La clase variopinta

nacho mirás fole

FIRMAS

MARCOS CREO

Un profesor que podría ser nieto de alguno de sus alumnos, forma un aula nada común para un curso de Educación Básica Inicial

15 may 2012 . Actualizado a las 06:00 h.

Manuel Villar Paniagua no sabía muy bien dónde se metía cuando aceptó el destino que le tenía preparado, como docente, la Consellería de Educación: Impartir dos niveles de Educación Básica Inicial (EBI) en el instituto Campo de San Alberto, de Noia. Manuel se fue con los bártulos y el primer día que pasó lista se hizo cargo de lo que le acababan de poner en las manos. Sudó. La suya es una clase intergeneracional, donde la más joven es Melisa, que tiene diecinueve años, y el veterano Saturnino, que ha cumplido los 85. Y, entre los extremos, un abanico variadísimo de edades, niveles y formaciones. Gobernar semejante barco, de lunes a viernes, parecía misión para un capitán intrépido. Otro igual habría saltado por la borda, pero Villar hizo de la necesidad virtud.

«Chámolle a clase variopinta, porque en realidade o é», dice Manuel mientras cuenta que, en sus filas, hay mariscadores, marineros, albañiles, parados... Por haber hasta tienen un escritor y poeta. «Bueno -dice Paco-, solo he publicado dos libros».

El profesor encontró el aliado que necesitaba en las redes sociales, concretamente en Facebook. No fue fácil iniciarlos a todos en el manejo de los ordenadores, pero más difícil era ir a la Luna, y se fue. Distribuyó a los alumnos por secciones, se pusieron manos a la obra y ahora, que el curso acaba, les va costar separarse.

Como todos tienen una edad, todos tienen también unas circunstancias. Aun así, apenas faltan a clase. Y si faltan es por causa grave, como un entierro o una visita al ambulatorio; como decía el padre de Indiana Jones, llega un momento en el que la vida deja de darte cosas y empieza a quitártelas.

Saturnino Castro, que podría haber hecho la mili por quinta con Benedicto XVI, es el amo de la retranca. Dice que tiene 58 años como si no supiera que el orden de los factores altera el producto, porque tiene 85: «Non fun á escola cando tiña que ir; os demais veñen a recordar, eu veño a aprender», cuenta mientras teclea la condenada contraseña del Facebook.

A dos mesas se sienta Ricardo Saavedra, que tiene 59 años y recorrió el mundo metido en la barriga metálica de un barco de pesca. «Eu anoteime aquí voluntario, para practicar e non coller esa enfermidade... ¿Como se chama? Si home... A a cousa esa... ¡Alzheimer!». Nunca olvida la cita y siempre acude con Dolores González, que tiene 56 años y se levanta para hacerse la foto con un atlas debajo del brazo y su carita de coqueta, como la colegiala de la cumbia. «Entusiásmame a xeografía», dice mientras navega con el dedo en los mares que surcó Ricardo.

Cultura, anatomía, ciencias, economía... cada grupo se emplea a fondo en lo suyo. Saturnino cuenta que se tuvo que poner a trabajar a los doce años, cuando murió su padre. «Tiñamos sesenta ferrados de terra que non era nosa; traballabas con dúas mans e recollías con unha», dice recordando que la tierra y sus productos no necesariamente son para quien los trabaja.

Al principio, el profesor, que tiene 36 años, trataba a sus alumnos de usted, por resolver. «Hasta que Saturnino empezou a dicir: ¡Trátame de tú! -explica- E xa lle quedou Saturnino Tratamedetú».

Después de hacerse la foto, el grupo se despide hasta el lunes. «¡Pasádeo ben se tedes con quen!»; no hay fallo, es Tratamedetú, máster en sentido común por la Universidad de la Vida.

EN Noia UN Viernes DE de 17.30 a 18.30 horas.