¿Una década dorada o idealizada?

FUGAS

JOSEP ECHABURU

Supervivientes de aquella Edad de Oro como Javier Gurruchaga, Rafa Sánchez (La Unión), Carlos Segarra (Los Rebeldes), Vicky Larraz (Olé Olé) y Santi Santos (Los Limones) se reúnen en A Coruña

27 abr 2018 . Actualizado a las 11:38 h.

Denostados primero e idealizados ahora, los años 80 son, en lo musical, un reclamo inagotable. Y no solo para nostálgicos. El inicio de aquella época supuso en España una eclosión de libertad que muchos quisieran para hoy. Y, por esos caprichos que tiene la cultura, libertad y creatividad fueron de la mano dando lugar a una de las etapas más fértiles en lo que a producción musical y artística se refiere. No en vano aquellos años quedaron bautizados como «la edad de oro del pop español». Definición un tanto simplista porque, desde luego, no era pop todo lo que relucía.

En el imaginario colectivo de los españoles, de los 80 quedaron grabadas las hombreras, los calentadores de aeróbic y aquellas melenas de inauditos cardados. Pero también la movida madrileña, el cine de Almodóvar, los discos de Radio Futura o la otra Edad de Oro, la que en TVE presentaba Paloma Chamorro. Y, por supuesto, un puñado de canciones que un público ávido de nuevas sensaciones aupó a la condición de himnos. Condición que ha sido respetuosamente asumida por las nuevas generaciones.

Varios de los creadores de esas canciones se reúnen hoy en A Coruña en una nueva alegoría de ese revival ochentero que semeja no tener fin.

No hará falta explicarle al personal, ni siquiera al milenial, quién es Rafa Sánchez. Bastará con que suene Lobo hombre en París. O sabrán quién es Vicky Larraz en cuanto entone el tantas veces revisitado No controles. Más complicado lo tendrá Carlos Segarra, de Los Rebeldes. Y es que la herencia de los 80 se olvidó muy injustamente de la escena del rock and roll.

Con excepciones, claro, como la del propio Javier Gurruchaga. Si bien es cierto que en su caso influye, y mucho, su notable presencia televisiva en aquellos años. Una presencia que, por cierto, hoy seguramente sería inasumible. Aquellas hilarantes puestas en escena de la Orquesta Mondragón con Gurruchaga sodomizando a Popotxo entre una algarabía de enanos sobreexcitados provocarían un incontenible incendio en las redes y en alguna que otra fiscalía.

Pero entonces no. Entonces eran los 80. Y el desenfrenado sentido lúdico de la música y de las artes primaba sobre cualquier otra condición. Fueron años en los que la provocación no era una ofensa sino una actitud. En los que las vanguardias de hoy eran antiguallas mañana. Se imponía vivir peligrosamente y eso supuso que no pocos se quedaran en el camino. Felizmente muchos de los que sobrevivieron siguen en activo. Eso sí, con la mirada puesta siempre en el retrovisor.