El bou de vara: un arte que camina hacia una extinción obligada

La Voz

GALICIA

Pescadores arousanos rechazan cambiar de barco para mantener la licencia «Chiruca» pronto cumplirá veinte años. Y desde entonces mantiene una estrecha relación con Adolfo Padín, de 46. Pero la historia de ambos no es hija de Eros (aunque amor no falta), sino de Neptuno. Hace casi dos décadas, Padín eligió a «Chiruca» para vivir en Cambados. Mejor, sobrevivir. De noviembre a marzo los dos se pasean por la ría de Arousa con un arte de pesca a bordo en vías de extinción.

06 abr 2002 . Actualizado a las 07:00 h.

Desde hace unos años, la Consellería de Pesca no concede más permisos para faenar con bou de vara, pues, junto al bou de man (o rapeta) y la nasa butrón, está entre las artes a extinguir. ¿Por qué? «Non o sei nin o entendo. É unha decisión política que non nos consultaron», explica Padín. Aunque, puestos a especular, el empeño de la Xunta podría estar relacionado «cos encontronazos de anos atrás entre portos arousanos, cando os aparellos quedaban calados e a xente se despreocupaba deles». Padín, por su parte, defiende acérrimamente un arte con el que consigue zamburiñas, jibias, chopos y otras especies que, en el mejor día, le pueden proporcionar quince mil pesetas (90 euros). Padín asegura que el aparejo que utiliza ¿una red que, amarrada a una vara, forma una bolsa en la que se introducen algas que recubren a muy distintas especies­­¿, no causa daños al caladero ni al medio marino: «Eu creo na arte, ó igual que os outros que andan con ela». Lo dice sin reparos y con convicción: «Creo que o bou de vara é selectivo, polo menos máis que outros. Non me gusta falar mal, pero co enmalle... sácase de todo». Por eso Padín sigue su relación con Chiruca. Chiruca, 20 años, seis metros de eslora y tonelada y media de registro bruto. Únicamente permite a Adolfo el embarque. En su interior, dos son multitud. Pero con sólo Padín por tripulante, a las 10 de la mañana, ya han sacado en dos lances tres kilos de zamburiña de primera calidad, de esa que se paga entre 1.500 y 1.800 el kilo, y cuatro jibias que amontona en un caldero emborronado con la tinta del cefalópodo. «Hai pouco peixe ¿se lamentaba Padín dos días antes de acabar marzo¿; xa está a acabar a campaña». ¿Y ahora, qué?. «Pois ó enmalle ou á nasa de nécora, ¡qué remedio!». «Das risas para as choras» Tras 27 años de experiencia, Adolfo está acostumbrado a gardar das risas para as choras y sabe que los ingresos de esos cinco meses tienen que mitigar los siete de toque de queda que la Administración impone para el bou de vara. Y esa inquina que la Xunta demuestra hacia su arte preferida es el motivo de que, después de 20 años, aún mantenga viva su relación con Chiruca. «¡Claro que quero un barco máis grande! Pero para iso fai falla máis tonelaxe, e as sociedades na pesca... ¡xa se sabe! Non, non funcionan», alega Padín. Los problemas no acaban ahí. El bou de vara, como arte a extinguir, no tendría cabida en esa flamante embarcación nueva que, subvencionada por cortesía de la UE, sacaría a Chiruca de 20 años de sal. Adolfo Padín se ve condenado a seguir con Chiruca. Pero no está a disgusto. Cuando sopla fuerte el viento, dejan su cita para otro día. Cuando salen juntos, no sobrepasan la boca de la ría, procuran estar siempre cerca del puerto. Además, su compañera tiene chivato para transmitir un socorro y, por supuesto, las medidas de salvamento reglamentarias. Si López Veiga no dispone lo contrario, Chiruca y Adolfo seguirán siendo pareja en Cambados. Por lo menos otros diez años.