«Empapelamos medio Vigo»

Begoña Rodríguez Sotelino
B. R. Sotelino VIGO / LA VOZ

FIRMAS

M. MORALEJO

Emilio Fernández compagina su tienda con la gestión del cámping de Cíes que heredó del padre

10 feb 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Cuando Emilio Fernández Monzonís abrió su tienda de decoración en Vigo fue todo un acontecimiento porque por aquella época, lo de vestir el hogar era cosa que solo se veía en las revistas extranjeras. De hecho, el comerciante se animó a sus 28 años a montar empresa propia tras pasar dos años en Londres y darse cuenta de que se abría un mundo nuevo que llegaba envuelto en rollos de papel pintado. «Salir de aquí fue providencial. Perdí el miedo. Me solté», asegura. Su padre era maestro pintor con empleados a su cargo y su hijo decidió dar un paso más dentro del gremio. Su comercio, que por un lado da a la calle Pi y Margall y por el otro, a la Falperra, era la novedad. «Aquellos años fueron los del bum del papel pintado. Ibas a una casa y ya te salían varias vecinas a decirte que después pasaras por su casa. Empapelamos medio Vigo», recuerda. El barrio bullía entonces de actividad amparado por el coloso que coronaba la zona, la Panificadora. Cuando se paró, fue como si toda las venas y arterias comerciales conectadas a ella se necrosaran poco a poco. Emilio aún puede recitar de memoria todos los negocios que daban vida a la calle. Ahora, sobre todo en la acera de los impares, solo quedan dos o tres. El resto, permanecen tapiados a la espera de que algún día resurja la oportunidad de poner en valor una construcción que, como mínimo, es una joya de la arqueología industrial viguesa. Emilio añade que la puntilla la puso el proyecto de Karpin para el Barrio del Cura y el traslado del asilo. Aún así, no se queja. El negocio marcha y con el tiempo añadió el regalo informal (que ofrece artículos en exclusiva como la famosa muñeca Mariquita Pérez) al establecimiento en el que también ha estado siempre su mujer, Teresa, y al que se unió en los últimos tiempos una de sus hijas, Andrea.

A Cíes a cazar

Pero quizás lo más llamativo de la historia de Emilio es cómo llegó a hacerse con la concesión del cámping de las Cíes. Pura casualidad. Eran otros tiempos y de nuevo, su padre, muy aficionado a la caza y a la pesca, tuvo mucho que ver en aquella carambola. Las islas sí que eran entonces aventura pura. «En los años 50 existía la Sociedad de Caza y Pesca La Viguesa e iban a Cíes a como a un coto. Mi padre le compró a un isleño un terrenito con una casita y cada vez que iban, como no había nada de nada, el único sitio donde tomar algo era su propiedad e invitaba a los que iban con él a unos cafecitos». Emilio recuerda que poco después aparece en escena Vapores de Pasaje ofreciendo una travesía los domingos, pero igualmente para aficionados al anzuelo y la escopeta, porque nadie iba a la playa. Y poco más tarde, también los sábados y los jueves. Y la casa terminó convirtiéndose en un modesto bar. En aquellos terrenos nació en primer cámping, «de 250 plazas, con autorización del Ministerio de Información y Turismo, que era quien daba la licencia», cuenta. En 1982, Cíes se convierte en Parque Natural y le ceden terreno para aumentar el número de plazas hasta un total de 800, que siguen siendo las actuales. Y en el 2000, cuando pasa a ser Parque Nacional, vuelve a realizar una serie de cambios para adaptarse a las exigencias que requiere. De todos los cambios, la familia (sus hermanos gestionan el restaurante), fue testigo excepcional de una evolución sorprendente. Emilio constata el respeto por el entorno que muestran los visitantes de la isla de la que se considera privilegiado usuario.