La costa gallega es una zona proclive para la aparición de olas extremas

EFE

GALICIA

Un grupo de científicos lograron, en un proyecto europeo denominado Maxwave, demostrar que estos fenómenos no eran sólo comentarios de marineros.

31 ene 2008 . Actualizado a las 14:56 h.

No son tsunamis, pero también son letales y aunque son más frecuentes en el Océano Pácífico, los diferentes oleajes que bañan las costas gallegas hacen que sea una zona proclive para la aparición de olas extremas, ha dicho a EFE el profesor de física de la Universidad de Alcalá de Henares, José Carlos Nieto.

El mito de las olas gigantes dejó de serlo cuando un grupo de científicos, entre los que se encontraba Nieto, lograron, en un proyecto europeo denominado Maxwave, demostrar que estos fenómenos no eran sólo comentarios de marineros sino que, además, son mucho más frecuentes de lo que se pensaba.

En Galicia, el estado del mar es «bastante complicado» y «no se llama Costa da Morte por nada», ya que confluyen oleajes de diferentes direcciones que se mezclan entre si asegura Nieto en una entrevista con Efe con ocasión de su intervención hoy en unas jornadas sobre desastre que se celebran en Compostela.

Las tormentas impulsan la llegada a Galicia de oleajes desde Canadá e Islandia que, a veces, se juntan con olas procedentes del Sur y con las tormentas que se dan en el Atlántico, cerca de la costa gallega, concentrándose así tres tipos diferentes de olas, que interaccionan de forma «rara» y crean oleajes «complicados».

Este fenómeno es «más común» de lo que se piensa y el responsable de muchos accidentes de buques, ya que las olas gigantes, que pueden alcanzar los 30 metros en zonas como Tasmania, son «muros de agua» impredecibles que pueden destrozar grandes barcos.

Temidas por los navegantes, las olas gigantes se confunden, tierra a dentro, con los más conocidos tsunamis, sin embargo, se trata de fenómenos distintos ya que estos últimos nacen de movimientos en el fondo marino mientras que las olas gigantes se producen a partir de las normales que origina el viento.

Las olas extremas pueden producirse a causa de tormentas, por el choque de la dirección contraria del viento y una corriente o de forma impredecible, siendo estas últimas las más peligrosas y las que más investigaciones centran.

Se crean a base del trasvase de energía entre las olas creadas por el viento, de manera que empiezan a crecer de forma no lineal, es decir, duplicar la energía no quiere decir que la ola crezca dos veces, sino que lo puede hacer más.

Una variante de la ecuación de Schörinder puede ayudar a predecir algunos efectos impredecibles en la naturaleza, como las olas gigantes, que se regulan por ecuaciones de fluidos del siglo XIX «muy complicadas»

A pesar de esto, Nieto confía en que las investigaciones permitan algún día predecir la formación de estas olas.

Mientras, los ejemplos de la destrucción que causan están claros. En 1978, el carguero München desapareció en medio del Atlántico. Era un buque bien diseñado que, a las tres de la mañana emitió una señal de socorro y se hundió casi sin dejar rastro en medio un mar en calma.

Para evitar este tipo de accidentes el diseño de los barcos se revela, por lo que la universidad técnica de Berlin se dedicó, dentro del proyecto Maxwave, a pensar en aplicaciones para mejorar la resistencia de los buques.

En el marco de este estudio se desarrolló el uso de un radar para identificar la envergadura de las olas, que comercializó una empresa alemana, y que se emplea en buques.

Permite conocer la existencia de olas gigantes cuatro kilómetros de distancia para que el barco pueda rectificar su posición y enfrentarla.

Sin embargo, este sistema no es efectivo para pequeños pesqueros que carecen de radares tan potentes y que precisarían de datos meteorológicos y sistemas de predicción de oleajes más precisos, indica Nieto.

Los estudios en torno a estas olas máximas demuestran además que es necesario mejorar los medios de protección en tierra. «El criterio con el que se diseñan los diques no es válido», asegura Nieto, que argumenta que es insuficiente la altura de estos elementos para la protección de los puertos como ocurrió hace 30 años cuando una ola se llevó a un ingeniero que circulaba con su jeep por el dique de Bilbao, ejemplifica.