Defreds, diez libros en siete años: «Nunca será lo mismo un 'te quiero' que un 'TQ'»

FUGAS

Carlos Ruiz

El escritor vigués vuelve con «Ojalá», un poemario en el que describe un universo de planetas diferentes que se necesitan entre sí. «Como las personas», asegura

06 jun 2022 . Actualizado a las 15:34 h.

Diez libros en siete años ha escrito ya Defreds, que ha pasado de ser un fenómeno emergente de la poesía y autor de frases tatuadas en la piel de muchos lectores a convertirse en un autor asentado y padre de una niña a la que le desliza unos versos en todos sus libros. José Ángel Gómez Iglesias (Vigo, 1984) recupera su palabra más célebre, ojalá, para su nuevo título.

­—En «Ojalá» humanizas un universo de planetas diferentes que se necesitan. ¿Como las personas?

—Sin duda, no hay una persona igual a la otra. Somos diferentes en todo, pero nos necesitamos y hay que intentar convivir.

­—Llevas diez libros en siete años.

—Sí, mi primer libro salió en mayo del 2015. Algún año saqué doble, porque coincidió alguno ilustrado, que siempre da un poquito menos trabajo de escritura. El tiempo pasa muy rápido. He ido creciendo, y los libros han ido creciendo conmigo. Lo que pasa es que como son de bolsillo y no son una historia en sí, es más fácil hacer pequeños relatos. Fácil en el buen sentido, porque ocupan mucho menos y son visualmente más bonitos. Es que me paso todo el día escribiendo, y pensando sobre todo. Más pensando que escribiendo incluso. Me sale solo.

­—Tus referencias musicales en este libro dan para una «playlist». C. Tangana, Pereza, Supersubmarina, Andrés Suárez, los Beatles, Estopa, los Rolling...

—Como todos mis libros. Escribo mucho con música de fondo, y lo que sale en mis libros es casi siempre en referencia a algo. Además, hace poco he descubierto mi faceta como compositor. He compuesto una canción con Despistaos, que se vinieron a Vigo el verano pasado. Se llama De colores, es del último disco del grupo. Estoy muy contento.

—Te desmarcas de lo cursi y dices que ahora el problema es que «al primer gilipollas que aparece», enseguida le llaman «el amor de mi vida».

—Sí. Este libro creo que tiene muchas cosas intimistas que se alejan un poco de lo que es la poesía, el amor, el desamor, los problemas, las sensaciones de vacío, de estar hundido... A veces tenemos tanta necesidad de sentirnos arropados y felices que en diez minutos te vienes arriba con todo y le das importancia a cosas que no la tienen, o que no les has dado tiempo a que la tengan.

—También destacas el valor de una buena retirada, aunque duela.

—Es que a veces no queda otra. Si te están dando puerta, tienes que coger la puerta. Por mucho que patalees e insistas, es todavía peor. Simplemente hay que vivir. Muchas veces dices: «Yo esto no lo haría», o «yo esto no lo perdonaría». Y al final te van pasando cosas, la vida te sorprende y acabas haciendo lo que no creías que harías. Es la vida.

—Tu gran amor es el de padre.

—Sí, es el amor a Valentina. Mi hija ya está creciendo, tiene casi cinco años y empieza a darse un poquito más de cuenta. El otro día fui a su cole a leer un cuento, y es bonito, porque yo qué sé si cuando Valentina sea mayor seguiré vendiendo tantos libros o no, pero ella sí sabrá que está dentro de algunos libros míos, y podrá leerse. A lo mejor le parecen ridículos, no lo sé, pero es mi regalo para ella.

—En el libro cuentas que naciste «esa última vez que nevó en Vigo». Tu ciudad siempre aparece.

—Sí, es lo que cuenta la gente, que ese año fue en el que nevó en Vigo por última vez. Vigo siempre aparece, de hecho hay un libro que está dedicado a la ciudad. A veces me dicen: «¿Por qué no te mudas?». Y yo respondo: «Qué dices». No me voy a vivir a Madrid. Es lo que me faltaba, vamos. Si en una ahora en avión ya estoy.

—¿Cuál es la diferencia entre un «te quiero» y un «TQ»?

—Nunca será lo mismo un «te quiero» que un «TQ». Creo que la forma de decir las cosas dice mucho de las personas, hasta visto escrito no suena igual. Ya no solamente en esto, sino en general. La gente intenta recortar sentimientos, callarlos, ocultarlos, no reconocerlos.

—En los agradecimientos te incluyes a ti mismo: «Gracias a mí, por no rendirme».

—Sí, me doy las gracias y me pido perdón muchas veces. He aprendido a hacerlo, porque hay veces en las que te equivocas y la cagas mucho, pero forma parte del aprendizaje. Se trata de no volver a cagarla igual... y de cagarla en otras cosas.