Luis Piedrahita: «Yo soy un imán de patetismo potentísimo»

FUGAS

Trae Patton

Humorista, escritor, ilusionista, guionista, director y, ahora, doblador. Piedrahita pone voz a Filósofo en «Los pitufos: La Aldea Perdida». ¿Casualidad? Para nada. Lo volvería a elegir

17 mar 2017 . Actualizado a las 09:36 h.

«Algo se habrán olido estos señores para darme a Filósofo», dice Luis Piedrahita que, aunque no lo parezca, tiende mucho al pensamiento profundo. Sudó la camiseta como el que más para doblar al pitufo -«cuando toca correr, hay que correr»-, y todo antes de irse de la gira con Las Amígdalas de mis amígdalas son mis amígdalas, con la que tiene previsto visitar Galicia en mayo. Hace miles de cosas, pero tiene una pendiente: volver a ser un niño.

-Le pones voz al pitufo más listo... ¿Será por algo?

-Hombre le pongo voz al pitufo Filósofo, que sí que es cierto que es el más analítico, el más cerebral de todos, el más puntilloso, el más tiquismiquis... Y yo no sé por qué me habrán elegido a mí; la verdad no tengo ni idea, ja, ja. Algo se habrán olido. Como sé que esta es una entrevista escrita y no existe todavía un signo ortográfico que puntúe la ironía, vamos a decir que algo se han olido estos señores que me conocían.

-A tu pitufo le has llamado sabiondo, remilgado y hasta has dicho que es ligeramente repelente. Sin embargo, tú mismo tienes un don para situaciones patéticas. ¿Te habrán pillado por ahí?

-Sí, yo soy un imán de patetismo potentísimo. De hecho, te cuento. De pequeño mi primera experiencia con los pitufos fue la siguiente: yo los veía y me daba mucho miedo Gargamel, tanto que cuando salía me tapaba los ojos y le decía a mi hermana que me avisara cuando ya se había ido. Le decía: «María, avísame cuando ya se haya ido», y se daba esa humillante sensación para mí de que mi hermana pequeña me tuviera que avisar de cuándo podía volver a mirar.

-Vamos, que eras fan.

-Sí, me gustaban los pitufos. Todo el mundo ha tenido las figuritas. Yo he visto la serie y las anteriores películas.

-A Filósofo le cuestan un poco las relaciones sociales. ¿A ti?

-A mí no me pasa, creo que eso es un rasgo. Ya sabes que los pitufos tienen solo un rasgo característico. El Filósofo es filósofo todo el rato, el Bromista es bromista todo el día, y a Cotilla le pasa igual. Pero las personas no son así, somos más no como un pitufo en concreto, sino como todos los pitufos. A veces somos filósofos, tímidos, enamoradizos... De vez en cuando y en situaciones determinadas sacamos al gruñón que tenemos dentro, o al bromista. Por ese motivo, Filósofo sí que tiene problemas de empatía y comunicación con otros pitufos, pero en la vida normal a mí eso no me pasa.

-¿Qué pitufo hubieses sido tú si te dejasen elegir?

-Sin duda el pitufo Filósofo. Me encanta el personaje, el papel que desempeña en la trama. Siempre tiene que haber una persona que sea la analítica, y no siempre las mejores ideas son las que hacen que la historia vaya por el mejor de los caminos. Él a veces da con la clave que puede ayudar, pero no siempre es bueno ir por ahí. No se puede ser solo cerebral. Hay que trabajar en equipo, eso es lo que cuenta realmente la película.

-A Filósofo lo elige Pitufina para irse al Bosque Perdido.

-Bueno, Pitufina es el motor que arranca la historia. Quiere saber por qué cada pitufo tiene una palabra que da nombre a su forma de ser, pero ella es solo Pitufina. No es Gruñón, ni Alegre, si Saltarín, ni Bromista, y quiere saber por qué. Para eso hace un equipo con Filósofo, Torpón y Fortachón y se van a buscar la respuesta. Es una búsqueda de la identidad.

-Es difícil saber lo que somos.

-Es imposible saber lo que somos. Solo lo sabemos el último día, porque siempre queda un capítulo más que a lo mejor le da un giro a la historia. El último día uno puede decir: «Mire, usted ha sido así».

-¿Se siente uno doblando tan protagonista como si fuese el actor?

-Vives la historia, la vives en todos los aspectos y te emocionas cuando tienes que emocionarte, porque es la única manera de hacerlo bien. Sufres cuando hay que sufrir, corres cuando hay que correr, y hablo de correr físicamente, porque tienes que jadear, saltar, hacer aspavientos... Todo eso, todo lo que hagas, se transmite en la voz.

-No vale con fingir.

-Yo recuerdo hace mucho tiempo cuando empezaba en la radio que Pablo Motos me dijo: «Tienes que sonreír». Y yo le dije: «Pero si es radio, no se ve». Y él: «Sí, sí que se ve. Si una persona en radio sonríe el oyente lo nota. Aunque no lo vea, lo escucha».

-Bueno, yo estoy sonriendo, no sé si me escuchas.

