Iván Ferreiro: «O me aburro o trabajo, tengo que aprender a divertirme»

FUGAS

Wilma Lorenzo

Más expansivo, cercano y jocoso que nunca, aunque sin renunciar al intimismo, el músico presenta «Cuentos y canciones» el jueves16 en el Caudal Fest de Lugo y el sábado 18 en Padrón

30 dic 2021 . Actualizado a las 07:56 h.

Charlar y cantar. Dos de las cosas que más satisfacen a Iván Ferreiro. En base a ellas ha articulado su nueva gira, Cuentos y canciones. Más que un concierto, una suerte de crónica de su trayectoria en solitario, exenta de nostalgia y ungida en retranca. Con su hermano Amaro como único cómplice sobre el escenario, los Ferreiro desdoblan sus grandezas y desnudan sus miserias desde una mirada burlona para con la trastienda del artista.

—Se trata de un concepto de concierto concebido en su integridad en función de cómo lo va a recibir el público. Creo que es la primera vez que se hace.

—A nosotros nos parecía que era necesario. Incluso hemos querido ir un poco más allá y hemos eliminado las canciones que el público espera que vayamos a tocar. Tratan de hacernos creer que la gente siempre va a querer lo mismo y yo creo que no es verdad. A veces el público también quiere que le propongamos nosotros cosas, que no todo sea lo de siempre. Me gusta la idea de que se den cuenta de que esto está creado para ellos. De hecho, en los conciertos les insisto: «Si queréis decir algo, levantáis la mano y me preguntáis».

—¿Y lo hacen?

—Sí, sí. Y cuando el público entra al trapo es mucho más divertido. Hasta el punto de que a veces es más divertida la parte hablada que la cantada [se ríe].

—¿Hay algo en estos conciertos de purga, de cura de humildad? Te ríes de tus demonios y de ti mismo.

—Cuando Amaro y yo concebimos esto, principalmente pensábamos en reírnos de nosotros. Decíamos «molaba un show en el que vayamos contando nuestra historia». Pero nos dimos cuenta de que la parte seria, hablar de cómo nace una canción, de si el acorde es mayor o menor, es un aburrimiento. Esas cosas son un coñazo, no me interesan ni a mí. Y comprobamos que a medida que íbamos recordando las distintas épocas, nos reíamos mucho de las cosas que habíamos pasado. Además, este formato también tiene que ver con esta situación de la pandemia. Joder, quería hacer un show en el que la gente se riese, se lo pasase bien y que al salir pensase: «Pues mira, he pasado un momento agradable». Y como ni Amaro ni yo somos de aprender chistes, ni queríamos hacer algo impostado, decidimos ser lo más naturales, ser nosotros mismos y utilizar esa retranca gallega que es parte de nosotros.

—Habrá muchísima gente que se haya sorprendido al ver a Iván Ferreiro en este registro. Tu imagen es la de un tipo discreto, tímido, incluso con un punto retraído cuando estás en el escenario.

—Pues en este concierto, reír, se ríen. Hombre, siempre hay la crítica de los que quieren oír Años 80, Turnedo y las canciones de siempre. Pero este show es otra cosa, con la que yo me siento muy identificado. Porque aunque haga canciones aparentemente serias, la vida me la tomo bastante a broma, en general. Es más, creo que para hacer canciones dramáticas hay que estar descojonándose el resto del tiempo. Si no, ¡vaya plan estar todo el día con esa intensidad! Y en este espectáculo les cuento eso. Ya sé que vosotros escucháis canciones muy intensas, pero en el fondo esas canciones nacen de reír, de cenar con los amigos y de ser personas como todos los demás. Con nuestras pequeñas miserias. Bueno, en nuestro caso, grandes miserias, porque las ve y escucha mucha gente.

—¿Te planteas la risa como una terapia?

—Claro, bastante mal está el mundo como para no reírnos de las chorradas. Y al final, una carrera musical es una chorrada, es una vidita más dentro de los millones de vidas del ser humano. Yo cada vez veo mi oficio de una forma más normal. Me hace gracia esa pátina de glamur que le da la gente, cuando realmente estamos el 90% del tiempo metidos en una furgoneta y comiendo en bares de carretera que no son nada cool. Creo que está bien contar esta otra parte de la historia también.

—¿Una especie de desmitificación de la figura del artista?

—Yo llevo muchos años intentando desmitificar la figura del artista. Sobre todo del artista de mierda que soy yo. Porque no hay nada mítico en lo que hago. Lo hago por pura necesidad. No me digas que soy un genio porque no lo soy. Lo que soy es un trabajador. Prefiero que me digan «hostia Iván, cuanto has trabajado». Me satisface mucho más cuando me dicen eso.

—Recuperando el tema de las canciones intensitas, no sé si tienes la sensación de que la banalidad se ha apoderado casi por completo de la actual escena musical.

