¿Está volviendo la gente al campo?

GALICIA

Pese al abandono del medio rural, algunas zonas en la Galicia interior recuperan vida. En los últimos cinco años, más de tres mil familias regresaron a la aldea

14 dic 2008 . Actualizado a las 02:23 h.

Son profesionales saturados de la vida en la ciudad; matrimonios jóvenes con formación universitaria que han apostado por generar riqueza desde las casas de sus padres; jubilados británicos; familias de emigración corta con vínculos cercanos a la aldea; empresarios de alta hostelería, incluso comunidades alternativas... Forman un heterogéneo flujo que ha venido a dar aire en los últimos años a la agonizante vida rural en Galicia, especialmente en el interior. A pesar de que la estadística incide anual y descarnadamente en el incremento de núcleos abandonados -1.261, según los datos del INE del 2008-, el fenómeno de regreso al rural ha ido en incremento en los últimos años.

La estadística tiene también una parte amable hacia el rural, la que refleja que, entre el 2004 y hasta hoy, 3.500 familias tramitaron algún tipo de ayuda pública para asentarse en zonas rurales, bien dándose de alta como trabajadores de la agricultura o la ganadería o bien como responsables de otros proyectos empresariales en un abanico que va desde parques de aventura a pequeños geriátricos pasando por bodegas o restaurantes. «Os cambios demográficos tardan moito en visualizarse -señala una fuente de la Consellería de Medio Rural- pero pensamos que xa existe unha tendencia inicial que nos leva ao optimismo. Nos últimos cinco anos apréciase un maior interese por vivir e traballar no rural».

El reflujo demográfico no discurre igual por toda Galicia. Algunas zonas de interior han recibido un caudal mayor de nuevos vecinos, normalmente aprovechando impulsos económicos o la mejora de servicios. La Ribeira Sacra, por ejemplo, en sus orillas lucense y ourensana se ha visto revitalizada por la industria vinícola y un empujón turístico añadido.

El factor servicios

El resultado ha sido una transformación del árido paisaje que podía apreciarse a finales de los ochenta, con la recuperación de centenares de hectáreas de viñedo y la reconstrucción de viviendas y bodegas en la mayor parte de las parroquias. Algo similar se ha dado en A Limia, donde las concentraciones parcelarias han mejorado el potencial económico y atraído incluso a un nutrido colectivo inmigrante.

Con todo, quienes han dado el paso y han cubierto el camino de regreso a la aldea coinciden en que la merma de servicios es sustancial. En muchas de las casas en ruinas que han sido reconstruidas y donde ahora viven familias acostumbradas a las comodidades urbanas, la potencia eléctrica que reciben hace incompatible la plancha y la secadora y el acceso a Internet es comparable al de la jungla africana. «Si te vienes a vivir al campo, ya sabes a dónde vas», resume Pedro Piníes, un vasco que compró una aldea entera en Ortigueira (el municipio con más núcleos abandonados de Galicia) y que ha ido recuperando con un negocio de turismo rural, una de las vías por las que han revivido algunas otras aldeas. Uno de los últimos casos de resurrección es el de Couso en Sarreaus, donde un empresario riojano restauró un núcleo de catorce casas para su explotación en la hostelería. Otros proyectos de recuperación, como el de Cotobade, en Pontevedra, están también en marcha.

El incipiente fenómeno de retorno ha venido acompañado en algunos casos por aspectos especialmente favorables: un rechazo hacia el feísmo, con reconstrucciones que intentan poner en valor lo mejor de la arquitectura popular, y la oferta de algunas actividades relacionadas con la hostelería que han abierto una ventana de ocio en zonas prácticamente abandonadas.

Una oportunidad, tal vez

¿Y la crisis? ¿Qué efectos tendrá sobre esta dinámica? En principio, no muy buenos. El parón económico es para todos y ganaderos y agricultores dicen vivir un momento especialmente difícil. En las inmobiliarias rurales acostumbradas a vender viejas casas de piedra para restaurar se sufre el mismo frenazo que en las oficinas urbanas y la silenciosa invasión de jubilados y profesionales británicos se ha detenido. Sin embargo, Medio Rural contempla también la coyuntura económica como una posible oportunidad. El mayor protagonismo que deberán cobrar las actividades productivas frente a las especulativas pone el foco sobre el medio rural que, al fin y al cabo, es donde reside el tradicional plus de resistencia de Galicia. Siempre será más fácil vender un becerro que una plaza de párking y, económicamente, como se está viendo, resulta una actividad mucho más sólida.