Reutilizar telas para hacer colchas es sin duda una de las bellas artes. Pero no es el procedimiento que debe seguirse para legislar, ni mucho menos investigar o enseñar. En España, sin embargo, el arte de zurcir retales docentes ha sido elevado al grado de maestría en el improvisado de un tipo de enseñanzas: los másteres de investigación, en los que se ofrecen materias dispersas, amparadas bajo una vaga etiqueta y agrupadas por departamentos o institutos. Los másteres, dejando a un lado los impuestos, como el docente, el de abogacía y algunos de calidad que capacitan para ejercer una profesión, son el resultado del mal diseño de los planes de estudio que alargaron el grado a cuatro años, comprimiendo en uno a estos títulos hasta hacerlos inoperantes, a la vez que de la búsqueda de ingresos por parte de unas universidades por lo general deficitarias. La improvisación y la búsqueda de beneficios han llevado a su proliferación, favorecida por un masivo paro que los convierte en un refugio transitorio. Se pretende frenar su crecimiento sin entrar en su contenido, función o utilidad, sino basándose en las cifras de matrícula. No tiene sentido y será inútil, pues quienes han sabido improvisarlos también sabrán negociar las mil excepciones posibles que permitan mantener estas enseñanzas vacías.