Silenciosas conversaciones

FUGAS

La serie basada en la novela homónima de Sally Rooney «Conversaciones entre amigos».
La serie basada en la novela homónima de Sally Rooney «Conversaciones entre amigos».

La serie de HBO «Conversaciones entre amigos», basada en la novela de Sally Rooney, decepciona. Demasiados silencios en una trama excesivamente pausada, que aburre

20 ago 2022 . Actualizado a las 23:15 h.

Millennials de todo el mundo occidental esperaban con impaciencia el momento de disfrutar la transformación en serie de televisión de la primera novela de la carismática escritora irlandesa Sally Rooney. Meses antes de que saliera a la luz el primer fotograma, celebraban con fervor en las redes sociales cualquier indicio que diera pistas de cómo sería la serie. «This will be my Joker» («Este será mi Joker», en alusión a que la serie les haría perder la cabeza como al siniestro payaso de Batman) se convirtió en el grito de guerra en Twitter de las legiones de entregados fans que habían vibrado con Gente normal, la serie previa basada en la premiadísima novela de Rooney, y que esperaban intensamente volver a hacerlo con Conversaciones entre amigos.

Y es que las noticias hacían esperar lo mejor. Al saber que el mismo director de Gente normal, Lenny Abrahamson, iba a encargarse de dar vida a la historia, o al menos, que dirigiría parte de los episodios, se desató enseguida la euforia. Todos nos las prometíamos felices al conocer que esta trama sobre un cuadrilátero amoroso en el que batallan las dos jóvenes universitarias Frances (Alison Oliver) y Bobbi (Sasha Lure) y el matrimonio diez años mayor formado por Melissa (Jemima Kirke) y Nick (Joe Alwyn) estaba en tan buenas manos. Y es indudable que las dos series llevan el mismo sello. De hecho, son prácticamente iguales. Pero algo se perdió por el camino...

Aquellos silencios que en Gente normal parecían mágicos y llenos de significado, en Conversaciones entre amigos se vuelven absurdos, difíciles de digerir. Si Marianne (Daisy Edgar-Jones) y Connell (Paul Mescal) transmitían una corriente eléctrica que atravesaba la pantalla, Frances (Alison Oliver) y Nick (Joe Alwyn) solo consiguen congelarnos las entrañas. La frialdad e incomodidad que desprenden resulta paralizante, aburrida. Y no porque los actores hagan malas interpretaciones; al contrario, sino porque el guion al que se enfrentan los pone en una situación imposible.

Es cierto que el personaje de Frances en la novela tiene problemas para manifestar sus sentimientos verbalmente, pero, en el papel, Rooney nos deja entrar en su cabeza y comprender sus pensamientos, sus motivaciones. Este malestar con la vida tan típico de los millennials no se traslada a la pantalla de forma eficaz.

Los protagonistas resultan opacos para el espectador, que sufre esperando que la serie tome otro rumbo. Nada. No lo hace.

El teléfono móvil suma un protagonismo excepcional en la serie y complica todavía más la comunicación con los que sufrimos al otro lado de la pantalla. ¿Hay algo menos cinematográfico que unos personajes que miran constantemente el WhatsApp y que cuando por fin se deciden a romper el silencio y hablar lo hacen entre balbuceos?

Sexo naturalista, sin química

Las escenas de sexo, que siempre son un recurso atractivo para levantar tramas, vuelven a ser coreografiadas con mimo. De hecho, han contratado a una especialista en intimidad para llevarlas a cabo. El resultado: son naturalistas (ya te las estás imaginando), pero les falta calor, se perciben impostadas, sin química. Sexo aburrido.

El problema de las autolesiones con el que Frances batalla (se hace cortes) queda en la serie minimizado, como algo menor y casi fácil de superar. Todo, incluso la fatal endometriosis que lleva a una sufriente Frances a urgencias, parece acolchado, lejano.

Tengo que reconocer que vi los doce capítulos hasta el final y que mientras me esforzaba por seguir una trama en la que casi no pasa nada, no dejaba de preguntarme: «¿Por qué no hablan?».