Paula González Gundín: «Nunca le pegué un bofetón ni un cachete a ningún niño»

FIRMAS

PACO RODRÍGUEZ

15 sep 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Es una mujer feliz. «Sí. Tengo una familia que quiero y me quiere, me encanta mi trabajo y puedo ayudar a gente», asegura. Tiene 42 años. Su abuelo, Emilio Gundín, fundó la empresa de muebles. «Me enseñó mucho. Era muy trabajador», recuerda. Está casada y tiene tres hijos, de 16, 14 y 4 años. «Mi marido trabajaba en una copistería, pero se incorporó a la empresa cuando empezó a crecer. Es un puntazo con los números», comenta Paula González Gundín, propietaria de las escuelas infantiles Os Pequerrechos. El próximo sábado, coincidiendo con el 15.º aniversario del negocio, inaugurará su escuela número 18 en la ronda de Nelle, detrás de San Pedro de Mezonzo. Son 700 metros cuadrados a disposición de 94 niños. «En los últimos días creé 31 empleos en A Coruña. En total, trabajan conmigo 200 personas, todas mujeres menos dos cocineros. Tengo un equipazo. Mis empleadas son mis compañeras», comenta con tranquilidad. «Es que soy muy tranquila», destaca. Hace tiempo que no hace deporte. El chocolate es su vicio secreto. No se pierde el Telediario de las nueve.

Los comienzos

Siempre quiso tener su propia empresa. Estudió cinco años la carrera de Económicas en la Schiller International University de Londres y con 27 años montó la primera escuela en Matogrande. «Vivíamos allí y en aquel entonces no había ninguna. Tenía un hijo y estaba embarazada del segundo así que me di cuenta que era una necesidad social. No le pedí nada a nadie. Con un hipoteca y trabajando doce horas fuimos yendo hacia delante. Nos costaba mucho llegar a final de mes. Al principio no logramos llenar y ahora ya tengo 43 matriculados para la nueva escuela que aún no inauguré. El mejor boca a boca nos lo hicieron las madres», relata mientras tomamos un agua en una cafetería de la ronda de Nelle. «No fumo ni bebo. Me da envidia la gente que disfruta con un buen vino. En una excursión de fin de curso probé la cerveza y no me gustó. Siempre como con agua o zumos», asegura. Dice que a su sector también le afectó la crisis porque cerraron algunas escuelas de la competencia. «Me dolió, pero Pequerrechos no ha notado la crisis. Tenemos mucho nombre. Creo que acertamos montando cuatro o cinco locales por el centro. He gestionado bien», sentencia. El próximo año tiene pensado abrir en Vigo y su sueño es dar el salto a Londres. «Me encantaría», apunta. «Muchas madres me piden que monte un colegio», resalta.

Labor solidaria

Dice que le encanta que la saluden por la calle. «Con tantos niños conoces a mucha gente». Habla de su padre, Chao, que trabajó en Unión Cristalera e hizo sus pinitos como actor en cintas como El Bosque Animado. «Es muy querido en la zona de Castro de Elviña», apunta. Se confiesa un poco coqueta y natural. «No me gusta presumir de nada y ayudar a quien lo necesita. No valoro lo material. Prefiero dar y no recibir. Formo parte del patronato de la Fundación Meniños y ahora mismo soy la secretaria. También colaboramos con otras organizaciones», comenta. Dice que la gestión de la empresa la lleva ella, su marido y una administrativa. «Hay gente que piensa que tenemos unas grandes oficinas centrales y somos tres». Asegura que la imagen corporativa, el diseño de los locales y hasta el programa educativo es cosa de ella. Por las mañanas, y hasta que las escuelas cierran el móvil no para de sonar, pero después dedica el resto de las horas del día a sus hijos. «Nunca le pegué un bofetón a ningún niño», sentencia la empresaria en cuyas escuelas hay matriculados 1.600 pequeños.