«Crecí en un hogar bastante religioso, y para mí, se basaba en el miedo», confiesa el artista, que rompe ahora barreras luchando contra la hipermasculinidad y la homofobia a menudo perpetuadas en la cultura negra y en el mundo del rap. Ahora se habla de un remix con Rihanna y Bad Bunny, y de sus zapatillas satánicas con una gota de sangre humana por las que ya le ha denunciado Nike. El revuelo que despierta cada uno de sus movimientos es similar a las estratosféricas cifras que está alcanzando su alegoría de la libertad. Unos 10 millones de visionados cada día de media. En Spotify, ya ha superado los 95 millones de reproducciones. No está mal para un chaval que empezó a hacer música hace tres años «por puro aburrimiento».
Hoy ocupa el trono del cantante más polémico del mundo y lanza un mensaje a quienes lo condenan: «Pasé toda mi adolescencia odiándome a mí mismo por la mierda que todos ustedes predicaron que me pasaría por ser gay. Así que espero que estés enojado, mantente enojado, siente la misma ira que enseñas».