Óscar Jaenada: «Soy un Quijote que se raya hasta la obsesión»

FUGAS

cedida

Ha sido Camarón y Cantinflas, sueña con ser Prince o Dalí, pero ahora se estrena con «El hombre que mató a don Quijote», el filme de Terry Gilliam, uno de los Monty Python, que vuelve a poner al actor catalán en lo más alto. Y ya van 25 años de éxito

05 jun 2018 . Actualizado a las 15:09 h.

Óscar Jaenada (Esplugas de Llobregat, 1975) tiene la capacidad de mimetizarse como pocos actores con la persona que interpreta, hasta el punto de que para el público ya es Camarón o Cantinflas. Su cara se apodera de cualquiera, y eso que su imagen es lo suficientemente particular como para provocar lo contrario. Pero Óscar, que lleva 25 años rodando, asegura que no hay más truco que el esfuerzo, el tesón y un estudio férreo. Ahora presenta El hombre que mató a don Quijote, una película que ha sido para el director Terry Gilliam toda una odisea, pero que después de muchos años de lucha por fin ve la luz hoy en los cines.

-¿Qué ha supuesto este Quijote para ti?

-¡Es es estar con Terry Gilliam! A él lo conozco desde hace años y siempre me decía: «Un día te voy a dar algo, un día te voy a dar algo». Y un día me lo crucé en Ibiza, justo acababa de hacer Cantiflas, y me explicó que se iba a meter con este proyecto y que quería que estuviera ahí. Son esas cosas que ya han pasado varias veces con algunos directores y que uno no se acaba de creer hasta que firma el contrato. Para mí fue un chute de cine, de cultura, un chute de vida estar con él en una película.

-Para él fue un proyecto superlaborioso, que le costó años sacar adelante. ¿Cómo has visto el resultado?

-Para mí es difícil tener una opinión objetiva de todo esto, yo ya solo como amante del cine, entro a trabajar mi personaje con la piel de gallina. Para mí es un sueño trabajar con el director de Brazil, de películas que me han marcado tanto.Ver que él te pide consejo es increíble. Lo que sé es que el público se va a encontrar con algo que no se espera: es una visión del Quijote pasado por el filtro de Terry Gilliam y eso es una maravilla.

-¿Ha habido algún tipo de dificultad? ¿Qué fue lo más complicado para ti?

-Terry es un director muy volátil artísticamente hablando, necesita verlo y sentirlo, y el trabajo tiene que ser muy meticuloso. Él tiene muy, muy claro lo que quiere, pero su mente está por encima de mi experiencia, quizá, y de mi bagaje, yo me dejaba llevar por él, pero muchas veces sin entenderlo [risas]. A mí me costaba entenderlo, al ser un tipo tan pasional, tan volátil, me costó. Es muy activo, no paraba, no paraba, es un tipo único, un genio.

-¿Tú eres muy Quijote? ¿Tienes mucho idealismo?

-Sí, yo lucho por eso, porque no me cambie la sociedad que me rodea. Intento ser puro con lo que uno piensa por mucho que la sociedad te contradiga con lo que tú piensas, como nos está pasando ahora en este país. Uno no se puede convertir del PP, es imposible. Uno va a intentar ahora ser más revolucionario que nunca.

-Es necesario ese punto de rebeldía siempre, ¿no?

-Sí, además una de las cosas que nos explica Gilliam con su Quijote, es que no debemos permitir que se extingan estos tipos. No podemos permitirlo, si no vamos a crear una sociedad gris y estúpida, muy jerarquizada. Hay que dejar paso a estos Quijotes, a estos tipos que a priori ven cosas que los demás no somos capaces de ver, porque tienen razón.

-En la peli el protagonista mira hacia atrás, hacia quien fue y en lo que se ha convertido. ¿Tú te veías hace años siendo el que eres ahora?

-Yo creo que sí porque no me ha cambiado nada. He subido los escalones propios de mi carrera y de mi escalera poco a poco, intentando no fallar. Intentando tener mucho respeto a lo que hago, con mucho trabajo, mucho esfuerzo, muchas horas de estudio y al final, oye, uno está donde cree que tiene que estar también.

-Has hecho papelones: Camarón, Cantinflas... Ahora eres el padre del cantante Luis Miguel. Cada vez que te vemos en un biopic, acabas mimetizado en esa persona, ¿cómo lo consigues?

-Es mi dedicación, yo intento ser ese personaje las 24 horas del día hasta entrar en conexión con ciertos aspectos del personaje que si no, no hubiera conectado. Lo hago para que tengan ese punto de credibilidad que otros no tienen. Yo rayo mucho mis personajes. Llego a ser obsesivo, y eso me da muchos problemas en lo personal. Pero en lo profesional, en cambio, me da muchos éxitos.

-Tú te metes en Cantiflas y eres Cantinflas. Hablas con acento mexicano todo el día...

-Sí, sí. Yo me fui a México para la audición y me quedé cinco meses para la preparación. En ese momento tú ya no estás ni en tu continente ni con tu familia, ni con tu historia, ni en tus zapatos, estás en otro lado. E intento tomármelo así y aprovechar eso: no volver a casa. Y al final sin darte cuenta, se produce una comunión artística que pide mucho trabajo y esfuerzo. De ese modo consigues traspasar eso a la pantalla y que la gente reciba un poco más. O lo que debería ser normal, lo que pasa es que están acostumbrados a mucho menos, a trabajos más banales. Cuando un actor se lo trabaja y se lo toma con humildad salen personajes así.

-Tú sabías que México te iba a marcar para toda la vida.

-Sí, tenía esa intuición. Mira que hay países en el mundo, pero no sé por qué cada poco aparece algo en México. Yo desde pequeño lo sabía, que me iba a marcar y, sí, me tratan muy bien allí.

-Has dicho que querías hacer de Prince, de Dalí... Y es increíble porque ya te imaginamos, te pegan.

-Sí, sí. Yo los quiero hacer todos, mi hambre para esto es tal que a veces veo una simple nota informativa y ya quiero ser esos personajes [risas]. A mí me apasiona esto.

-Hiciste de Camarón y ahora ya nadie nos quita esa imagen de la cabeza, eres él.

-Sí, hace diez años de esa película y aún me encuentro con anécdotas maravillosas de entonces. Es un honor, también que sigan recordándote por eso, es un orgullo, un síntoma de que lo hice bien.

-¿Tú dirías que estás en un estado de gracia?

-Ja, ja. Precisamente hoy cuando me he levantado, de casualidad me encontré con un premio que decía que era el hombre del año en el 2008 [risas]. Y otro en el que era el Hombre GQ en el 2004 [risas]. ¡Si es que yo he oído esto de que soy el hombre de moda y ya no me lo creo! Llevo 25 años en esto y uno no quiere estar de moda ni estar olvidado. Uno simplemente quiere trabajar, y a veces se dan circunstancias como esta en que salen varios trabajos a la vez. Pero uno ni es tan bueno ni es tan malo, uno está ahí.

-¿Tienes alguna manía trabajando?

-No, yo siempre digo que trabajo con una caja de herramientas y según el personaje saco unas u otras. A veces es más dicción, movimiento, un acento... Necesito mis cosas, pero nada especial. Y es lo bonito también de esto, que a veces te descubres también a ti mismo, y sales con algo que no sabías que tenías dentro.