sus conclusiones, pero técnicos en rescates, expertos marinos y hasta altos cargos de Fomento, han defendido la alternativa de refugiar el barco frente a declaraciones en sentido contrario procedentes, casi exclusivamente, de personas con responsabilidades directas en la catástrofe.

La Voz publicó también, hace unos meses, las transcripciones de las conversaciones entre el personal del Centro Nacional de Coordinación de Salvamento y el gabinete del subsecretario de Fomento, en las que se afirma textualmente: «Aunque no estemos haciendo nada, hay que decir que hacemos algo». En ellas se aclaran además algunos aspectos sobre la conducta del capitán del buque y sobre la conveniencia de contactar con el armador. Llamo la atención sobre el hecho de que, según lo publicado, esas transcripciones tardaron años en salir a la luz por «complicaciones técnicas».

Verán, siempre he pensado que la probabilidad de error aumenta exponencialmente cuando las cuestiones técnicas son tratadas como políticas, y creo que aquí tenemos un buen ejemplo de lo que ocurre cuando los políticos juegan a marineritos. Pasada una década, está claro que si algo hubo de errático en esta historia, además de la trayectoria del buque, fue la conducta de los responsables. Si recuerdan, en los días en que el desastre ecológico era ya un hecho, el ministro Cascos se escapó de caza dejando la crisis ambiental en manos de su colega Jaume Matas, adicto a los juzgados, y de un portavoz que, con la cara más dura que el casco del buque, negaba la catástrofe. Oh my God!, ¡Vaya tres patas para un barco!