El último hombre orquesta

TEXTO: RUBÉN SANTAMARTA

FUGAS

CEDIDA

Capaz de producir un superventas erótico, una maravillosa fábula juvenil o extremas portadas de videojuegos. Activo a sus 70 años, un clásico se nos ha ido

24 ago 2017 . Actualizado a las 16:16 h.

Por suerte para el mundo de la cultura -la cultura en su más amplia extensión- Alfonso Azpiri fue un rebelde hasta para romper con la tradición familiar que le encaminaba a ser músico (estudió piano durante años). Por suerte porque Azpiri (Madrid, 1947) fue un hombre orquesta, quizá el último (¿o el primero y el último?), del cómic y la ilustración en España. Un tipo que necesariamente hay que citar cuando se habla del tebeo para adultos de los años 80 y 90, con Lorna; cuando se cita a obras para niños de amplia popularidad por Mot; cuando se explica la irrupción de las nuevas tecnologías en el tebeo (fue de los primeros creadores en utilizar programas informáticos para ilustrar); cuando se recuerda algunas pioneras animaciones; o cuando se recopilan las mejores portadas de videojuegos cuando las máquinas se llamaban Spectrum.

En todo eso Azpiri fue un referente. Y, además, un tipo extrovertido, amante del mundo del tebeo y que acudía encantado allá donde le invitaban (firmas en tiendas, salones especializados...) detrás de sus gafas oscuras. Un cáncer se lo llevó la semana pasada a los 70 años. Seguía en activo, utilizando ahora las redes sociales para mostrar sus dibujos, desafiando jocoso con sus versiones de Spiderman o de Batman que alteraban a sus seguidores en Facebook. No se atrevió con los superhéroes, pero no por falta de talento. Azpiri era un ilustrador soberbio con especial gusto para la figura femenina y por las formas redondeadas y los planos imposibles, que acompañaba con un color espectacular en un país que salía del blanco y negro.

Sus primeros personajes para revistas de adultos le dieron prestigio a su firma cuando arrancaban los 80; fueron los años de Lorna. Pero demostró que lo suyo era algo multidisciplinar: se embarcó entonces en la serie infantil Mot que publicaba un semanario y con el que se ganó fama entre el público juvenil. Era un monstruo entrañable que posteriormente fue trasladado a la pantalla con desigual éxito. En el cine siguió trabajando junto a Fernando Colomo en la extravagante El caballero del dragón. No se quedó ahí. Hizo ilustraciones para carteles de películas y se metió en otra aventura: los videojuegos. Fueron suyas las portadas de algunas primeras series en los 90, cuando la carátula prometía muchísimo más (por eso era tan importante, como gancho) que lo que luego se encontraba en la pantalla del ordenador; eran tiempos arcaicos para el desarrollo de esa tecnología, muy plana.

Los trabajos de Azpiri, sobre todo la sensual y algo violenta Lorna, llegaron a media Europa -recibió sus contados premios gracias a esta obra- y también a Estados Unidos. Allá hizo algunos encargos, muy contados. Siguió dibujando hasta sus últimos años, trabajando en recopilaciones de trabajos o adaptaciones de terceros (Drácula, entre las últimas). Y dando consejos a quienes se los pedían. Los nuevos talentos están en deuda.