En un municipio en el que todo se discute hasta la saciedad. En el que tienen una clara tendencia a repartirlo todo, montando por duplicado clubes deportivos y asociaciones culturales. En un lugar en el que opinar es un derecho que se ejerce con orgullo, aunque ello implique no llegar nunca a un acuerdo. En ese pueblo, que es el meco, hay una cuestión en la que hay unanimidad: la titularidad de su playa de A Lanzada. Porque estos vecinos con tanta tendencia a la división son una piña cuando el enemigo es de fuera. Y en esto de tener que defender lo suyo tienen ya bastante experiencia. Llevan un siglo diciéndole al rico municipio de al lado, ese que tiene por triplicado todas las infraestructuras de las que ellos carecen, que A Lanzada no se toca. Que ese emblemático arenal es suyo y solo suyo. Porque es uno de sus principales atractivos turísticos. Porque llevan toda la vida disfrutando de su riqueza de una forma comunal. Y porque así lo manda y ordena el señor Tribunal Supremo.