—La banalidad ha estado ahí de forma permanente. Coge una lista de ventas de cualquier época y es una mierda siempre. Ahora lo que nos pasa es que hay otra generación que está marcando el paso. Y yo no sé si es que es banal o simplemente que tiene otros criterios. A mis padres, cuando yo empecé a escuchar música, aquello también les parecía banal. Supongo que eso forma parte de una regeneración continua y es sano que ocurra. Se habla mucho de que es que la juventud ahora es no sé qué. Yo creo que la juventud de ahora es igual que la de antes. Mi instituto no estaba lleno de genios en los 80. La cuestión es que ahora nosotros ya somos un poco viejunos, un poco señores.

—¿Estás atento a esa nueva escena musical o has desconectado de ella?

—Medio, medio. Me entero un poco por mis hijos y por mi chica, pero yo no soy la persona más interesada del mundo en las novedades. No lo he sido nunca. Ni cuando era joven. Las canciones van llegando a mí y si me gustan, las disfruto, pero no me obligo. Eso de buscar no va conmigo. Sí que me gusta buscar en mi estudio, con mis aparatitos. Pero mi sensación es de que tampoco ahí invento nada. Cada vez que hago algo sé que ya hubo alguien que en el 67 o en el 75 también lo hizo.

—Tu discográfica publicó un quíntuple disco en el que recopila 50 canciones de los 15 años de tu trayectoria en solitario. ¿Qué sensaciones te produjo ese reencuentro con tu cancionero?

—Lo que más me abrumó fue la cantidad. También me quedé flipado cuando vi las colaboraciones. Pero en general me dio muy buena sensación. Quedé contento. Pero ese rollo de contento como de parvo, de que dices: «Joder, pues no está tan mal».

—¿Eres hoy alguien parecido a quien pensabas que ibas a ser hace 15 años?

—No tengo ni idea de qué pensaba que iba a ser. La sensación que tengo es la de haber ido siempre remando hacia adelante. Yo no sé si hay alguien que haga planes a 15 años vista. A mí, desde luego, las circunstancias no me lo permitían. Pero sí hay algo que deseaba y que se ha cumplido, que es poder vivir de la música.

—¿Con Los Piratas no lo conseguiste?

—Con Los Piratas malvivía de la música. Y cuando se acabó Piratas tuve que ponerme a servir copas en un garito otra vez.

—Sin embargo, en la memoria colectiva queda el recuerdo, seguramente idealizado, de que fueron años de tremendo éxito.

—Pero es que eso nunca pasó. Hay como un mito sobre algo que nunca sucedió. La gente me imagina con 20 años como una estrella del rock and roll. Y no. Yo vivía pegado al teléfono a ver si salía algún concierto. Pero entre la realidad y el mito, siempre nos quedamos con el mito, porque la realidad suele ser más aburrida.

—La música gallega está viviendo un momento de especial efervescencia. ¿Participas de alguna manera del fenómeno, lo sigues o estás también desconectado?

—Sí, lo sigo y lo escucho. Me interesa mucho lo que hacen Baiuca, Tanxugueiras, Sen Senra, Triángulo de Amor Bizarro, Cro! o Cora Novoa, aunque no esté aquí... Creo que se están haciendo cosas muy, muy interesantes y muy distintas. Y creo que por fin está habiendo una mentalidad muy internacional a la hora de acercarse a lo tradicional. Los de mi generación teníamos la movida de «a ver si llegamos a tocar a Madrid». Esta gente ya dice «a ver si toco en Nueva York». Solo en eso ya nos ganan. Yo siempre he tenido la sensación de que quien decide ser músico en Galicia, cuando se pone, se pone a muerte. Y que como estamos alejados de todo, nos da un poco igual lo que piensen los demás. Y creo que eso hace que casi todos los músicos gallegos hagan una música muy auténtica. No se ven movimientos para gustar. Todo lo que sale es muy personal.

—Durante el confinamiento, en estas mismas páginas dijiste que habías aprendido a aburrirte y que te parecía un superpoder. ¿Has aprendido de nuevo a divertirte?

—No, la verdad es que no. O me aburro o estoy trabajando. Tengo que aprender a volver a divertirme. Además ahora he dejado el tabaco y como que me sobra energía.

—¿Tendremos pronto disco nuevo de Iván Ferreiro?

—Espero que sí. Este fin de semana vienen Amaro y Ricky Falkner a casa para grabar y tendré ya siete canciones listas. Siete canciones que siento que tienen algo en común aunque no sé todavía qué es. Solo te puedo decir que no tienen nada que ver con lo anterior.

—¿Marcará entonces ese nuevo trabajo un punto de inflexión en tu carrera?

—No tengo ni idea. Igual es que vuelvo a la infancia. Eso ya lo diréis vosotros.