«Ir hacia atrás en la música no es mi estilo»

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«Peregrinaçâo» es el título del ambicioso nuevo disco de la cantante portuguesa, que presentará en el Palacio de la Ópera de A Coruña el próximo sábado día 11

03 feb 2017 . Actualizado a las 12:56 h.

Alejada absolutamente de lo que a priori uno pudiese esperar de una estrella absoluta de la canción, Dulce Pontes derrocha complicidad, sencillez y hasta cierto candor en su conversación. Una estrategia que le ha llevado a mantener una relación con su público que va mucho más allá de la habitual entre artista y fan. Si a eso se le suma que lleva seis años sin editar disco y que ahora aparece con un ambicioso doble bajo el brazo, el recital que ofrecerá la portuguesa en A Coruña se antoja como uno de los más apetecibles de la temporada. «El camaleón está muy diferente a como lo vieron la última vez que estuve por ahí», dice refiriéndose a sí misma y a su continua evolución sonora.

-Ha presentado las canciones de su nuevo disco en directo antes de que este saliese a la venta.

-¡Qué quieres que le haga, así soy! No tengo remedio. Ya sé que no es lo normal, pero así el proceso es muy interesante. Ya lo había hecho antes con O coraçâo tem tres portas. Me gusta ese desarrollo conjunto con el público.

-Así llegan las canciones ya maduras al estudio de grabación.

-Bueno, no todas. Muchas nacen en el propio estudio, o cambian de tal manera al llegar a grabar que puede decirse que son temas nuevos. El estudio lo entiendo como un laboratorio en el que desarrollar los temas, lo que no es menos interesante que hacerlo en directo. Aunque si he de elegir, me quedo con el directo.

-Y cuando se presenta antes en directo, ¿no corre el riesgo de agotarse la canción antes de llegar a grabarse?

-Siempre estoy en continua evolución, mutando, así que nunca es el mismo concierto. Además es un doble álbum, así que tiene muchos temas distintos, mucha variedad en la que recrearse. No, estas canciones no se agotan por mucho que las toques. Al revés, crecen, se transforman, por lo que se hacen mejores.

-Han pasado unos seis años desde su anterior trabajo discográfico. Se lo ha tomado con calma, ¿fue un parto duro...?

-¡Buf! Intentar explicar el porqué de los procesos creativos daría para escribir un buen libro. Puede que no uno en plan Tolkien, pero sí uno gordo. No sé hasta qué punto puedo determinar si las cosas las hago de una manera intencionada, buscando un resultado mejor, o si simplemente salen así, y salen bien. Han sido seis años en los que no he parado, he estado actuando continuamente, que es lo que más me llena, y esforzándome por sacar lo más íntimo de mí para conformar este álbum. Fue una auténtica lucha el conseguir expresar en un disco lo que puede definirse como un viaje interior, un peregrinaje. Intentar que se entienda que ahí hay una intención, que no es algo aleatorio, que el disco no ha salido así porque sí. Esto desde el punto de vista creativo. Pero por otro lado, el mundo de la música ha cambiado muchísimo en estos últimos años. Y esto también se ha reflejado en este proceso.

-De ese proceso viene el título del disco, «Peregrinaçâo».

-Es que fue una búsqueda, un intento por transmitir a través de los poemas y de la música los estados del alma a los que uno llega cuando recorre un camino. Un camino que se recorre porque se quiere llegar a algún lugar, en este caso, a lo más profundo de mí misma. Es algo que todos hacemos llegado el momento, de una manera consciente o inconsciente, de un modo religioso o espiritual o de cualquier otra manera. Y quise intentar expresar esto a través de la música eligiendo los poemas, las sonoridades adecuadas…

-¿Y cómo se le pone sonido a semejante viaje?

-Buscando la desnudez. La sinceridad absoluta, sin adornos, tanto en el mensaje como en la forma. No fue, ni está siendo, una tarea fácil hacer que todo el mundo lo entienda, que a todos les llegue. En los conciertos siempre busco el contacto directo con el público. Pero me refiero a que me gusta hablar con la gente, preguntarles qué les ha parecido... Que haya comunicación, que me devuelvan el reflejo de lo que yo les he dado. Y mi público es muy honesto. Percibo que me trata como a una persona muy normalita, que al fin y al cabo es lo que soy. Rompen esa distancia que a veces hay entre el artista y el público. No hay divinización. O al menos yo no la percibo, y lo agradezco. Una de las cosas que me comentaban en estos conciertos es que habían vivido el recital como un viaje. Me lo dijeron varias veces. Cada uno a su manera, viajes distintos, pero una experiencia semejante. Y eso me reconfortó mucho, me hizo ver que lo que pretendía tenía sentido, que no estaba loca. Porque siempre dudo mucho de mí.

-Siempre se ha mostrado muy próxima a su público.

