Manu Larcenet traslada al cómic el relato de una humanidad al límite de su extinción con un estilo sobresaliente
30 abr 2024 . Actualizado a las 13:42 h.Una de las mejores obras de uno de los mejores narradores norteamericanos de los últimos 50 años en manos de uno de los mejores dibujantes europeos contemporáneos. ¿Qué puede salir mal? Todo. Pero, por fortuna, al final ha sido nada. Todo funcionaba en La carretera, novela breve de intensidad brutal con la que en el año 2006 Cormac McCarthy situó a la humanidad ante el abismo. Y todo el material original se respeta y encaja en la adaptación de Manu Larcenet, creador francés de ácidas y gamberras historietas como Los combates cotidianos o La mazmorra. Pero también de la estupenda versión en novela gráfica de El informe Brodeck, de Claudel Philippe, otro trabajo en el que se enfrenta al hombre a una situación límite. Esta última obra es la que sitúa mejor a Larcenet ante desafíos como el de llevar a otro lenguaje, visual, una pieza tan extrema y en la que lucen tanto las descripciones y las sugerencias como La carretera. El dibujante deja atrás el color vivo y el trazo alegre para sumergirse en las tinieblas. Y le da un resultado estupendo.
La obra en viñetas preserva los elementos definitorios del original: dos personajes, padre e hijo, en ruta por una carretera en medio de un planeta que se ha desmoronado. Hay que tener paciencia para advertir qué ha sucedido —o qué cree el lector que ha sucedido—, y dejarse llevar por estos dos protagonistas en una tarea de supervivencia, en los días posteriores a una especie de apocalipsis que, lamentablemente, no parece nada descabellado en algunos lugares de la Tierra. Hay destrucción, contaminación, rapiña, desaliento y canibalismo, quizá la cumbre de la destrucción humana. Y en medio de todo ello, solo un padre tratando de poner a salvo a su crío, contestando a todas las dudas que va planteando el chaval, los interrogantes propios de la edad y los impropios de la anómala situación en la que se encuentran. Concentra ese padre el escaso reducto de humanidad que puede quedar en el planeta. Aunque él se empeñe en explicarle al chaval que hay más como ellos, gente buena. Y mientras, solo queda caminar rumbo a la costa. ¿Para qué?
Padre e hijo van arrastrando un carrito de la compra reconvertido en estercolero con todo lo que van recogiendo, haciendo de cada día un ejercicio de rutina excepcional: intentar que no les roben lo que ellos van encontrando por cunetas y casas abandonadas; escapar de «los malos» (así, en genérico) que advierten a kilómetros; buscar comida bebida y abrigo; procurar no enfermarse; y dormir con un ojo entreabierto. Todo lo que no sea vivir es secundario. Tareas vitales contadas por Cormac McCarthy para un siglo XXI en el que la frivolidad la ejemplifican las redes sociales y sus vacíos vídeos virales. Narró justo antes de la gran depresión del año 2008, y La carretera, revisada después de aquella conmoción mundial que fue la pandemia, parece premonitoria en muchos argumentos.
«Hay destrucción, contaminación, rapiña, desaliento y canibalismo, quizá la cumbre de la destrucción humana. Y en medio de todo ello, solo un padre tratando de poner a salvo a su crío»
Manu Larcenet concentra muy bien todo lo necesario del original para llevarlo al cómic. Es una novela nada sencilla, por la escasez de diálogos y de personajes, y la monotonía de los paisajes, en un mundo en el que todo es humo y ceniza. El dibujante francés combina grandes planchas con otras más de detalle. Recurre a secuencias repetidas para dar cuenta del paso del tiempo, de los kilómetros anodinos sin que (aparentemente) nada suceda, y para mostrar, por ejemplo, la caída de esa ceniza que, a fuerza de repetirse, casi se termina metiendo por la boca del lector. Esas texturas, esas sensaciones, olores... son las que consigue trasladar con un dibujo en varias capas, con un color tenue y algunas aportaciones personales en un discreto segundo plano. No esquiva los momentos más dolorosos de la trama, tampoco los más gore —que también los hay—, pero es capaz de dejar cierto poso para ver la luz entre la oscuridad. Si es que hay alguna posibilidad. Porque McCarthy, fallecido el pasado verano, no era dado a esas concesiones para el optimismo.
Ayuda a completar la obra el monumental formato con el que se presenta el cómic. Viene con tapa dura y un tamaño considerable la edición de Norma para España, una apuesta que ayuda a entretenerse mientras se contempla cómo el padre rebusca entre la basura o cómo observa desolado a su hijo esquelético cuando se baña en un río; o compartir con el chaval el sueño de poder encontrarse con otro niño y simplemente escuchar su voz. O enfrentarse a esos ojos que le preguntan al padre: «¿Habrá otros como nosotros?» «¿Nos vamos a morir hoy?» «¿Nos van a comer?». Desolador para un ejercicio de narrativa excepcional.
La carretera. Manu Larcenet (adaptación de Cormac McCarthy). Normal editorial. Color. 160 páginas. 29,5 euros