Diccionario sentimental

Mercedes Corbillón FUGAS

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Mercedes Corbillón presenta en A Coruña (Moito Conto) su novela «La belleza debe morir».
Mercedes Corbillón presenta en A Coruña (Moito Conto) su novela «La belleza debe morir». XOÁN REY | EFE

05 may 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Desde mi palomar de C., el mundo parece un lugar apacible, aunque no siempre. Ayer, antes de anochecer, unas nubes voluptuosas avanzaban sobre el horizonte tan a ras de mar que por un momento pensé que un glaciar se había desgajado y viajaba a la deriva por el Atlántico hasta llegar aquí, pero no, solo era un aviso de tormenta que ni siquiera llegó. Últimamente, todas las promesas se quedan colgadas del cielo, hasta las de lluvia.

Mientras Tormentito está en la playa o en el faro o en los lugares secretos de los casi adolescentes, me dedico a perder el tiempo, mi pasatiempo favorito, sobre todo aquí, que puedo extender la mirada, aunque probablemente no me alejo demasiado de mí misma.

Alguien me escribe, se imagina que estoy disfrutando del sol, de la primavera, del paraíso: le digo que sí, pero que sueño con Italia. Se sorprende. ¿Por qué... si lo tengo todo?

Soy ese tipo de persona.

Extiendo la ropa, mis toallas que parecen banderas blancas pidiendo un armisticio, y me siento a leer a Luis Antonio de Villena. En mi diccionario sentimental de Italia también estaría Elena Ferrante o Erri de Luca o Alda Merini, y desde luego Natalia Ginzburg, pero este es el suyo y él explica que no es un catálogo. Tampoco se reduce a escritores y poetas.

El subtítulo de sentimental ya lo dice todo y es, en realidad, lo que me interesa, la memoria emocional que dejan los lugares y los libros y que el autor, sea quien sea, hable desde ahí, desde el centro de sus tripas. Quizás por eso también hay una entrada para la pasta y el vino y otra para las ciudades, aunque ¿quién puede escoger entre Venecia y Nápoles?

Sus estampas están en orden alfabético, pero yo me lo salto y voy buscando algo que me haga detenerme. Curiosamente, lo hago primero en los nombres conocidos que me regresan a Roma o a Trieste o a la sensación que deja en el alma leer por primera vez El gatopardo.

Cuando levanto la vista, la luz ha cambiado. Pienso en el verso de Salvatore Quasimodo, en traducción de Colinas que acabo de leer: «Cada uno está solo sobre el corazón de la tierra/traspasado por un rayo de sol/y de pronto anochece».