-Es una relación familiar, de amistad. Es algo espiritual, estamos juntos en esto. No es que lo haya perseguido, sino que es simplemente mi modo de ser, no me sale de otra manera. Y eso en ocasiones me ha sido perjudicial. No con mi público, sino en el negocio de la música, que es tremendo y no tiene nada que ver con el arte. Eso choca mucho dentro de mí, es un contraste que no llevo bien, aunque no puedo ser de otra manera. Pero, por otro lado, me fortalece.

-«Peregrinaçâo» es un disco muy ambicioso. De entrada, en realidad hablamos de dos discos distintos.

-Uno es totalmente en portugués y se titula Nudez (Desnudez); y el otro se llama Puertos de abrigo, que es sobre todo en castellano, aunque tiene dos canciones de Martin Codax en gallego-portugués y se cierra con un tema en inglés. Es la primera vez que compongo un tema en ese idioma, basado en un poema de una amiga fallecida recientemente. Ambos discos están dentro de Peregrinaçâo, formando un todo, pero con personalidades independientes.

-¿Cómo se le ocurre volver sobre la obra de Martin Codax?

-Pues fue gracias a Carlos Núñez, fue él el que me lo descubrió. Tenía la partitura escrita, pero me contó que no se sabe cómo debía sonar exactamente. Tenemos las notas, pero falta la rítmica, el tempo. Escuché todas las versiones que se habían hecho hasta el momento, con todas sus diferencias. Me puse en la piel de Martin Codax e intenté darle el toque más natural posible. Escapé del canto clásico hasta cierto punto. Las primeras veces que lo canté, con los ojos cerrados, sentí cómo me transportaba más allá del tiempo. Es el misterio de la música, que es atemporal.

-Hay que ser valiente para traerse a Martin Codax hasta el siglo XXI y pretender que tenga viabilidad comercial.

-Las cosas bien hechas no caducan aunque pasen los siglos. La gente ha alucinado con los temas de Martin Códax, y es algo que no me esperaba, francamente. Tenía miedo de que la gente no lo entendiese, que se aburriera o que empezase a preguntarse qué era eso en los conciertos. Pero fue todo lo contrario. Y esto viene a demostrarnos que todos los prejuicios que tenemos, los estereotipos que nos venden, no se aplican en la realidad.

-En este disco toca infinidad de estilos. Incluso fado.

-Claro que tiene un poquito de fado, eso nunca lo puedo dejar. Se agarra a mí como una lapa. Pero el mundo no se termina ahí. El disco Nudez empieza con una versión del Concierto de Aranjuez a la que le hemos puesto letra en portugués y le hemos metido guitarra portuguesa. Está entre el clásico y el fado. Y otro tema clásico que tiene el disco es Asturias, de Albéniz. Lo hicimos con un poema de Raúl Carnota, que falleció sin poder escuchar cómo quedó la canción, lo cual me provoca una tristeza enorme.

-Y de clásicos como Rodrigo o Albéniz a Camarón interpretando a Lorca. ¿Sabe el riesgo que corre al atreverse con La leyenda del tiempo?

-Es una versión completamente diferente, por la que seguramente alguien quiera matarme [Ríe]. Ya cuando lo grabó Camarón recibió lo suyo, con muchas críticas y mucha incomprensión, es una música con un karma muy especial. Pero el tiempo acabó por darle la razón. Y espero que a mí me pase lo mismo, porque estoy contentísima con el resultado.

-No le queda palo por tocar.

-Es que no puede entenderse como un disco portugués aunque yo sea portuguesa. Es un disco ibérico. Claro que tiene una carga portuguesa enorme, pero con el paso del tiempo me he ido enamorando de distintos temas de todos los rincones de la península, de músicas muy diferentes. Y cuando te enamoras no puedes luchar contra eso. Puede que mi castellano no sea perfecto y sea más bien portuñol, pero cuando lees un poema y te identificas con él, cuando pasas a amarlo, es tuyo, da igual la nacionalidad o el idioma.

-¿Le piden los puristas que vuelva al fado?

-Bueno, hay gente que tiene que enfadarse con algo en todo momento, que si no se aburre o no se ve realizada. Suele ser gente que no tiene mucho más que hacer [ríe]. La verdad es que no me importa mucho. A nadie le gusta que le estén recriminando cosas, pero tiendo a pensar que, simplemente, esa gente no ha entendido mi música. Para mí seguro que sería más fácil recorrer hacia atrás el camino de estos últimos treinta años y hacer un grandes éxitos. Pero no es mi estilo, no me motiva. Nunca lo haré. Si algún día lo hago, será que el final está cerca.

-Pero ya existe un grandes éxitos de Dulce Pontes.

-Eso fue una mala jugada de una discográfica. Había coincidido con la publicación de Focus y se habían aprovechado de esa circunstancia, porque el de la música es un mundo muy cabrón, y perdona la expresión, pero es que no se puede decir de otra manera mejor. Llegué a decir en alguna entrevista que no merecía la pena, que no lo comprasen porque podían encontrar esos temas en tal o cual disco [ríe].