-Te escucho, además escucho tus pestañas aletear como mariposas.

-Ja, ja ¿Esta es la primera vez que doblas?

-Sí, es la primera vez que me enfrento a un doblaje, y lo asumí como un reto terrible. De hecho, me apunté a un coaching y a unas clases de doblaje para que me explicaran cómo interpretar a los personajes solamente con la voz. Fui a varias para poder presentarme a las sesiones de doblaje lo más preparado posible, que no hubiera que repetir por culpa de mi incompetencia.

-Danny Pudi, el actor que da vida a Filósofo en EE. UU., dijo que se pintó de azul y que se ocupó de tener las fosas nasales bien llenas de polen para prepararse. ¿Tú que hiciste?

-Ah no, no, no. ¡Yo no hice eso! Ja, ja, ja. Yo me formé con estas clases que te dije para aprender técnicamente, y luego trabajé sobre el personaje que proponía Disney. Piensa que una vez que tenemos la película para doblarla ya está armada, ya funciona perfectamente. Y no es una buena idea ni es de buena educación meter chistes donde no te los piden. Yo creo que hubiese sido una mala idea si hubiese intentando meter mis chistes, mis bromas, mi universo, mis palabras, mis jerigonzas. He intentado hacerlo lo más parecido al personaje que me propusieron y que ya funciona en la película, que es parte de un engranaje.

-Tu último libro se titula «A mí este siglo se me está haciendo largo». ¿Por qué, qué te pasa?

-Pues mira, parece que podría estar mejor todo. Es la sensación que nos invade, de repente hay un Donald Trump, sigue habiendo guerras en Siria, sigue habiendo situaciones en Corea que dices: «Esta lección ya nos la sabíamos». Por eso el título, pero no es un título pesimista. Estamos muy bien, y precisamente la sensación de que estemos incómodos ante esas injusticias supone una evolución en la sensibilidad de la gente. Hace 200 años no te importaba que alguien que no conocieras o no tuviera tu religión lo estuviera pasando mal. Y hoy sí, nos indignamos ante la situación de los refugiados. Por lo tanto, es bueno que tengamos la sensación de que las cosas no estén bien, porque es el primer paso para empezar a cambiarlas. ¡Vaya leñazo te acabo de soltar! ¡Pero turrón del duro!

-Ja, ja, ja. No, no, estás siendo pitufo Filósofo. ¡Te has metido en el papel de verdad!

-Sí, sí. Lo estoy siendo completamente.

-Vamos a seguir con el libro, que nos liamos. En este sí que respondes al título. En otros títulos con preguntas tan existenciales como «¿Un cacahuete flotando en la piscina... sigue siendo un fruto seco?» o «¿Por qué los mayores construyen los columpios siempre encima de un charco?», decías que no hacía falta responder.

-Efectivamente, es mejor hacer preguntas que responderlas. Lo que hace avanzar a los cerebros es la capacidad de plantearte preguntas. El hombre tiene esa capacidad de hacerlas, y después se entretiene respondiéndolas. Pero lo que arranca a los cerebros es el plantearlas.

-«Las amígdalas de mis amígdalas son mis amígdalas». Otro título profundo para tu espectáculo.

-Estoy muy contento con este espectáculo y con cómo está funcionando. Y eso que es joven, solo tiene seis meses, mientras que otros han podido durar cuatro o cinco años. Aun así, este creo que es el más enterito y divertido. La gente está saliendo entusiasmada. Ahora estoy en Madrid, en los cines Callao, pero pronto arranca una gira y en mayo estaré por toda Galicia, por toda España, por todo el mundo y por algunos planetas también.

-Pero tú no eres mucho de planificar. ¿Si tienes un monólogo la semana que viene sabes de qué vas a hablar?

-Es importante que en un show de humor haya sorpresa. Y la tiene que tener también el humorista. Es quizás lo más difícil, porque hay gente que llega y dice: «Este tío me va a hacer reír». Y tú tienes que sorprenderles. En este show hay algunas sorpresas que me siguen teniendo alerta, yo me pongo el palo en la rueda porque cuando uno conoce el camino porque lo ha recorrido ya muchísimas veces y se lo sabe, es cuando comete accidentes. Las carreteras que mejor conocemos son en las que chocamos. Por eso a mí me gusta que mi espectáculo sea distinto. Por supuesto que hay un guion, pero hay algunos flecos donde ni siquiera yo sé lo que va a pasar.

-Lo que sí que es previsible es tu imagen, que creo que se quedó así por casualidad.

-Sí, la primera vez que me subí al escenario llevaba estas gafas puestas, que eran de mi padre, y ya me he quedado con ellas para siempre.

-Y con el flequillo. ¿Cuándo te vas a despejar?

-Pues no sé cuándo me despejaré. Como no obedecía a un plan maestro lo del flequillo y las gafas, tampoco obedece a un plan maestro el cambio. Cuando suceda, sucederá.

-Haces de todo, hasta magia. Pero, ¿qué quieres ser de mayor?

-Como decía Julio Camba, aunque ya no soy un niño, espero llegar a serlo algún día.

-Una vez más, salió el filósofo.