Abarca y Garrido dan el salto a Barcelona

FUGAS

CESAR QUIAN

Dos cosas sorprenden al lector habitual de Nieves Abarca y Vicente Garrido en esta su nueva novela, El beso de Tosca. No aparece nuestra querida Valentina Negro y el libro tampoco está ambientado en A Coruña, sino en Barcelona.

11 may 2018 . Actualizado a las 11:17 h.

Toda una osadía, porque Barcelona es la capital de la literatura negra española y ya tiene sus iconos policiales: desde los añorados Francisco González Ledesma y su gloriosa Crónica sentimental en rojo o Manuel Vázquez Montalbán y la serie de Pepe Carvalho, hasta los actuales Carlos Zanón o Toni Hill.

Pero, como apuntaba Nieves Abarca en estas mismas páginas hace unos días, escribir es asumir riesgos: «Para lo otro ya soy funcionaria». Y hay que empezar por decir que la que -creo- es la primera novela negra barcelonesa no escrita por un barcelonés es una magnífica pieza que supera el reto con creces.

En El beso de Tosca -desde mi punto de vista la mejor obra escrita hasta ahora por Abarca y Garrido- se mezclan las bambalinas de la ópera -un mundo despiadado que no imaginábamos los legos en la materia- con los amaños del boxeo, el sórdido universo de la prostitución, el tráfico de armas, la trata de blancas e incluso la estafa de las preferentes y los desahucios.

Todo ello aderezado con mucho sexo, violencia, investigaciones policiales y detectivescas que se cruzan, un grupo terrorista supremacista que planea atentar en Barcelona -perdón por el spoiler, pero no se puede escribir de un libro como este sin cometer un pequeño spoiler- y, por supuesto, la maravillosa y trágica historia del malvado policía Scarpia, Tosca y su amado pintor Cavaradossi a la que puso música -y qué música, santo cielo- Giacomo Puccini.

Porque la música es una de las grandes protagonistas del libro. No solo por el telón de fondo operístico, sino porque lo que escuchan los personajes también ayuda a los autores a retratarlos. ¿Qué le gusta, por ejemplo, al pérfido empresario y proxeneta Berto Areces? Obvio: Bertín Osborne a todo volumen en su descapotable mientras avanza por la Diagonal.

Abarca y Garrido, Garrido y Abarca, escriben a cuatro manos pero eso nunca se nota en el texto. La unidad formal y estilística es perfecta y, felizmente, han huido de los tópicos de Barcelona. El único lugar turístico que se menciona es la Sagrada Familia y no precisamente para bien, sino para que alguien la describa como el espantoso castillo de Disneylandia en Orlando.

Porque ya está dicho que esta es una novela que asume riesgos, que se lanza a tumba abierta por la trastienda de una sociedad que en la superficie aparenta ser próspera y feliz pero que, en realidad, tiene una vida subterránea donde los problemas se arreglan a tiros o cuchillazos. Por eso hay que leer El beso de Tosca. Aunque no estén A Coruña ni Valentina Negro. Porque están Abarca y Garrido y una Barcelona única y diferente.