Estuvo el pasado julio con «Turandot» en el Teatro Real, este mes actuará en Italia y después cruzará el charco hasta Buenos Aires
05 ago 2023 . Actualizado a las 21:50 h.«Estoy feliz», nos confiesa nada más empezar la entrevista Ruth Iniesta (Zaragoza, 1985). La soprano, afincada en la capital, estuvo el pasado mes de julio con la ópera Turandot en el Teatro Real de Madrid donde interpreta a Liu, y la semana que viene estará en Macerata, Italia, con Lucía de Lammermoor y después cruzará el charco para subirse al escenario del Colón, en Buenos Aires, y debutar con La viuda alegre: «Recibir el cariño del público a través de sus aplausos es increíble y muy bonito, pero lo peor es vivir con la maleta a cuestas. Hoy estás aquí y mañana al otro lado del charco y echas mucho de menos tu casa, tu gente. Yo soy muy afortunada, porque siempre viajo con mi marido», confiesa. Espontánea y cercana le preguntamos: ¿Con qué sueñas? «Me encantaría grabar una película de animación, prestarle mi voz a algún personaje y cantar la banda sonora».
—Estuviste en julio con «Turandot» en el Real. ¿Cómo es cantar en este teatro?
—Cantar en el Teatro Real es como volver a casa, aunque supone también una gran responsabilidad. Debuté aquí con Muerte en Venecia de Britten y recuerdo que la primera vez que pisé su imponente escenario pensé: «¿Seré capaz de llegar con mi voz tan lejos?». Y, claro que llegas. Cuanto más lo conoces, más te acoge, más te abraza.
—Interpretaste a la esclava Liu. ¿Cómo es este personaje?
—Es pura bondad, tiene mucha dulzura y su amor es muy puro. A nivel vocal, supone un gran reto vocal para mí, porque permanezco en escena mucho tiempo en silencio y sin moverme y entro a cantar mi aria más compleja. Siempre hay nervios, pero si entro bien, luego la voz va fluyendo.
—¿Cómo es un día cotidiano en el que por la tarde tienes función?
—Me gusta levantarme temprano, desayunar bien y espabilar el cuerpo dando una caminata o un buen paseo. Después, repaso mentalmente la partitura silbando y cuando termino me viene bien hacer alguna labor manual para relajarme como pintar acuarela. Ya por la tarde, salgo pronto de casa y siempre me tomo un café en alguna cafetería bonita. Y al teatro a empezar con la caracterización del personaje.
—¿Qué planes tienes ahora?
—En agosto canto en Macerata, Italia, Lucía de Lammermoor y ya en septiembre estreno La viuda alegre, cantando el rol de Valencienne, en el Colón de Buenos Aires que me apetece mucho. Estoy muy contenta.
—Cada noche el público te abraza con sus aplausos y bravos. ¿Eso es para ti el éxito?
—Recibir el cariño del público a través de sus aplausos es increíble y muy bonito, y te da una energía tremenda. Pero para mí, el éxito es ser feliz en mi vida, el sentirme bien cada noche cuando salgo al escenario y disfrutar de mi oficio. El éxito, para mí, no depende de que cante en el Metropolitan o no, sino de que me sienta feliz con mi vida y cuando canto.
—Noches repletas de aplausos, funciones en los mejores teatros del mundo, desde fuera se ve mucho glamur y prestigio. Pero ¿cómo es la cara b del oficio del cantante de ópera? ¿Qué es lo que menos te gusta de tu profesión?
—Para mí lo peor es vivir con la maleta a cuestas. Hoy estás aquí y mañana al otro lado del charco. Uno puede decir: «Menuda suerte». Sí, pero echas de menos tu casa, tus objetos cotidianos, tu gente. Además, es un oficio inestable y hay mucha incertidumbre. También requiere una gran responsabilidad, porque no puedo enfermar, por si toca cancelar y eso al final, es más presión. Y por último, es un oficio en el que uno pasa mucho tiempo solo. Recibes los emocionantes aplausos de miles de espectadores y llegas al hotel y estás solo, y eso es duro y hay que aprender a gestionarlo. Yo soy una gran afortunada, porque viajo siempre con mi marido, él ha decidido seguirme por el mundo y es maravilloso.
—¿Qué personaje anhelas cantar?
—Me encantaría interpretar Leila de Los pescadores de perlas, es un rol que me apetece mucho trabajar vocalmente, y me gustaría debutar en el Metropolitan de Nueva York o en La Scala de Milán. Volver al Teatro Real siempre es fantástico y regresar con Turandot es un regalo maravilloso.
—¿Con qué desconectas tras una función de ópera? ¿Cómo recargas pilas?
—Tomando un café con mis amigas de siempre, dando un paseo por el campo, haciendo microesculturas y cuidando de mis plantas, esto me relaja y me centra mucho.
—¿Cuánto de diva tiene Ruth Iniesta?
—Solo me siento una diva cuando me subo al escenario, porque hay que crecerse, hay que hacerse grande, valorarse por la responsabilidad que conlleva, para conectar con el personaje y con el público. Cuando vuelvo al camerino, vuelvo a ser Ruth, sencilla y cercana.
—¿Con que sueñas? ¿Qué te gustaría hacer realidad?
—Me gusta explorar otros terrenos y estoy siempre pensando en llevar a cabo otros proyectos. No paro. La verdad es que me encantaría grabar una película de animación, prestarle mi voz a algún personaje y cantar también la banda sonora. Sería un sueño.