Familiares de los fallecidos en 1973 piden que al menos una placa recuerde la tragedia
27 ago 2013 . Actualizado a las 07:00 h.En 1973 no se habían inventado las pruebas de ADN. El 13 de agosto de ese año el vuelo 118 de Aviaco se estrelló en Montrove (Oleiros). El siniestro fue brutal y gran parte de los 85 pasajeros y tripulantes quedaron irreconocibles. Los forenses lograron ponerle nombre a los restos de 43 personas. A las otras 42, no hubo manera. Porque entonces algo como las pruebas de ADN sonaba a ciencia ficción.
Tal vez por eso el drama se vivió en rápidos capítulos. Solo dos días después del siniestro aéreo los cuerpos de los no identificados fueron enterrados en unas exequias multitudinarias en San Amaro. Uno tras otro fueron depositados los féretros en una fosa común en el cementerio. Una familia entera de Cee, otra de Madrid... Cada caja se llevaba a la tierra coruñesa su particular drama.
Pasaron los años sobre aquella tragedia, pero el tiempo no supuso el olvido del accidente del 118. Desde aquel día hay familiares de las víctimas que siguen acudiendo en cada aniversario a San Amaro a poner flores en el lugar en el que descansan los suyos.
El caso de Francisco Pérez
Entre los 42 cuerpos no identificados estaba el de Francisco Pérez, de Sada. Su hijo, Joseph Pérez, afincado en Estados Unidos, acude cada agosto, sin fallar uno, al cementerio coruñés a poner flores sobre la tierra del cuarto departamento de San Amaro, la misma, de propiedad municipal, en la que yacen muchas personas sin recursos. «Eso fue lo que más me sorprendió y me dolió, porque los que allí están ni son personas desconocidas ni carentes de recursos», cuenta la prima de Francisco Pérez.
Todos están en esa tierra de nadie en la que acaban las personas que no tienen quien las reclame: «Pero nuestro padre no era un desconocido o una víctima sin nombre. Él, como el resto de las víctimas, tenía nombre, familia, y era muy querido», cuenta su hijo Joseph. Este mes se ofició en Sada una misa por el difunto vecino de esa localidad. No las hay en A Coruña. Otro pariente, Juan Lino Rey, también residente durante años en Estados Unidos, cuenta que llevan tiempo pensando que deberían hacer algo con la fosa común.
«El año pasado presentamos un escrito pidiendo que pusieran algo que recordara a aquellas personas, pero nunca nos contestaron», dice.
Y es que lo único que piden es que alguien recupere los nombres de aquellas 42 personas para que sus familiares puedan acudir al cementerio a honrar a los suyos, algo que, por otra parte, hace todo el mundo frente al nicho correspondiente.
Los familiares del fallecido sadense en aquella tragedia incluso se ofrecen a pagar de su bolsillo una placa en la que, sugieren, se lea: «Descansen en paz los hombres y mujeres del vuelo 118», seguido por los nombres de todos ellos.
Cuentan que sus flores no son las únicas que cada año descansan sobre las fosas de San Amaro, un lugar mal conservado en el que, a primera vista, parece que yacen seres olvidados. Nada más lejos de la realidad. Los tienen muy presentes.
40 años del accidente aéreo de Montrove un fosa común en san amaro