El nuevo disco de Solagne Knowles ha gozado de excelentes críticas en los medios americanos
09 dic 2016 . Actualizado a las 11:29 h.A Solagne Knowles se la conoce, a nivel masivo, por dos cosas. Una, compartir libro de familia con la mayor estrella de la música pop del momento, Beyoncé Knowles. Dos, haberle pegado a Jay Z, el marido de su hermana. Fue en un ascensor por una supuesta infidelidad de este, quedó todo registrado en una cámara de seguridad y las imágenes se viralizaron en Internet. Quien desee una tercera capaz de eclipsar a las dos anteriores, puede acercarse a A Seat At The Table, su tercer álbum de estudio. Circulando entre los aficionados a la música negra como tesoro.
Definido por la propia artista como «un proyecto sobre identidad, empoderamiento, independencia, dolor y curación», se trata de un disco que dice en voz baja palabras muy altas. Musicalmente se mueve entre el soul sedoso, los ramalazos de r&b, los destellos de jazz y un intermitente toque funk. Todo al ralentí, cuidando al máximo las voces e introduciendo una rítmica nerviosa que genera una sensación de cómoda extrañeza que resulta adictiva. Acoge al oyente en su tú a tú, pero no permite que se relaje del todo nunca.
Con ese colchón sonoro la artista se reivindica, expone su pensamiento con fragilidad, pide respeto y explica el porqué. Una de las piezas más bonitas del disco es Don’t Touch My Hair. Interpretada con toda suavidad, en ella usa el cabello como un símbolo de la identidad negra y se revela ante el exotismo con el que a veces lo ven los blancos: «No toques mi cabello / Cuando son los sentimientos que visto / No toques mi alma / Cuando es este el ritmo que conozco / No toques mi corona / Ellos dicen la visión que encontré / No toques lo que está ahí / Cuando es esto los sentimientos que visto».
Es solo una de las múltiples reafirmaciones lanzadas en este disco tan personal como universal. Editado el mismo año en el que el Lemonade llevó a Beyoncé a una división suprema, se presenta en un segundo plano al que conviene estirar el brazo. La crítica ya se ha rendido ante ella. Algunos ya hablan de un pequeño clásico contemporáneo. Cada nueva escucha parece refrendar esa visión.