Los robos que la Guardia Civil le imputa a esta banda estaban generando cierta alarma entre los afectados que, en muchos casos, atribuían lo sucedido a grupos marginales que actúan en estas zonas y habitualmente destinan la carne al consumo familiar. Sin embargo, el hecho de que parte de las reses sustraídas apareciesen en una granja del centro de Paiosaco, propiedad de la familia del supuesto cabecilla, cambió por completo el sentido de la investigación y la valoración de algunas de las víctimas que ya han sido llamadas a declarar.
Vacas y terneros
Una de ellas es Manuel Campelo, un vecino de Cerceda de 56 años, jubilado desde hace cuatro y que vive solo, por lo que tenía dos vacas de rubia gallega y otros tantos terneros como principal distracción. «Eran exemplares de categoría, dos que non se vén por aí adiante e eu seino ben, que ando bastante polas feiras. Ganancia non me daban ningunha pero comían na finca e eu estaba entretenido. Por iso a min doíame menos que me levasen os cartos que os meus animais», asegura Manuel, que para recuperar una de las vacas tuvo de pagar 80 euros al transportistas que la trasladaron desde Carballo, donde estaba escondida en la casa de los padres de uno de los presuntos miembros de la banda. La otra quedó en la parcela atada con una larga soga sin que los cuatreros pudiesen llevársela. De los terneros no sabe nada, pero está convencido de que se los mataron.