El Boss vuelve con un disco soberbio

FUGAS

cedida

«Letter To You» trae al mejor Springsteen que se recuerda: el del fuego en el pecho, la emoción desbordante y las canciones eternas

23 oct 2020 . Actualizado a las 11:21 h.

Llevaba Bruce Springsteen todo el siglo XXI enfrentado al mayor de sus enemigos: el mito. Pese a editar discos tan notables como Magic (2007), Wrecking Ball (2012) o Western Stars (2019), existía en parte de sus fans más exigentes y un sector de los críticos musicales un continuo descrédito a su producción, comparando su presente con aquellos años gloriosos que ya no volverían jamás. Todo hasta la aparición de este Letter To You, que hoy sale a la venta con la etiqueta de «disco del año». Las escuchas embargadas a periodistas y los trapicheos de sus seguidores, pasándose furtivos MP3, desataron la pirotecnia. Quizá influya el clima depresivo de la era covid-19. Quizá, la competencia de un rock sin relevos estelares y falto de grandes lanzamientos maduros. Pero de lo que no queda duda es de que este disco ha llegado como una bola incandescente que, esta vez sí, casi nadie pone en duda.

Y eso que no pintaba nada bien. Los anuncios de un álbum tan rápido (no había pasado ni un año de Western Stars) rescatando varios sobrantes de los setenta (Janey Needs A Shooter, If I Was the Priest y Song for Orphans) junto a temas surgidos del tirón durante la pandemia, grabados en cinco días junto a la E. Street Band, podían llevar a pensar en un trabajo apurado y deslavazado. Seguramente, para olvidar. Sin embargo, ocurrió todo lo contrario en cuanto brotaron los temas de adelanto. Si la titular Letter To You ya advertía robustez y maneras serias (con cierto deje a Magic), la publicación de Ghost generó el fervor.

Había motivos. Como si se tratara de un rejuvenecimiento colectivo -suyo al tocarla y de sus fans al escucharla-, en ella aparecía todo lo que había hecho grande al Boss con la E. Street Band años atrás. El desgarro de una voz que canta versos rotundos a la eternidad («puedo sentir la sangre tiritar en mis huesos / estoy vivo y estoy aquí solo»), los estribillos que piden 50.000 gargantas secundándolos, las guitarras brillantes y rugientes, la batería granítica, el saxo infinito y -¡oh, sí!- esa paradinha al pianoque siempre presagia grandes momentos. Pero, sobre todo, brotaba ahí la emoción inabarcable de los Thunder Road, Born To Run, Jungleland, Badlands y toda la retahíla de clásicos-básicos del artista.

La escucha completa del elepé confirma que no se trata de un espejismo. Nos encontramos ante un álbum inapelable. Desde la inicial One Minute You're Here, que despista por su tono confesional y acústico, hasta Burnin' Train, que cabalga urgente y vibrante. Desde la majestuosidad clásica de The Power Of Prayer, en la que una pareja se abraza muy fuerte ante la incertidumbre («Dicen que el amor va y viene / Pero cariño, ¿qué saben?») hasta esa oda a la gran familia construida en torno a la idea del rock en House of a Thousand Guitars («Aquí el amargado y el aburrido despierta en busca del acorde perdido / Eso nos unirá mientras haya estrellas»). Por supuesto, los temas setenteros se revitalizan en este 2020 como magníficos rescates de aquel joven adorador de Dylan, capaz de estirar y encoger sílabas, tal y como enseñaba ese libro de texto llamado Blonde On Blonde (1966).

Todo en Letter To You surte placer a los oídos. Sentenciar si se trata de su mejor álbum desde The River (1980), el pico más alto del autor desde Tunnel Of Love (1988) o la cumbre de sus dos últimas décadas ya depende del corazón de cada cual. Pero de lo que no cabe la menor duda es de que este late de un modo arrebatador cuando, al final del disco, ese «la, la, la, la, la» de Ghost le recuerda, de golpe, todo lo que ha sido el rock para él. También todo lo que aún es. Y todo lo que, si todo va bien, seguirá siendo. Pura magia.