O Cebreiro, que tiene consideración de conjunto histórico gallego, reúne en sus contadas calles numerosas muestras de feísmo urbanístico que nadie remedia
15 mar 2004 . Actualizado a las 06:00 h.Troncos y plásticos apilados sin criterio, fachadas de cemento, fincas cerradas con vallas oxidadas, chapucillas en ladrillo, chimeneas de hormigón, ventanales de aluminio y hasta techos de teja. Todo eso puede observar el visitante en O Cebreiro. Quienes llegan de nuevo reaccionan un tanto sorprendidos, pues en sus guías de viaje nada habían leído sobre feísmo y sí mucho acerca de lindezas: estación clave del Camino, pallozas bastante bien conservadas, arquitectura tradicional... El lugar tiene consideración de conjunto histórico gallego, a efectos del Decreto 234/2003. ¿A quién compete evitar que en este tipo de entornos privilegiados se cometan cafradas urbanísticas? Según fuentes de la Consellería de Política Territorial, dicha función corresponde a la Dirección Xeral de Patrimonio. En cambio, un portavoz de este último departamento, que depende de Cultura, sostiene justo lo contrario. De lo cual se deduce que nadie ejerce la labor inspectora. Y eso que, entre dientes, algunos vecinos admiten haber realizado reformas «que ao mellor non están ben feitas». A veces son los propios políticos quienes acaban haciendo de supevisores. Sucedió algo así en abril del 2001, cuando Xosé Cuíña, entonces conselleiro de obras públicas, visitó la aldea de Piornedo, ubicada en Os Ancares y también prerromana. Tras observar los materiales usados en una obra, ordenó relevar al equipo encargado de rehabilitar la zona.