«Ya no me gusta conducir»

Firma: Nacho Mirás Fole | nacho.miras@lavoz.es

GALICIA

Siendo estudiante desgastó las calles de Madrid con su primer coche, un Citroën; hoy, los ritmos de la vida son muy diferentes

07 may 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

Javier Riera Nieves (San Miguel de Oia-Vigo, 1944) es profeta en su tierra. Vigués de raíces catalanas, está a los mandos del motor económico de Galicia, de la maquinaria de la que dependen directamente 9.000 familias. -Mire que vive gente de los coches, y mire que muere gente en la carretera... -La toma de conciencia está llegando, pero hay que incrementar la formación. Además, tenemos un parque de vehículos con unos años de antigüedad, y los coches que sacas hoy vienen con aviso de paso de raya continua, con sensores de proximidad, con ABS o ESP, todo eso también tiene que ver. -Al final, el mejor sistema de seguridad va a ser aquel portarretratos con las fotos de los hijos y el famoso «Papá, no corras», bien barato... -[Se ríe] Sí, efectivamente, es una toma de conciencia colectiva, y el drama está en los jóvenes, sobre todo. -¿Y por qué hacen coches que corren más de lo que permite la ley? -En un momento de riesgo, un vehículo requiere una aceleración, es un elemento de seguridad bien utilizado, pero hay que usarlo con la cabeza y respetar la normativa. -Si PSA estornuda, toda Galicia se resfría ¿Goza el paciente de buena salud? -En este momento, nos encontramos relativamente correctos, pero con las mismas amenazas que todo el mundo. Recuerdo haber vivido toda mi vida profesional en crisis, con retos delante de las narices toda mi vida. Cualquier negocio está sometido a lo mismo, a unas tensiones en las que, si duermes la siesta, te despiertas y te has ido a freír puñetas. ¿Recurso? Estar atentísimos y crear masa crítica con cabeza. Además, Dios nos ha puesto el mar ahí, que hoy en día se ha convertido en un arma estratégica providencial. -¿Estamos vacunados contra el virus de la deslocalización? -Es muy curioso. Nosotros estamos en el Finisterre de Europa, en la parte opuesta del Este, pero el cliente está en Dijon, en la tierra de la mostaza, y colocar los coches en el centro de Europa nos cuesta mucho más que al Este. Ahí entran la imaginación marítima, la imaginación logística... Yo siempre digo que las fronteras las marca la logística, para gracia o desgracia; La formación de aquí nos vale mucho, la laboral y la sindical. Y un parámetro importante ha sido el basculamiento de la industria auxiliar, que trabajaba dos tercios para PSA Vigo y hoy trabaja un tercio, de forma que la dependencia es dependencia, pero menos. -¿No le rendimos demasiado culto al coche? -Hoy, los chavales de diez años ya tienen móvil. Después entra el ordenador en escena y, más tarde, el automóvil. Lo entiendo perfectamente, la autonomía que te da es muy importante. -¿A qué edad tuvo el primero? -Estudiando en Madrid, a los veintitantos. ¡Y fue un Citroën! Me venía muy bien, porque también trabajaba en una oficina técnica, vivía en la Ciudad Universitaria y la escuela industrial estaba en la Castellana, estaba todo el día moviéndome. -¿Y ahora es de los que van a comprar el pan en coche? -No voy a comprar nada nunca. La ropa me la compra mi mujer y yo no me entero de nada. Aquí manejo grandes cifras, no físicamente claro, pero no tengo ni idea del precio de las cosas de la vida, soy un desastre, no sé lo que cuestan una barra de pan o el autobús. Pero con la vida que llevo... -¿Pasea? -Cuando estoy en París o fuera. En Vigo, casi nunca. -Como dice el anuncio de la competencia ¿Le gusta... conducir? -Me gustaba mucho, pero ya no, ya no me gusta conducir. El teléfono móvil ha cambiado la vida y cuando vas en coche, también vas trabajando; no sé si el móvil nos ha mejorado la vida o si nos la ha machacado. -¿Nunca le ha tentado un coche de otra marca? -Lo que me apasiona es el museo del automóvil que hay en Mulhouse, al lado de Basilea, allí hay auténticas joyas: Hispano Suiza, Bugatti, coches nuestros de la época... Pero de lo último que se haya hecho, el que me apasiona es el Citroën Tiburón, un vehículo rompedor. -Lo tendrá en el garaje... -Pues no, pero me gustará algún día.