—Sus hijos le piden explicaciones.
—Siempre, siempre las piden. Y de repente te encuentras a alguien de hace veinte años que te dice: «¡Joder, Manquiña, me acuerdo de aquel día queee...!». Mis hijos me miran pálido. «¡No sigas por ahí!». Hay momentos en que la mentira es ridícula. Mira el caos en la vuelta al cole... Tú oyes hablar a un profesor y te dice: «No estamos preparados». Y escuchas a un responsable de Educación: «Estamos perfectamente preparados». Pero el tamaño del aula es este, el número de alumnos es este y no hay espacio para lo que se pide, al menos si quieres tener clases presenciales, que es lo que tiene que ser.
—¿El humor ayuda a relajar el drama? A veces hasta nos reímos de miedo.
—Voy a tirar piedras contra mi tejado. A veces me siento un poco ridículo. Vino la pandemia y algunas cosas que tenía pensadas se quedaron viejas. He preparado a propósito para Bueu 20 minutos nuevos. Van sobre la experiencia que hemos tenido con el confinamiento.
—¿Humor negro?
—No. Es justo de lo que escapo. No puedes ahora hacer chistes sobre la gente que muere, o sobre las residencias. Pero sí sobre el papel higiénico, la cantidad de cerveza que se consume, el dinero que hizo Amazon... Bezos es el más rico del mundo, ¡claro, no me extraña! Ya solo con lo de mi mujer, que le debe de haber dado la hostia de dinero, jajaja. Cada día, un paquete. Y si no era para mi mujer, era para el vecino. Todos los días, paquete nuevo.
—¿Por ahí irá el monólogo en FICBueu?
—Sí. Y de la solidaridad de los patios y los conciertos, jajaja. ¡Hasta los cojones del vecino que daba cada día un concierto! Del que sale: «¡Arriba, vecinos!». ¿Arriba qué? Si me acosté a las cuatro de la mañana... Quiero dormir, ¡qué prisa tengo si estoy confinado! «¡Vamos, ¡ese ánimo!», sale alguno. ¿Qué ánimo? Va sobre situaciones que todos podemos reconocer y que no dañen. Ahora en los telediarios ya casi no se habla de otros temas, de política, de cultura... Solo del virus.
—¿Se le cayó la casa encima o bien?
—Nosotros bien. Aprovechamos lo que hizo casi todo el mundo confinado, para poner la casa en orden, mucha limpieza, y a por paquetes de harina... Mucha confitería, mucho postre y tal.
—¿Tiene ya la mascarilla del festival?
—No, supongo que me darán una. Yo ando con tres, lavables, y las sujeto con una cinta atrás, porque si no voy a acabar con las orejas de soplillo. Les cosí una cinta atrás y un botón, y pongo y quito y quito y pongo. Todo el mundo ha desarrollado su táctica con las mascarillas.
—Hay que hacer para ir indo...
—Ya iremos viendo. De momento en Vigo ya se están colocando las luces de Navidad. ¡No es tan grande Vigo! Habrá protocolo, pero creo que van a llegar las colas de Pontevedra a Baiona.
—¿Le persigue el concepto?
—No me gusta recordar las cosas que hago, pero nunca me he acordado tanto de Airbag. Hace unas semanas le preguntaban a Fernando Simón: «¿Podemos hablar de una segunda ola de coronavirus?». «Podemos decir que hay una segunda ola y podemos decir que no hay una segunda ola», dice. Y pensé: «No le puedo creer, está diciendo lo de Airbag: 'Como te digo una cosa te digo la otra'». Vivimos una realidad estúpida. ¿Y qué haces? Tomártelo con humor. Vivimos una auténtica contradicción a nivel planetario. Como el mundo está en manos de gente como Trump o Putin o Maduro... es una locura.
—Nada, hay que escaparse a una playa tranquila. Tiene nombre de playa, ¿no?
—Pensé que lo sabía todo el mundo, pero veo que no. Manquiña es una playa del monte de A Guía, en Vigo, poco antes del puente de Rande. Allí pasé momentos felices en mi infancia, y si lo usaba como nombre artístico pensé: «Cada vez que alguien me llame voy a evocar esos momentos». Y así lo hice.